Embarazadas

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viernes, 28 de febrero de 2014

9° audiencia


En la audiencia del viernes 28 de febrero de 2014 se escucharon seis declaraciones.

En primer lugar declaró Verónica Bogliano, hija de Adrián Claudio Bogliano y de María Susana Leiva e integrante de una de las querellas en este juicio.
Se refirió a las circunstancias que rodearon el secuestro de Adrián y María Susana, la búsqueda de años por saber lo que pasó con ellos y la identificación de los restos de su padre.
Relató que la noche del 12 de agosto de 1977 en su casa de Villa Elisa estaban su madre, su hermana Laura y ella. María Susana cocinaba para festejar al día siguiente el cumpleaños de Verónica. Esa noche llegó un grupo de hombres vestidos de civil, armados, llevando a Dora Esther Franzosi. Parte del grupo entró en la casa, otros se quedaron fuera. Poco más tarde llegaron Adrián y Octavio Alcides Barrenese, El Vasco, marido de Dora. Los cuatro adultos fueron secuestrados, según pudieron ver los vecinos.
Cerca de las 3 de la madrugada un grupo de hombres con vestimenta militar las dejó a ella y su hermana en casa de su abuela materna, quien pudo ver que estaba presente María Susana. Ella sólo alcanzó a decirle que no se preocupara y que avisara que al día siguiente no podría ir a trabajar. María Susana trabajaba en el Edificio Libertad, sede de la Armada Argentina. Verónica recordó que en su legajo figura la cesantía por ausencia. Indicó además que su padre fue delegado de ATE del Centro Único de Procesamiento de Datos (CUPED), lo que ahora es el ANSES y militaba en Montoneros.
Ya el año anterior un hermano de Dora había sido asesinado, Elvio Fernando Franzosi,  en un operativo del 16 de noviembre de 1976, en el que el aquí imputado Miguel Ángel Amigo resultó herido. Por otra parte, su tío paterno, Jorge Eduardo Bogliano, militante de Montoneros, fue secuestrado también en 1977.
Al día siguiente comenzaron las gestiones para dar con el paradero de María Susana. Fueron a la Comisaría de Villa Elisa para radicar la denuncia correspondiente. En aquel lugar vieron un documento firmado por un tal Fontana en el que se indicaba que la zona había sido liberada.
Una semana después la casa fue saqueada; Verónica destacó que entre todo lo que robaron se llevaron también los recuerdos de sus padres, las fotos de su infancia con ellos.
Entre otras gestiones, su abuela se contactó con Emilio Eduardo Massera, a quien conocía. No obtuvo respuesta.
Muchos años pasaron y Verónica se entrevistó con Marcela Mónica Quintella, quien permaneció secuestrada en La Cacha. Ella pudo confirmar que su padre estuvo también allí. Lo vio a su lado, muy golpeado y preocupado por sus hijas, pues no sabía lo que había sucedido con ellas después del operativo. También en La Cacha estaba Octavio Barrenese. Por otra parte, Ernesto Carlos Otahal, quien permaneció en La Cacha, dijo que el 22 de septiembre de 1977 hicieron bañar a muchos secuestrados; entre los secuestrados que fueron sacados de allí ese día estaban los padres de Verónica. Él fue liberado al día siguiente.
Luego recordó que mientras trabajaba en la Comisión Provincial por la Memoria entró en contacto con la familia Bojorge, quienes habían tramitado una serie de exhumaciones en el Cementerio de La Plata, sospechando que entre esos restos sin identificar se encontraban los de Stella Maris Bojorge. A partir de algunos datos coincidentes con lo que había investigado sobre lo sucedido con sus padres, Verónica pensó que en aquel grupo podrían encontrarse también los restos de Adrián y María Susana.
En mayo de 2008 le informaron que su madre había sido identificada y más de un año después, en noviembre de 2009, confirmaron la identificación de los restos de su padre. En agosto de 2010 la familia pudo finalmente enterrarlos juntos.
El conjunto de restos exhumados correspondían a Octavio Alcides Barrenese, Adrián Claudio Bogliano, César San Emeterio, Stella Maris Bojorge, María Susana Leiva, María Ilda Delgadillo; quedan por identificar los restos de una mujer -tal vez sea Dora Ester Franzosi, pero no hay muestras de la familia para identificarla- y un hombre.
Verónica recordó que, según el criterio seguido en la causa, su madre no está incluida en este juicio como víctima, ya que hasta el momento no fue mencionada por ningún liberado; sin embargo, todo indicaría que siguió el mismo recorrido que Adrián y Octavio.

