Embarazadas

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jueves, 29 de mayo de 2014

26° audiencia


La jornada del viernes 23 de mayo de 2014 comenzó con la declaración de María Elvira Luis, quien permaneció secuestrada en La Cacha durante 1977.
A poco de comenzar la audiencia, la misma fue interrumpida por la descompensación del imputado Miguel Osvaldo Etchecolatz, quien colapsó frente a la atónita mirada de todos los asistentes. Después de que el presidente del tribunal ordenara desalojar la sala, el imputado fue trasladado en ambulancia al Hospital San Martín de la ciudad de La Plata.
Después de una larga espera se reanudó la audiencia con la declaración de María Elvira, sin la presencia del público. Además se le exhibieron a la testigo una serie de fotos con el fin de poder reconocer entre ellas a quienes participaron en los delitos cometidos en su contra.

Pasadas las 17.00 hs el público reingresó en la sala para escuchar la declaración del siguiente testigo, Julio Horacio Pigeau, quien permaneció secuestrado en La Cacha durante 1977.
Trabajaba en Kaiser Aluminio. Con dos compañeros de la fábrica, Alberto Cabrera y Juan Edelmiro Rodríguez, había conformado la Comisión Interna.
Entre el 1° y 2 de marzo de 1977 por la madrugada, mientras estaba durmiendo, un grupo de hombres irrumpieron en su casa. Revisaron todo, robaron la mercadería que tenían en el comercio que daba al frente. Después de encapucharlo, lo introdujeron en un auto y lo llevaron a La Cacha.
Allí fue interrogado bajo tortura por tres hombres y una mujer, a la que le decían La Doctora. En una oportunidad, después de torturarlo lo dejaron a la intemperie hasta que luego lo llevaron al sitio en el que permanecía alojado con el resto de los secuestrados, en la parte superior.
Julio describió el lugar, la comida, la forma en que podían ir al baño. Escuchó que llamaban a ese lugar La Cacha. También señaló que todos los que estaban allí habían sido torturados. En particular recordó a Miguel Ángel Calvo, quien estaba muy lastimado. También sus compañeros de trabajo.
Entre las personas secuestradas mencionó a un joven Pablo, que era torturado todas las noches; María Cristina, Miguel Ángel Calvo, Juan Edelmiro Rodríguez, Alberto Cabrera.
Mencionó también a una mujer embarazada, Elsita, que estaba secuestrada con su marido; supo que luego fue liberada y tuvo su hijo.
Señaló que los torturadores se paraban frente a los catres en los que estaban tirados para elegir a quien torturar. El Francés decidía quién sería torturado cada día.
Entre los guardias recordó a El Pollo y otros que eran llamados Carlitos.
Permaneció en el lugar cerca de veintitres días, aunque destacó que allí perdió la noción del tiempo. Fue liberado una noche con Alberto Cabrera por la zona de Costa Sur. Después de su liberación fue despedido de la fábrica.
Años después, en 1982, vio publicado el reportaje a un exiliado en Brasil; reconoció en el croquis publicado en el diario La Voz el lugar en el que había estado secuestrado.
En este juicio no se investigan los crímenes cometidos en perjuicio de Julio ni de sus dos compañeros Cabrera y Rodríguez.

Luego fue el turno de Juan Miguel Scatolini, quien relató detalladamente su carrera vinculada a la criminología y la administración de unidades carcelarias. Indicó que entre 1968 y 1974, trabajando en el Pabellón Lombroso del Hospital Melchor Romero, uno de los pabellones dedicados a los pacientes psiquiátricos a disposición de la justicia penal, conoció a Héctor Raúl Acuña.
A mediados de aquel año se acuartelaron los jefes carcelarios de la Unidad 2 de Sierra Chica; lo recordó como un incidente violento y de gravedad institucional. A partir de entonces comenzó cierta persecución a un sector de los asesores penales. En ese contexto, debió dejar su lugar en el Pabellón Lombroso y pasó a desempeñarse en la Unidad 12 de Gorina.
En los primeros días del mes de abril de 1976 vio salir de allí a otro personaje conocido por él, Isaac Crespín Miranda. Le llamó la atención su presencia en el lugar y luego pudo averiguar que aquel había ido especialmente a buscar su domicilio y el de otro compañero, Eduardo Caldarola.
Pocos días después lo secuestraron y fue llevado esposado y vendado al predio de 1 y 60 en La Plata, en donde estuvo alojado un tiempo, pero fue llevado en tres oportunidades a otro lugar que no pudo reconocer. Allí lo interrogaron bajo tortura con picana y golpes. Insistentemente le preguntaban por “las armas” y por Juan Domingo Bocha Plaza, el sobrino de Monseñor Plaza. Indicó también que la tortura le dejó secuelas para toda la vida. Él cree que las preguntas no tenían el fin de averiguar algo, sino que su secuestro se debía solamente a que intentaban castigarlo por su relación con el sistema carcelario.
En su declaración mencionó a algunas personas secuestradas en 1 y 60 con él. También señaló que una persona que se identificó como Juan Carlos Gómez, Pajarito, de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, le dijo que quienes lo habían torturado fueron Héctor Raúl Acuña e Isaac Crespín Miranda, imputados en esta causa.
Más adelante le hicieron firmar una declaración apócrifa; al negarse a hacerlo, le dijeron que si persistía en su negativa lo mandarían nuevamente con “los marinos”.
Juan trató de contextualizar el entramado delictivo que vinculaba a la marina, el sistema penitenciario y los grupos parapoliciales en el marco de la clandestinidad. Se refirió entonces a que Victorio Calabró, quien asumió la gobernación cuando Oscar Bidegain renunció en enero de 1974, tenía una estrecha relación con la marina.
Durante su gobierno, que se extendió hasta el golpe de estado de 1976, personas de esa fuerza quedaron a cargo del Servicio Penitenciario de la Provincia de Buenos Aires. Asimismo, el gobernador ofrecía protección a grupos de ultraderecha como la CNU (Concentración Nacional Universitaria). Algunos miembros de esta agrupación estaban detenidos en la Unidad 9.
También indicó que en la época los marinos actuaban como grupos operativos protegidos por el gobierno. Puesto que ellos eran quienes estaban a cargo del Servicio Penitenciario, no habrían tenido inconveniente en realizar asesinatos y otro tipo de acciones violentas en colaboración con personas “detenidas” de la CNU. Citó como ejemplo el asesinato de Luisa Marta Corica en abril de 1975.
Otro hecho que destacó fue la desaparición de dos detenidos en la Unidad 9 el 2 de febrero de 1978, fecha en la que en el libro de novedades se indica que Héctor Raúl Acuña e Isaac Crespín Miranda realizaron una visita a la unidad. Los desaparecidos fueron Gonzalo Carranza y Guillermo Segali.
En la Unidad 9 también estaba Mario Oscar García, inspector general que había liderado el autoacuartelamiento del año 1974 y Juan afirmó que existía una cadena de mando que se respetaba; de mayor a menor autoridad enumeró a García, Miranda y Acuña.
También se refirió a su propia detención en la Unidad 9. Mientras estuvo allí supo por compañeros que Acuña actuaba en otros lugares; Ricardo Victorino Molina le dijo que había visto a Acuña en La Cacha; Gustavo Calotti que había sido torturado por Acuña en Arana.
También agregó que entre 1980 y 1981 supo que Juan Domingo Plaza y la persona que fue secuestrada con él fueron torturados por la dupla Acuña-Miranda.
En cuanto al sector de inteligencia del Servicio Penitenciario, señaló que su jefatura funcionaba en la calle 6 entre 34 y 35 de La Plata; en cada unidad carcelaria además había personal que llevaba y traía la información. Miranda dirigió el servicio un tiempo.
Finalmente, Juan Miguel agradeció al tribunal y afirmó que el esclarecimiento sobre estos delitos fundamentalmente los lleva adelante la sociedad, no sólo los tribunales y en nombre de los que no están pidió justicia.