En segundo lugar declaró Inés Seoane Toimil, hermana de María Seoane Toimil.
Se refirió a la militancia de su hermana, su secuestro y las gestiones que realizaron para dar con su paradero.
María había comenzado su militancia barrial en una unidad básica, lugar que fue incendiado en 1974 por el Comando de Organización, CdeO. Luego, como otros estudiantes de Psicología, fue amenazada por Concentración Nacional Universitaria, CNU. María militaba en la JUP y Montoneros y era conocida como La Gallega.
El 12 de mayo de 1977 después de medianoche la familia se despertó con ráfagas de armas de fuego y el llamado por altavoces del apellido Seoane, obligándolos a salir de la casa. Al salir a abrir el portón, Inés vio entre 10 y 15 hombres apostados en las casas vecinas, armados, disfrazados y con el rostro tapado.
Al ingresar en la casa, interrogaron a su hermana en el dormitorio y a ella en la cocina. Les preguntaban por distintas personas, entre ellas por Miguel Ángel Soria, hermano del novio de su hermana, Rubén Soria. Más tarde se llevaron a María en camisón y descalza en un auto.
Pronto se contactaron con el jefe de María en la Petroquímica Mosconi y al día siguiente presentaron un hábeas corpus. Siguieron las indagaciones entre personal militar; días después les dijeron que estaba viva. Más adelante les recomendaron que no averiguaran más.
La familia continuó vigilada por un tiempo; en el barrio personas sin identificación preguntaban por sus actividades. Tiempo después un hombre de mediana edad se presentó y les aseguró que María seguía con vida, pero se negó a dar más detalles.
En agosto de 1977, tres meses después del secuestro, un compañero de trabajo, atemorizado, le contó que un amigo suyo había aparecido en una comisaría y decía haber visto en un lugar clandestino cercano a La Plata a María, secuestrada con otras personas. Se trataba de Alberto Omar Diessler.
Inés cerró su declaración leyendo un poema que su madre escribió en 1981, Las sombras.

A continuación declaró Ramón Baibiene, hijo de Arturo Baibiene y de Elba Leonor Ramírez Abella.
Se refirió detalladamente a las circunstancias que rodearon el secuestro de su madre y el asesinato de su padre y la búsqueda que siguieron para saber qué paso con ellos.
Relató que el 26 de abril de 1977 se encontraban en su casa de Berisso su madre, su hermana Leticia de 3 años y medio y él, de un año. Por la mañana temprano un grupo de hombres ingresaron en la casa violentamente y golpearon a su madre; los vecinos vieron cómo la sacaban envuelta en una sábana. Según el testimonio de éstos sabe que se la llevaron en un auto con otra mujer, Liliana Pizá.
En el año 2007, al conmemorarse 30 años de ese episodio, realizaron un homenaje en el barrio. Fue entonces que pudieron conocer lo que habían visto los vecinos. Éstos indicaron que después de llevarse a Elba algunos hombres permanecieron en la casa. Al mediodía Alberto Paira se dirigió al lugar; fue reconocido por quienes estaban agazapados y al darle la voz de alto, Alberto escapó. Cerca de allí lo asesinaron y dejaron su cuerpo durante horas en la calle.
Los vecinos recordaban también que alrededor de las 17:00 su padre se dirigía hacia la casa, pero al ver movimientos extraños en los alrededores intentó alejarse. Un vecino de apellido Taborda, miembro de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, lo identificó. Arturó trató de huir, pero fue herido en un terreno baldío cercano. Lo subieron a una camioneta, lo llevaron a su casa y lo interrogaron. Después de un tiempo los vecinos escucharon un disparo.
Este hecho salió publicado en los medios de la época, ocultando que cerca de treinta hombres ingresaron en su casa, le pegaron a su madre y separaron a los dos niños de la familia.
Ramón también contó que muchos años después, en 1999, leyó en un artículo publicado por el Diario Clarín que los restos de su padre habían sido identificados en un grupo de exhumaciones realizadas en el Cementerio de La Plata. A partir de esto, se pusieron en contacto con las personas liberadas de La Cacha que vieron a su madre. Se entrevistaron con Patricia Rolli, quien conoció a su madre como Bichi, apodo cariñoso que le había puesto su padre. Patricia les entregó un arito que su madre le había dado con la promesa de darlo a sus hijos si sobrevivía. A través de Héctor Javier Quinterno supieron que Elba apoyaba a sus compañeros aún en las terribles condiciones en las que estaban secuestrados.
En cuanto a su padre, saben que fue enterrado en el Cementerio de La Plata y que luego sus restos fueron depositados en el osario común. En los libros de la morgue encontraron dos entradas que podrían corresponder a la de su padre y la de Alberto Paira.

Luego declaró Leticia Baibiene, hija de Arturo Baibiene y de Elba Leonor Ramírez Abella.
Como su hermano, se refirió al operativo en que secuestraron a su madre y asesinaron a su padre y relató algunos de sus recuerdos sobre el hecho. Recordó que golpearon fuertemente la puerta de su casa y entraron muchos hombres; algunos de ellos les apuntaban y otros avanzaban hacia su madre. Preguntaron por su padre, le pegaron a Elba, insistieron en preguntar por su padre. La imagen que perduró en su memoria es la de su mamá rodeada y un patio de baldosas blancas y negras.
Relató también lo que sucedió con ella y su hermano después del operativo. Ambos fueron dejados con vecinos y horas más tarde una señora se presentó diciendo ser la abuela de los niños y se los llevó. Su familia recién tomó conocimiento de lo ocurrido a través de las noticias mendaces publicadas en los medios de la época. Su tío abuelo concurrió a la Comisaría de Berisso para averiguar por Ramón y Leticia y logró que después de cuatro o cinco días se los entregaran. Leticia decía que no quería irse sin su primita, una beba de 6 meses; se trataba de la hija de Alberto Paira y Liliana Pizá, Julia. Así la familia pudo recuperar a la pequeña tiempo después.
Explicó que sus padres militaban en Montoneros como Lía y Ernesto y que la persecución política golpeó duramente a toda la familia. En febrero de 1977 habían secuestrado al cuñado de su tía, Eduardo Cassataro, y a su esposa, Elba Arteta Fernández. A partir de ese hecho la familia se sintió alertada; dejaron de visitarse, de llamarse por teléfono; mantenían su domicilio en secreto. En abril secuestraron a su madre y asesinaron a su padre. En diciembre de ese año fueron secuestrados su tía, Alicia Beatriz Ramírez Abella, y su marido, Héctor Daniel Cassataro, y una prima de su madre, María Nélida Ramírez Abella, y su marido, Osvaldo Nereo Depratti.
Leticia también rememoró los distintos momentos de la investigación que realizaron durante años para saber qué había sucedido con sus padres. Se entrevistaron con familiares, con vecinos, con personas liberadas de La Cacha. Conocieron a María Silvia Bucci, Patricia Nora Rolli, Héctor Javier Quinterno. Todos les contaron cómo fueron los últimos días de sus padres. Patricia además les dijo que alguien de la guardia les comunicó que habían asesinado a Arturo y que ella y su hermano habían sido entregados a la familia.
Hay que recordar que en este juicio sólo se investiga la responsabilidad por los delitos de imposición de tormentos y privación ilegal de la libertad en perjuicio de Elba.

En quinto lugar declaró Laura Bogliano, hija de Adrián Claudio Bogliano y de María Susana Leiva.
Laura complementó las declaraciones de su hermana. Se refirió a la militancia de sus padres, su compromiso y solidaridad. También evocó el miedo entre los vecinos el día del secuestro y los datos que obtuvieron sobre sus padres a partir de personas liberadas que estuvieron secuestradas en La Cacha.
Evocó también los años en que esperaba que regresaran en cada cumpleaños, los silencios, el no poder ser escuchada su historia. También manifestó su agradecimiento por la realización de los juicios y valoró la tarea de su hermana como querellante en los juicios por crímenes cometidos durante la última dictadura.

Por último, declaró Camilo Nahuel Cagni, hijo de Julio César Cagni y Nora Adriana Silvestri.
Sus padres fueron secuestrados en la madrugada del 22 de junio de 1977, cuando él tenía cuatro meses de vida. Hombres armados, vestidos de civil ingresaron en su casa y después de una hora se llevaron a Julio y Nora. Sus abuelos maternos permanecieron en las habitaciones hasta que dejaron de escuchar ruidos.
Recordó que su padre militaba en la Juventud Guevarista, el sector estudiantil del PRT-ERP.
Un año después, María Elvira Luis le comunicó a su abuela materna que habría visto a Julio y Nora secuestrados en La Cacha. Les hizo saber que estaban juntos y que pensaban siempre en su hijo Camilo. Sus padres también fueron vistos por María Silvia Bucci.
Con los años se sucedieron las gestiones para averiguar qué había pasado con sus padres, habeas corpus, denuncias. Sus abuelos además fueron víctimas de extorsión; un hombre vestido de civil concurría a la casa ofreciéndoles información a cambio de dinero.

Recordó además la tristeza y desesperación que la desaparición de Julio y Nora llevó a la vida de sus abuelos, quienes con mucho esfuerzo lo criaron mientras esperaban en vano a sus hijos.

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