A continuación declaró Néstor Ángel Siri, quien se desempeñó como pediatra en el servicio de la Unidad 8, Cárcel de Olmos. Fue una declaración breve, en la que no abundaron las preguntas de las partes.
El testigo refirió que había ingreso en el servicio como pediatra en 1975. Cumplían turnos por hora. En una oportunidad en el año 1977, al ingresar a las 9 de la mañana para prestar servicio, tomó conocimiento de que en la madrugada habían nacido mellizos. No precisó la fecha y tampoco se la preguntaron.
Indicó que el parto fue atendido por el otro pediatra del servicio, a quien no nombró. Los recién nacidos se encontraban en incubadoras. El médico había dejado las especificaciones escritas en una simple hoja de cuaderno. Él las pasó a una hoja de Historia Clínica. Dijo no recordar cómo estaban identificados los niños; cree que como “1” y “2”.
Dijo además que las incubadoras no eran las adecuadas y que en el servicio, a pesar de que trataban de brindar un servicio acorde a un hospital, no había enfermería especializada. Indicó que se trataba de dos niños de poco peso y recomendó otras incubadoras. Tambien dijo que en ocasiones derivaban a los niños al Hospital de Niños para que tuvieran una mejor atención.
También afirmó que le resultó llamativo que al día siguiente los niños no estuvieran más allí. Dijo que preguntó por ellos pero que no le informaron nada sobre los mismos.
Si bien el testigo declaro no recordar haber atendido muchos partos, no le fue preguntado cuáles recordaba. Refirió que se decía que detenidas de otras unidades eran llevadas allí para dar a luz; estaban unos días y se iban. Nunca notó presencia de personal que no fuera el habitual. Dijo también que las presas estaban separadas en dos sectores, el de las presas comunes y el de las que estaban a disposición del PEN.
Indicó que normalmente atendían a los niños en el consultorio y cree que éstos permanecían allí hasta los dos años.
En cuanto a María Hilda Delgadillo, obstetra del servicio, dijo creer que tuvo un final dramático.
Hay que aclarar que los mellizos a los que el testigo hizo referencia son los hijos de Juan Enrique Reggiardo y de María Rosa Ana Tolosa, nacidos durante el cautiverio de su madre. La doctora Delgadillo desapareció meses después del nacimiento de los niños y sus restos fueron encontrados hace pocos años.

Luego se escuchó la declaración de Rubén Alejandro Martina, hermano de Jorge Alberto Martina, ambos secuestrados en La Cacha durante 1977.
Relató que en la madrugada del 6 de diciembre de 1977 madrugada fue secuestrado de su casa en la localidad de Tolosa. Perosonas sin identificarse irrumpieron en su casa, le taparon, la cabeza, lo esposaron, amenazándolo con secuestrarlo si no decía en dónde se encontraba su hermano. Tenía entonces veintiun años.
Lo llevaron en un auto durante un corto trayecto. El auto se detuvo, creyó escuchar que se realizaba otro secuestro y luego continuaron hasta llegar ya de día a La Cacha.
Allí lo llevaron a una sala en la que lo interrogaron por su hermano; indicó que había una mujer en el interrogatorio. El hombre que parecía ostentar el rango mayor hizo desalojar la sala y le dijo que podían matar a su hermano en un enfrentamiento o secuestrarlo con la posibilidad de que sobreviviera.
Horas más tarde secuestraron a Jorge en la Galería Williams. Allí tenían que encontrarse los hermanos por una entrevista de trabajo. Esa misma tarde pudo hablar con su hermano, quien le dijo que cuidara a sus padres.
Rubén fue alojado con otras personas secuestradas, esposado, encapuchado. Cuando pudo sacarse la capucha vio que cerca suyo estaba Ricardo Dakuyaku, compañero de la facultad de su hermano, quien le dijo que había sido torturado. También escuchó que estaban Antonio Piovoso y Otilio Pascua.
Refirió además que en el lugar escuchó el silbato de un tren, ladridos constantes de perros, la radio alta para tapar los gritos de la tortura.
En una oportunidad dijeron que visitaba el lugar el “jefe de área”, de quien pudo ver los pies calzados con zapatos negros de vestir. El hombre caminaba firme entre los secuestrados y se hizo un silencio absoluto.
Entre los guardias y torturadores mencionó a Palito, Potro.
Después de haber secuestrado a su hermano lo liberaron. Dos días después, por la noche, fue llevado en auto con otro muchacho joven, adolescente, de Quilmes o Berazategui, a quien hicieron bajar en la rotonda de Alpargatas. A él lo obligaron a bajar frente al Batallón 601 de City Bell.
Señaló que su padre tenía amigos relacionados con el poder y que no le manifestaba a la familia cuál era la fuente de las informaciones que trataba de obtener. Recordó que para 1979 su padre llegó llorando porque le había dicho que habían matado a su hijo.
En 1985 Rubén reconoció el lugar en el que estuvo en un croquis que le exhibieron en la CONADEP. Entonces supo que había estado en La Cacha y comprendió el recorrido que habían hecho desde su casa. Después de secuestrarlo a él secuestraron a Dakuyaku y luego se dirigieron a La Cacha.
En cuanto a su hermano, cree que vivía en la calle 6 y 37, en un departamento que fue saqueado después del secuestro. A Jorge le decían Mingo por Migo Martino, un baterista de jazz. Estudiaba arquitectura y trabajaba en un estudio. Tenía 25 años y era Presidente del Centro de Estudiantes de Arquitectura de la Universidad Nacional de La Plata.
En el final expresó que pasaron muchos años de silencio, no sólo por el gobierno militar sino porque en Azul, el lugar al que fue a vivir, no se podía hablar mucho. Su secuestro y la desaparición de su hermano tuvo efectos fuertes en la familia; su madre enfermó y murió de tristeza, su padre perdió la alegría, sus hermanas sufren hasta hoy psíquicamente, a él le quitaron la oportunidad de crecer con su hermano y al país una generación que pudo aportar mucho.
Rubén también desea que sus hijos crezcan en libertad y democracia y por ello pide que se haga justicia.

En último lugar declaró Daniel Eduardo Robelo, casado con la prima de Ana Inés Della Croce.
En su brevísima declaración señaló que conocía a algunos imputados por estar detenido con ellos en Marcos Paz, sin explicar los motivos.
Robelo se encuentra imputado en la causa Base III de Mar del Plata, en la que se investigan los crímenes cometidos por el circuito represivo de la Marina.
Luego se refirió a su vínculo con Ana Inés Della Croce, quien permaneció secuestrada en La Cacha durante 1977. Dijo que la familia nunca le preguntó nada sobre el paradero de la joven ni hablaron sobre el tema. Sabe que tenía un hijo y que fue criado por la tía.

La declaración de los testigos anunciados en la audiencia anterior Maitena Barrenese y María Teresa Calderoni fueron suspendidos.


La próxima audiencia fue convocada para el miércoles 28 de mayo a partir de las 10.00 hs. Se prevé la declaración de Inés Alicia Ordoqui, Julián Axat, Raúl Eduardo Axat, Teresa Nora Meschiani, Nora María Gutiérrez, Daniel Orlando Talerico, Rodolfo Enrique Tessari y Mónica Torres.

25° audiencia

La jornada del miércoles 21 de mayo de 2014 comenzó con la declaración de Silvia Inés Cavecchia, quien permaneció secuestrada en La Cacha durante 1977. Silvia ya había declarado en la cuarta audiencia, el miércoles 12 de febrero de 2014. Desde entonces había quedado pendiente la posibilidad de que se le exhibieran fotos para identificar a alguna de las personas que participaron en su secuestro y torturas. En esta oportunidad Silvia declaró sin la presencia del público y realizó el reconocimiento fotográfico pendiente.

Después del mediodía declaró José Luis Passadores, hijo de Luis José Passadores, ambos secuestrados en La Cacha durante 1977.
Relató detalladamente que en marzo de 1977 él tenía 16 años, estaba por comenzar el cuarto año del bachillerato y empezaría a trabajar con su padre cubriendo el turno de noche en una cochera en la calle 4 y 50 de La Plata. Era la noche del miércoles 16 de marzo y se quedaría por primera vez hasta las 8 de la mañana del día siguiente.
Cerca de la medianoche llegaron Rubén Contardi, el encargado de la cochera, y un cliente, Mauri. Poco más tarde ingresó un grupo que se identificó como de fuerzas conjuntas. Mataron a la perra de un disparo, les taparon la vista a los tres, se llevaron a Rubén y Mauri y a él lo interrogaron en la oficina del lugar hasta la mañana siguiente, preguntando por Antonio Bettini, el dueño de la cochera, y su hijo Carlos.
Recordó que estos hombres poseían armas largas, llevaban bolsas, tal vez con municiones, y que una vez dentro de la cochera se ubicaron en distintos puntos. En la parte superior de la cochera permanecieron tres hombres de civil; al ir llegando los clientes para retirar sus autos, eran interrogados en la entrada por sus datos personales; luego los hacían mirar hacia arriba, para que aquellos los controlaran. Uno de los hombres que estuvo allí tenía una mancha en la cara, la única característica que pudo recordar.
También se refirió al robo, ya que pudo ver cómo se llevaban en una camioneta del estacionamiento una heladera, un escritorio, motos de los clientes.
Por la mañana llegó su padre; también fue interrogado. Cerca del mediodía del jueves permitieron que su padre regresara a la casa y él permaneció en la cochera como rehén. En algún momento de la tarde que no pudo precisar se retiraron del lugar.
Después de eso pudo salir para asistir al primer día de clases del año. Salió temprano de la escuela y pensó pasar por su casa y luego volver a la cochera a cumplir con su trabajo. Pero al bajar del colectivo se encontró con gente armada esperándolo, preguntando por su padre. Lo vendaron, ataron e introdujeron en el baúl de un auto. Después sabría que habían permanecido en su casa, con su madre y su hermana, hasta la madrugada, rompiendo y robando todo lo que pudieron. Entre otras cosas se llevaron el boleto de compra venta de la casa en la que vivían y el de un terreno que poseían en Berisso, en el que habían vivido años atrás. Nunca más lo recuperaron.
Luego relató que lo llevaron de regreso a la cochera, en donde secuestraron a su padre. De allí condujeron hasta La Cacha.
En el lugar pudo ver que estaban Alfredo Temperoni -chofer de la familia Bettini-, Rubén Oscar Contardi -encargado de la cochera-, Antonio Bettini -dueño de la cochera-, María Cristina Temperoni -hija de Alfredo, casada con Rubén- e Inés Alicia Ordoqui –prima de Rubén-. También habían secuestrado a Mauri, el cliente que había ido a la cochera con Rubén.
Señaló que su padre, Bettini, Temperoni y Contardi fueron torturados casi dos noches consecutivas; hasta el presente recuerda sus gritos. Luego fueron separados los que permanecieron en el lugar y los que serían liberados. Alfredo y su hija, Ordoqui y él permanecieron con un chico joven, conscripto, que era de Mar del Plata y tenía úlceras en las rodillas.
Permaneció cuatro días en La Cacha. Durante ese tiempo estuvo permanentemente con la vista tapada.
El lunes dijeron que los liberarían. Lo llevaron en un auto con Alfredo Temperoni; a él lo dejaron en las inmediaciones de 66 y 197, desde donde tomó un colectivo hasta su casa. Supo que a Alfredo lo dejaron más cerca de la ciudad.
Más adelante Alfredo le contó que María Cristina e Inés Alicia habían sido liberadas. También que a él lo habían secuestrado otras veces pidiendo ropa para su yerno.
Indicó también que una persona allegada a la familia, con cierta relación con las fuerzas de seguridad, les comentó que su padre habría sido asesinado en agosto de 1977; para esa época fue encontrado un hombre con el anillo de matrimonio de su padre, que había sido acribillado en la calle, simulando una fuga o ataque.
En este juicio no se investigan los delitos cometidos en perjuicio de José Luis ni de su padre.

Luego fue el turno de Alberto Alfio Cavalié, quien permaneció secuestrado en La Cacha durante 1977.
Relató que en 1977 trabajaba en la fábrica de vidrio Rigolleau, frente a la estación de Berazategui. Con dos compañeros de trabajo, Rubén Darío Barriento y Esteban Colman, solían hacer el camino de regreso a casa juntos, ya que los tres vivían cerca.
En los primeros días de diciembre de 1977 salieron de la fábrica como siempre; levantaron por curiosidad un panfleto que encontraron en el suelo. Hombres de civil que venían detrás de ellos los acusaron de estar repartiéndolos y a punta de pistola los llevaron hasta la Comisaría 1° de Berazategui.
Allí pasaron la noche tirados en el patio. Al día siguiente los trasladaron al Regimiento 601 de City Bell. En aquel lugar personal militar discutía sobre el lugar al que serían derivados. Finalmente decidieron llevarlos a la Comisaría 8° de La Plata.
Alberto relató que allí había presos comunes y presos políticos, todos mezclados; pero más tarde supo que en la lista que pasaban, los presos políticos tenían una marca junto a su nombre.
Estuvieron allí pocos días, hasta que los obligaron a meterse en el baúl de un auto y los trasladaron a La Cacha, un lugar que no imaginaba que podía existir.
Recordó los sonidos del lugar, las características que pudo percibir, la cantidad de gente que vio secuestrada, el maltrato. No podían moverse, hablar o mirar. Comían una vez por día. Mientras estuvo allí, le dieron una pastilla diariamente; nunca supo para qué era. En el lugar perdió completamente la noción del tiempo.
Indicó que un conscripto los vigilaba. Una persona los llevaba al baño y recordó que decía la frase “vienen coches”, lo que significaba la llegada de un grupo para interrogar a los secuestrados.
Él fue separado de sus compañeros y en distintos momentos de su cautiverio fue llevado a otro lugar para ser interrogado bajo tortura. Describió el lugar como una casita en donde fue torturado con el paso de corriente eléctrica. Los torturadores llamaban a esto “darle máquina”.
Por lo menos tres hombres participaban en el interrogatorio; uno manejaba el paso de la corriente, otro preguntaba y un tercero vigilaba. En una oportunidad lo torturaron con sus otros dos compañeros.
De las personas que estuvieron secuestradas con él recordó a una joven, que permanecía alojada a su lado. Le llamó la atención que no estuviera encapuchada y cree que estaba embarazada. Indicó que podía tratarse de Laura Carlotto.
Una noche fue liberado con sus compañeros de trabajo en el Parque Pereyra Iraola, una zona de pastizales altos. Regresó a su casa destruido, pesando treinta kilos, con la ropa hecha harapos. Durante mucho tiempo pensó que era seguido y vigilado y le costó mucho recuperarse de lo que vivió en esos días, un momento muy triste para toda su familia. Fue reincorporado en su trabajo, sin que nunca le preguntaran nada al respecto.
Con los años, leyendo, supo que había estado secuestrado en La Cacha.
Alberto se emocionó al recordar a su amigo y compañero de trabajo Rubén Dario Barriento, quien falleció hace años por problemas cardíacos.

Al finalizar esta declaración se discutieron las condiciones en las que Inés Alicia Ordoqui debe realizar el reconocimiento fotográfico que quedó pendiente desde su declaración en la cuarta audiencia, el miércoles 12 de febrero de 2014. Entre otras cosas, el abogado del imputado Claudio Raúl Grande, Juan José Losinno, nuevamente recusó –sin éxito- al presidente del tribunal.

Luego declaró Julio César Chávez, quien también permaneció secuestrado en La Cacha durante 1977.
Una noche de febrero de 1977, cerca de medianoche, irrumpió en su casa un grupo de hombres disfrazados, armados. Él vivía con su mujer y sus dos hijos de seis y tres años. Luego supo que antes habían ingresado equivocadamente en la casa de un vecino buscándolo a él.
Julio tenía entonces veintisiete años; era peronista y trabajaba en la Dirección de la Energía de la Provincia de Buenos Aires (DEBA). Le decían Cacho.
Después de revisar la casa se lo llevaron con la cabeza tapada con una sábana. En la esquina lo introdujeron en el baúl de un auto y lo llevaron a La Cacha. Recordó que aquellos momentos tenía un temor tremendo y estaba preparado para morir.
Lo alojaron en un lugar en el que lo esposaron a un fierro. Él pensaba que era Arana, pero le dijeron que se trataba de La Cacha. Allí lo interrogaron bajo tortura; le preguntaban sobre sus compañeros y si era pariente de los Chaves. También simularon fusilarlo. Indicó además que los torturadores llamaban “parrilla” al lugar en donde torturaban.
Su hermano gemelo, Alcides Chávez, también fue secuestrado y alojado allí.
Entre las personas secuestradas recordó a Oscar Horacio Molino.
Entre los guardias y torturadores mencionó a Quique, El Francés.
Relató que permaneció secuestrado más de un mes y lo liberaron con su hermano en la zona de Costa Sur. Allí pidieron ayuda a los vecinos y pudieron regresar a sus casas. Después pudo reincorporarse a su trabajo.
En el final expresó que declaraba por los treinta mil desaparecidos y pidió que se haga justicia.

Luego se escucharon las declaraciones de Susana Elena Habiaga, Guillermina García Cano y Carolina García Cano, esposa e hijas de Guillermo Marcos García Cano.
Guillermo era ingeniero mecánico y militaba en Montoneros. Tenía tres hijas con Susana y desde agosto de 1976 no convivía más con ella.
El 20 noviembre de 1976 fue a dejar a su hija Carolina, de nueve años, en la casa de una amiga. Por la tarde debía pasar a buscarla, pero nunca lo hizo. Fue secuestrado en la calle. Por otra parte, la casa de la hermana de Guillermo fue ocupada por un grupo de hombres.
Susana fue con sus hijas por un tiempo a Lobería; luego regresaron a La Plata y después permanecieron en Mar del Plata durante 1977.
Poco tiempo después del secuestro de Guillermo, los secuestradores se pusieron en contacto con sus padres. Concertaron a partir de entonces varios encuentros con la familia.
En diciembre de 1976, cerca de navidad, Guillermo se encontró con sus hijas por primera vez después de su secuestro. Fue un almuerzo en la casa de los padres de Guillermo en Plaza Olazábal. Un grupo de hombres de civil lo llevaron allí. Tanto Guillermina como Carolina recordaron el encuentro y dijeron que su padre se encontraba cambiado, demacrado, triste.
También recordaron los nombres de las personas que lo vigilaban –Carlitos, El Oso, Amarillo, El Francés-.
Las visitas siguieron concertándose a lo largo de 1977 a través de los padres de Guillermo. Guillermina recordó que vio a su padre en tres o cuatro oportunidades en la Brigada de Investigaciones de La Plata y cerca de cinco veces más en casa de sus abuelos.
Por su parte, Carolina recordó que en el mes de febrero de 1977 fue con su abuelo a la Brigada de Investigaciones de La Plata a llevar un lechón para el cumpleaños de su padre. Esa vez ella no bajó del auto y no se encontraron con Guillermo.
Las visitas que realizaron a la Brigada de Investigaciones de La Plata las hacían las niñas acompañadas por sus abuelos. Allí se entrevistaban con Guillermo en una sala con sillones grandes. También pudieron conocer un lugar en el que su padre dormía con otras personas secuestradas, entre ellas una mujer embarazada. También recordaron que en esas visitas estaban los familiares de los otros compañeros, entre los que mencionaron a Domingo Héctor Moncalvillo, Liliana Amalia Galarza, Pablo Joaquín Mainer y María Magdalena Mainer.
Durante su secuestro Guillermo envió además algunas cartas a sus hijas en las que describía el lugar en el que estaba y mencionaba a las otras personas secuestradas. El 30 de abril de 1077 envió una en la que decía que se encontraba en un lugar distinto, lindo, con un jardín y una casa rodante. A partir de entonces las visitas sólo se realizaron en la casa de los padres de Guillermo.
Susana contó también que pudo encontrarse con él en cuatro oportunidades mientras estuvo secuestrado. En ellas no estaban presentes las personas que se encargaban de trasladarlo y vigilarlo. Recordó que la primera vez que lo vio tenía algunos dientes rotos, la mirada de anciano y lloraba y permanecía en silencio, deprimido. Dijo que le impresionó mucho verlo así, más de seis meses después de su secuestro, entre abril y mayo de 1977.
Lo vio en otra oportunidad en la casa de la tía, con las niñas y otra vez en casa de sus suegros; entonces Guillermo, las niñas y ella se quedaron a dormir.
Tanto Susana como sus hijas recordaron también la última entrevista. Les habían dicho que debían confeccionar sus pasaportes porque existía la posibilidad de que Guillermo saliera del país a Uruguay. Susana tenía que concurrir una tarde, fuera del horario de atención al público, a la delegación de la Policía Federal en La Plata con sus hijas y preguntar por El Oso.
Así lo hizo; pero al preguntar al guardia por El Oso la obligaron a no detenerse. Asustada fue a la casa de sus suegros. Allí recibió un llamado de Guillermo diciendo que estaba esperándola en el lugar y que regresara. Al volver le dijeron que tendría que haber aclarado que estaba preguntando por “gente de los servicios”.
La hicieron pasar con las niñas a una sala en la que estaba Guillermo con un hombre -tal vez fuera El Oso- vestido de civil, quien dijo que se encargaría de conseguir garantes para poder expedir los documentos. Otra persona escribía a máquina.
Susana cree que los pasaportes se los alcanzaron al padre de Guillermo. Muchos años después los presentó al declarar en el Juicio por la Verdad. Nunca vio el pasaporte de su marido.
Hasta octubre de 1977 la familia siguió teniendo contacto con Guillermo. Hacia noviembre habían preparado una valija con ropa nueva para el tan esperado viaje y el padre de Guillermo había entregado además cerca de ocho mil dólares; creían que Guillermo sería liberado.
Entre fines de noviembre y diciembre de 1977 llamaron a casa de los padres de Guillermo para avisar que había salido del país. A partir de entonces no tuvieron más noticias sobre él.
Tiempo después, Susana supo por liberados que Guillermo había estado en La Cacha, entre ellos Patricia Nora Rolli, quien conocía a Susana y Guillermo desde antes del secuestro. Guillermo no mencionó en ningún encuentro que había estado allí.
Los padres de Guillermo fallecieron, pero sus nietas recordaron que las personas que llevaban a su padre y también visitaban la casa de sus abuelos en forma sorpresiva. Además, el padre de Guillermo, carpintero, fue obligado a confeccionar unos muebles para uno de los secuestradores, El Oso o El Amarillo. La madre de Guillermo decía que una de esas personas se llamaba Colores.
Guillermina recordó que en las visitas a la casa de sus abuelos, quienes traían a su padre revisaban toda la casa; iban bien vestidos, de civil, con traje y zapatos lustrados y en algunas oportunidades permanecían en el lugar hasta que terminaba la visita.
También mencionaron que en sus cartas Guillermo hacía ciertas observaciones relacionadas con la iglesia como concurrir a misa, temas sobre los que nunca se había preocupado antes. Años después el abuelo de las niñas se sorprendió al ver en el boletín de una de ellas la firma de la secretaria de la escuela de apellido Von Wernich; recordó entonces al cura que había participado en el secuestro de su hijo.
No hubo preguntas de las partes sobre la hija o hijo de Guillermo que aún permanece desaparecido; debió haber nacido durante el cautivero de su madre, Graciela Irene Quesada, otra secuestrada.


La próxima audiencia fue convocada para el viernes 23 de mayo a partir de las 10.00 hs. Se prevé la declaración de Julio Horacio Pigeau, Rubén Alejandro Martina, Maitena Barrenese, Néstor Ángel Siri, María Teresa Calderoni y María Elvira Luis.

lunes, 26 de mayo de 2014

Cronograma de audiencias

La próxima audiencia fue convocada para el miércoles 28 de mayo a partir de las 10.00 hs. Se prevé la declaración de Inés Alicia Ordoqui, Julián Axat, Raúl Eduardo Axat, Teresa Nora Meschiani, Nora María Gutiérrez, Daniel Orlando Talerico, Rodolfo Enrique Tessari y Mónica Torres.

jueves, 22 de mayo de 2014

Cronograma de audiencias

La próxima audiencia fue convocada para el viernes 23 de mayo a partir de las 10.00 hs. Se prevé la declaración de Julio Horacio Pigeau, Rubén Alejandro Martina, Maitena Barrenese, Néstor Ángel Siri, María Teresa Calderoni y María Elvira Luis.

miércoles, 21 de mayo de 2014

24° audiencia

En la jornada del viernes 16 de mayo de 2014 se escucharon siete declaraciones.
En primer lugar declaró por teleconferencia desde Bahía Blanca Demetrio Aldo Giourgas, hermano de Stella Maris Giourgas.
Stella había hecho la escuela secundaria en Bellas Artes y luego estudió agronomía en la Universidad Nacional de La Plata.
Según le contó la familia adoptiva de su hermana, el 22 de septiembre de 1977 un grupo de hombres armados golpearon la puerta de la casa, identificándose como fuerzas conjuntas. Stella Maria abrió y al entrar revisaron todo y encerraron en una habitación a Ural Pérez, su esposa -Carmen Amaro- y sus hijos. Diez minutos después se fueron, habiendo secuestrado a Stella Maris. La casa estaba ubicada a menos de cien metros de la Unidad Regional de Policía de la Provincia de Buenos Aires, en calle 12 y 60 de la ciudad de La Plata.
A partir de entonces comenzaron las gestiones para averiguar lo sucedido con Stella Maris: habeas corpus, gestiones ante organismos nacionales e internacionales, ante la iglesia, ante el Regimiento 7.
Ural Pérez le contó además que tuvo contacto con un estudiante que había estado secuestrado en el BIM 3; éste dijo haber conversado con Stella Maris allí, aunque no pudo verla porque permanecían encapuchados.
Muchos años después tuvo un breve contacto telefónico con Carlos Aurelio Bozzi y a partir de ello sabe que existen probabilidades de que su hermana haya sido asesinada cerca de Mar del Plata.

A continuación declaró Jorge Edgardo Guastapaglia, quien permaneció secuestrado en La Cacha durante 1977.
Relató que el 13 de septiembre de 1977 fue secuestrado un amigo de la infancia, Guillermo Rubén Di Bastiano; ese mismo día lo fueron a buscar a él a casa de sus padres. Jorge se encontraba fuera de la ciudad.
Poco después, el 8 de noviembre de 1977 por la noche, hombres de civil, armados, irrumpieron en la casa de sus padres. Revisaron todo, encontraron una libreta de direcciones y lo interrogaron por Gustavo Rubén Ogando. Después de esto lo esposaron y encapucharon y lo llevaron en el piso del asiento trasero de un auto a casa de su hermano –Mario Alfredo Guastapaglia- en Martínez. Su padre pudo reconocer que los guantes que llevaban los secuestradores eran de la Marina.
Recordó que al llegar allí lo hicieron descender y tocar timbre. Como nadie atendió, lo volvieron a subir al auto y lo llevaron a un lugar no muy lejano, esposado y encapuchado. Señaló que mientras estaban aguardando, uno de sus secuestradores fue herido de bala en las inmediaciones, en circunstancias que él no presenció.
Permaneció el resto de la noche en esa especie de casa u oficina y luego lo trasladaron a La Cacha. Allí lo dejaron en un lugar pequeño con aberturas rectangulares en el techo, como para pasar cables. Poco después llevaron a su lado a su hermano, quien le contó que al despertar vio su casa ocupada por quienes después lo secuestraron.
Recordó que estuvo tres o cuatro días en ese lugar y que los interrogatorios eran efectuados en un lugar adyacente, que tenía una ventana por la que podía verse una antena de radio. Tenía además un elástico de metal, precario. Allí alrededor de cuatro personas lo interrogaron nuevamente sobre Gustavo Rubén Ogando; entre ellos había una mujer, Marta, conocida de su hermano por haber estado casada con Luis Bearzi. También estaba en el interrogatorio el Oso.
Después del primer interrogatorio, fue alojado en una sala amplia, en la parte superior del edificio. Más tarde se enteró que allí habían estado Gustavo Ogando y su esposa, María Victoria Navajas Jáuregui, y Guillermo Rubén Di Bastiano.
Otras personas secuestradas que mencionó fueron María Mercedes Hourquebié de Francese, Antonio Bettini, Bonifacia del Carmen Díaz, Elvira Rosa Díaz.
Relató que en una oportunidad les permitieron sacarse las capuchas y las esposas y que ese momento fue una especie de reencuentro entre los secuestrados. Otra vez le dieron papel y tabaco para fumar, algo que no se volvió a repetir. También se refirió a las condiciones de detención, la comida, la falta de privacidad y el manoseo que padecían las mujeres al ir al baño por parte de los guardias.
El 16 de noviembre de 1977 El Oso fue a buscarlo. Le sacó las esposas y le dijo que lo liberarían. Lo llevaron en auto hasta un lugar cercano a su casa, desde donde fue caminando. Años después pudo ver a El Oso en varias oportunidades deambulando por la ciudad de La Plata.
Diez días después de su liberación apareció su hermano, quien le pudo contar que había sido interrogado bajo tortura con picana. Meses más tarde realizaron un nuevo operativo en la casa de su hermano, en el que rompieron y robaron todo. Después de esto decidieron exiliarse. Ambos lo hicieron en Venezuela, pero su hermano permaneció allí hasta su muerte en el año 2011.
En el final de su declaración, Jorge agradeció el hecho de poder declarar públicamente y recordó afectuosamente a su hermano, médico cirujano con una importante trayectoria en Venezuela, que dedicó su vida a ayudar a las personas.

Luego fue el turno de María Laura Pascua, hermana de Otilio Julio Pascua.
Relató que en la madrugada del 24 de diciembre de 1975 realizaron un operativo en la casa de sus padres, buscando a su hermano. Hombres con ropa de combate irrumpieron, los colocaron contra la pared, revisaron la casa y robaron todo lo que pudieron. Otilio se encontraba con unos amigos y al regresar su hermana le contó lo sucedido. A partir de entonces dejó de vivir allí y la familia perdió contacto con él.
Sabían que vivía en Mar del Plata; para 1977 María Laura lo invitó a su casamiento, pero Otilio no concurrió. Poco después el papá de Cecilia Eguia le contó que Otilio había sido secuestrado con su hija y su yerno. Otilio había salido a hacer compras; al regresar un grupo de hombres lo esperaba y se lo llevaron con Cecilia y Santiago Sánchez Viamonte.
No tuvieron más datos hasta que en 1978 se encontraron sus restos. La policía se contactó con un vecino, quien les avisó a su madre y a ella que Otilio había sido encontrado en San Fernando. Se dirigieron a la Comisaría 9 de La Plata. Luego supieron que se había registrado una bajante importante del río Luján y aparecieron los cuerpos de Otilio y el de una mujer. Otilio estaba con las manos atadas a la espalda y un peso en los pies. Les dieron entonces el certificado de defunción y lo inhumaron en el Cementerio de La Plata, en el panteón del Círculo de Periodistas.
La familia realizó todo tipo de gestiones, presentaron habeas corpus, apelaron a la iglesia. María Laura dijo que Otilio tenía 27 años cuando lo mataron. Años después supo que militaba en el Partido Comunista Marxista Leninista. También sabe que su hermano fue visto secuestrado en La Cacha y que todo su grupo de compañeros fue secuestrado.

Luego declararon los hermanos de María Magdalena y de Pablo Joaquín Mainer, María de los Milagros, Juan Cristóbal y Maricel Marta Mainer.
En Corro 105 de Capital Federal vivían Lucy Matilde Gómez de Mainer y sus hijos Pablo Joaquín, Juan Cristóbal y María de los Milagros.
En la noche del 28 de septiembre de 1976 se comunicó telefónicamente con ellos María Magdalena –Malena-, quien había viajado a San Juan. En esa llamada debía darles una contraseña, que indicaría que todo estaba bien. María Magdalena no la dio.
Al día siguiente, el 29 de septiembre de 1976, se encontraban en la casa otra de las hermanas, Maricel Marta, embarazada, y su esposo, Ramón Barballe, quienes habían llegado de visita; la pareja vivía en Esperanza, Santa Fé.
Además se habían quedado a dormir cinco militantes de Montoneros: Ignacio José Bertrán, José Carlos Coronel, Alberto José Molinas Benuzzi, Ismael Salame y María Victoria Walsh, quien estaba con su hija.
Por la mañana María de los Milagros, que tenía nueve años, fue al colegio. Quienes permanecían en la casa sabían que estaban siendo vigilados y que la casa estaba rodeada. La escuela se encontraba a unas cuadras. Desde allí la niña pudo escuchar los ruidos del operativo que duró horas e intuyó que todo sucedía en su casa.
Del lugar secuestraron a Lucy, Juan Cristóbal, Maricel y Ramón y fueron llevados a un lugar que no pudieron identificar, tal vez El Vesubio. Bertrán, Coronel, Molinas Benuzzi, Salame y Walsh murieron.
Poco después llevaron a María de los Milagros desde el colegio a la comisaría, en donde se encontró con la hija de Victoria Walsh. Su tía Estela Gómez la fue a buscar y a partir de entonces se quedó viviendo con ella. Su familia entera había sido secuestrada y su casa saqueada.
Dos hermanos de Lucy comenzaron las gestiones inmediatamente después de los secuestros, uno pertenecía a la Armada y el otro tenía contactos con la Embajada de Estados Unidos.
Poco tiempo después Maricel y Ramón fueron liberados y se llevaron a María de los Milagros a vivir a Esperanza con ellos. Por su parte, Lucy y Juan Cristóbal, que entonces tenía 16 años, fueron llevados a Coordinación Federal y luego a la Cárcel de Devoto. Un mes después Juan Cristóbal fue nuevamente trasladado, esta vez a la UP 9, en donde permaneció hasta principios de 1980. Lucy permaneció en la cárcel dos años y medio.
Entre noviembre y diciembre de 1976 un hombre que se identificó como Federico Asís llamó a casa de tía de los hermanos Mainer. Dijo entonces que él se encontraba a cargo de Pablo Joaquín y María Magdalena, cuyo paradero nadie conocía desde hacía por lo menos dos meses. En ese llamado indicó que María Magdalena quería ver a su hermana pequeña. La tía puso al corriente a Maricel y poco después el mismo individuo escribió una carta amenazante, citándola a Maricel para que concurriera con la niña a la ciudad de La Plata.
A fines de 1976 Maricel y María de los Milagros realizaron la primera visita a la Brigada de Investigaciones de La Plata. Concurrieron con bastante temor; allí vieron a sus dos hermanos, Pablo Joaquín y María Magdalena, quienes estaban con otras personas secuestradas.
En sus declaraciones los hermanos Mainer explicaron que en principio se trató de un grupo formado por nueve personas -Liliana Amalia Galarza, Cecilia Idiart, Pablo Joaquín Mainer, María Magdalena Mainer, Domingo Héctor Moncalvillo, María del Carmen Morettini, Nilda Susana Salomone y dos hombres, Molina y Maza-. Estos dos últimos fueron separados del grupo más adelante y pasaron a estar detenidos en la UP 9, en donde conocieron a Juan Cristóbal.
De estas personas, además de sus hermanos, recordaban especialmente al Mono Moncalvillo por conocerlo de antes, como compañero de la facultad de María Magdalena.
Tanto Pablo como María Magdalena simulaban estar bien, pero se veían heridas y marcas de tortura en los brazos de María, quien había intentado suicidarse dos veces, la mirada de terror de Pablo, quien además estaba muy flaco, casi sin hablar.
En esa primera visita Maricel y María de los Milagros vieron a Christian Von Wernich y a Federico Asís, el Francés.
Maricel contó además que el 24 de marzo de 1977 nació su hijo. Entonces visitó nuevamente la Brigada de Investigaciones de La Plata con su hijo, para que los hermanos pudieran conocerlo. También en esta visita estaban los demás secuestrados y el sacerdote Christian Von Wernich, quien aparecía como el confesor del grupo.
Tiempo después, a mediados de 1977, El Francés citó a Maricel en las oficinas del SIE, quien concurrió con María de los Milagros. Las recibió en una oficina, vestido de civil. En esa oportunidad les contó cómo habían sido secuestrados sus hermanos –Pablo Joaquín al ir a tomar servicio cuando cumplía con el servicio militar obligatorio y María Magdalena en San Juan.
En esa oportunidad además El Francés le regaló un reloj a María de los Milagros, quien quiso devolvérselo en la audiencia; no pudo ser, porque el imputado Cacivio no estaba presente, ya que casi nunca asiste a las audiencias.
Otro de los temas de la entrevista fueron las condiciones para visitar a Pablo y María Magdalena y la supuesta preparación de una salida fuera del país que realizarían los integrantes del grupo de secuestrados por haber optado por ello. Dos miembros de aquel grupo, Molina y Maza, habrían optado por pasar a estar detenidos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional.
Los hermanos Mainer supieron que El Francés también convocó al resto de los familiares y se entrevistaba con ellos pidiéndoles ropa, dinero, documentación para preparar la supuesta salida de los secuestrados.
Por su parte, Juan Cristóbal permanecía aparentemente detenido en la UP 9. Por medio de una tía supo que no aparecía registrado como detenido a disposición del PEN, por lo que su situación allí era la de secuestrado. La familia realizó gestiones para que figurara su detención.
En junio de 1977 lo llevaron al despacho del director de la Cárcel. Allí se presentó un hombre como Federico Asís, quien además se hacía llamar El Francés, y le dijo que sus hermanos Pablo y María Magdalena lo querían ver. Entonces los vio por primera vez después de meses. Juan Cristóbal relató que sus hermanos estaban atemorizados.
Un mes después, entre julio y agosto de 1977, realizaron una segunda visita. En esta participaron El Francés y otro individuo que Juan Cristóbal no mencionó en sus declaraciones pasadas. Le comentaron sobre la salida del país que estaban planificando y le propusieron a él también hacerlo. Juan Cristóbal lo comentó con otro preso, Alfredo Bravo, quien le recomendó que no aceptara. Sus hermanos además le comentaron que Christian Von Wernich estaba relacionado con el grupo. Juan Cristóbal recordó además que Pablo estaba convencido de que la liberación no sería posible.
Maricel vio una tercera vez a sus hermanos secuestrados en la Brigada de Investigaciones de La Plata. También en ésta estaban los demás integrantes del grupo de secuestrados.
Entre septiembre y octubre de 1977 perdieron contacto con María Magdalena. El supuesto viaje se estaba organizando y las tías de la joven participaron más en los detalles por vivir en La Plata. Los hermanos Mainer recordaron que tanto Pablo como María Magdalena tenían muchas dudas sobre ese viaje y la posibilidad de permanecer con vida. Maricel indicó que todos querían creer que saldrían. Después de noviembre de 1977 no tuvieron más noticias.
A fines de 1977 Maricel recibió una segunda carta de Federico Asís. En ella les aclaraba que él no estaba más a cargo de sus hermanos y que sería trasladado a La Tablada, además de indicar otros detalles sobre su vida, como ser oriundo de Chaco y tener un hermano mellizo. Las dos cartas enviadas por El Francés fueron quemadas; sólo conservaron dos tarjetas enviadas por María Magdalena a María de los Milagros, quien leyó los textos en la audiencia.
Alrededor del año 1982 la familia Mainer volvió a vivir en La Plata. Durante años toda la familia recibió llamados telefónicos fuera de lo común por parte de un hombre que trataba de averiguar datos actuales de la familia Mainer, diciendo que era un filatelista chaqueño que estaba rastreando la colección del abuelo Mainer.
En 1985 tuvieron los primeros datos sobre lo sucedido con Pablo y María Magdalena a partir de la declaración de Julio Alberto Emmed, quien aportó información sobre el asesinato de los miembros del grupo de secuestrados.
Por declaraciones de amigos y personas liberadas supieron que además de permanecer en la Brigada de Investigaciones de La Plata estuvieron secuestrados en La Cacha.
En el año 1989 se detectaron fosas en el Cementerio de Avellaneda sobre las que trabajaron hasta el año 1992. En ellas fueron encontrados los restos de Pablo y María Magdalena, que fueron identificados en el 2013. María de los Milagros pidió que se incorporaran las actas del reconocimiento y Juan Cristóbal indicó que ahora siente un gran alivio por saber en donde se encuentran.
Al terminar las declaraciones, tanto a María de los Milagros como a Juan Cristóbal les fueron exhibidas fotos para ver si en ellas podían reconocer a la persona que se presentó como Federico Asís, alias El Francés. Ellos indicaron que ya lo efectuaron en una causa tramitada en el juzgado de Rafecas por los crímenes cometidos en El Vesubio.

En la audiencia anterior se había anunciado la declaración de Esteban Alejandro Vera; la misma fue suspendida sin explicación pública por parte del tribunal.

En último lugar declaró Gustavo Horacio Patat, quien permaneció secuestrado en La Cacha durante 1978.
En 1977 comenzó a cumplir el servicio militar obligatorio y fue destinado a la Escuela de Artillería en Campo de Mayo. Luego pasó al Comando de Institutos Militares, del que dependían todas las escuelas de guerra; particularmente se desempeñó en una compañía de conscriptos que hacían las tareas de intendencia en todo el predio.
El día 19 ó 20 de enero de 1978 Schwartz, su superior, lo llamó y le encargó que fuera a una pinturería fuera del predio, indicándole qué camino debía tomar. Cuando iba hacia allí, vestido con la ropa de conscripto de calle, dos o tres hombres lo golpearon y lo introdujeron en un auto encapuchado. Después de un trayecto de cerca de 20 minutos, lo hicieron bajar en una casa deshabitada, lo desnudaron y torturaron. Querían hacerle creer que había sido secuestrado por Montoneros.
Allí permaneció tres o cuatro días y luego fue llevado a La Cacha. Lo dejaron en un lugar en el que pudo percibir que había otras personas secuestradas, aunque no habló con nadie. Se encontraba muy lastimado a causa de la tortura que había sufrido en el lugar anterior.
Gustavo detalló las diferencias entre la tortura recibida en uno y otro lugar. Después de algunas interrupciones por parte de las querellas y el tribunal, el testigo se centró en las acusaciones que le hacían. Lo acusaban de pertenecer a la Columna 14 de Montoneros y de haber participado en la colocación de una bomba.
Entre las personas que vio secuestradas recordó a Jorge Enrique Pérez Catán. También dijo haber visto a una mujer embarazada que le curó un pie. Cree además que habría entre cuatro y cinco mujeres embarazadas secuestradas en ese momento. A él le decían en el lugar El Colimba.
Cerca del 15 de febrero de 1978 fue liberado. Indicó que después de esto quiso volver a cumplir con el servicio militar y fue preso por desertor, además de volver a ser interrogado por el personal de inteligencia para evitar que declarara lo que le había sucedido.
El testimonio de Gustavo fue severamente acotado, por lo cual dijo sentirse frustrado y aclaró que a pesar de comprender las razones judiciales para efectuarlo no lo comparte, ya que las personas no pueden hacer un desdoblamiento de su experiencia siguiendo la lógica de los expedientes.
Los crímenes cometidos en perjuicio de Patat no son objeto de investigación de este juicio.

Después de un nuevo debate sobre las condiciones de realización de los reconocimientos fotográficos, el tribunal informó que en la próxima audiencia Silvia Inés Cavecchia efectuará el reconocimiento que había quedado suspendido cuando la testigo declaró. Por su parte, Juan José Losinno, defensor del imputado Claudio Grande, aprovechó para manifestar sin argumentos serios sus sospechas -como siempre infundadas- respecto de la intervención del CODESEDH y la actuación de las querellas.


La próxima audiencia fue convocada para el miércoles 21 de mayo a partir de las 10.00 hs. Se prevé la declaración de Silvia Inés Cavecchia, José Luis Passadores, Alberto Alfio Cavalié, Susana Habiaga, Carolina García Cano, Guillermina García Cano y Julio César Chaves.

martes, 20 de mayo de 2014

Cronograma de audiencias

La próxima audiencia fue convocada para el miércoles 21 de mayo a partir de las 10.00 hs. Se prevé la declaración de Silvia Inés Cavecchia, José Luis Passadores, Alberto Alfio Cavalié, Susana Habiaga, Carolina García Cano, Guillermina García Cano y Julio César Chaves.

23° audiencia


En la jornada del miércoles 14 de mayo de 2014 se escucharon cinco declaraciones.
En primer lugar declaró Mario Esteban Cugura, hijo de José Esteban Cugura y de Elisa Elvira Cayul.
Refirió que en 1977 vivía con sus padres y sus dos hermanos, Mariano y Marcelo, en la esquina de Anchorena y Corrientes en Capital Federal, frente al mercado de Abasto. También estaban allí su tío paterno –Juan Oscar Cugura- y su pareja –Olga Noemí Casado-. Él tenía entonces 7 años.
Relató que después de esperar unos días a su padre que no regresaba, su tío Juan salió a buscarlo. Tampoco volvió. Entonces su madre y Olga decidieron mudarse con los niños a Avellaneda. Poco tiempo después de estar viviendo allí, aparecieron entre 7 y 8 hombres vestidos de civil y armados preguntando por su madre. Mario recordó que él estaba jugando con unos vecinos en la parte de abajo del edificio y que una vez que estos hombres subieron a su casa, escuchó cómo golpeaban a su madre. Antes de llevársela dejaron que viera a su hijo; Elvira le entregó una cadenita con una medalla y le dijo que no se olvidara de su familia en Chubut.
Señaló que Olga, a quien conocía con el nombre de Julia, no estaba en el momento en la casa; había salido a hacer unas compras y no regresó más.
Después de ver el secuestro de su madre y el robo de su casa, Mario quedó solo con su hermano Mariano de 3 años; su otro hermano, Marcelo, estaba con sus abuelos en Chubut. Tiempo después el encargado del edificio los entregó a un juzgado de menores en La Plata, que decidió internarlos en un instituto. Allí permanecieron separados en distintos pabellones unos seis o siete meses y Mario señaló que era interrogado por las autoridades del lugar sobre sus padres. En 1978 la Policía Federal los entregó a la familia en Rawson.
Mario también dijo que su madre estaba embarazada cuando fue secuestrada y recordó vívidamente el embarazo de Olga.
Muchos años después supo que tanto su madre como Olga permanecieron secuestradas en Arana y La Cacha. También que su padre había sido herido y que las vio durante su secuestro. Pero hace pocos años atrás supo que la tía Julia que él recordaba se llamaba Olga Casado. La familia había denunciado la desaparición de la joven, pero no sabían que se encontraba embarazada ni su vínculo con la familia Cugura.
En cuanto a la hija de Olga, refirió que después de años de búsqueda pudieron dar con ella. Recientemente fue restituida por las Abuelas de Plaza de Mayo, aunque la joven permanece con su apropiadora. Expresó además que los represores lograron imponer una relación que no existía y separar a la joven de su familia. Indicó que supo que el apropiador de la joven de apellido Santillán seguía el embarazo de Olga.
También se refirió al hallazago de los restos de su tío paterno y de los de Olga, encontrados hace poco y dijo que significaron el cierre de la búsqueda de muchos años. Mario mantiene la esperanza de poder encontrar los restos de sus padres y dar con sus asesinos.
En esta causa no se investiga la responsabilidad de los imputados en la apropiación de la prima de Mario ni la de su hermano o hermana que aún busca; tampoco en la desaparición de su padre, su madre y su tío.

A continuación declaró Emilce Noemí Flores de Casado, madre de Olga Noemí Casado.
Relató que su hija se casó a los 18 años con Jorge López Uribe, quien fue secuestrado el 26 de agosto de 1976. Como consecuencia de saberse perseguida, Olga dejó su casa en Mar del Plata y se fue a vivir a La Plata con un matrimonio. A partir de entonces su madre recordó que tuvo contacto con ella pocas veces y que mantenían la relación por carta.
Las últimas noticias que tuvo de su hija fueron a fines de 1977; su hija le envió un poema para el día de la madre y poco después se comunicó con Cristina, la hermana de Jorge López Uribe. Después de eso, Emilce viajó a La Plata para verla pero no la encontró.
Después de su desaparición comenzarón las gestiones ante el Ministerio del Interior, los tribunales marplantenses y de Capital, la presentación de habeas corpus con organismos de Mar del Plata. Siguieron buscando durante años con la esperanza de encontrarla al volver la democracia.
Emilce señaló que no sabía que su hija estaba embarazada al momento del secuestro. Lo supo mucho años después cuando sus nietas comenzaron a trabajar en Abuelas de Plaza de Mayo. Entonces la familia Casado dejó sus muestras hemáticas en el Banco Nacional de Datos Genéticos y así pudo ser identificada su nieta. También recordó que la joven no quiso conocerlos en un primer momento, pero que en el año 2009 fueron todos a Santiago del Estero y se encontraron con ella. Dijo además que su nieta le contó algunos detalles sobre su apropiación; el apropiador se desempeñaba como agente de inteligencia y le contaron que había sido entregada a aquel por el fallecido Alejandro Agustín Arias Duval, alias El Gato.
Pocos años después, en 2012, recuperó los restos de su hija y se inhumaron también los de su yerno, Juan Oscar Cugura. Indicó que su nieta nació el 10 de febrero de 1978 y el 1° de marzo de ese año mataron a su hija de 6 tiros, un mes antes de que cumpliera los 20 años.

Luego fue el turno de María Natalia Suárez Nelson, hija de Mario César Suárez Nelson y de María Elena Isabel Corvalán.
En su breve declaración se refirió a las circunstancias en que asesinaron a su padre y secuestraron a su madre embarazada. También a las noticias que recibió la familia Corvalán sobre su nacimiento. Ella nació el 8 de agosto de 1977 por la tarde y una partera que habría asistido el parto se comunicó telefónicamente con la familia para decirles que había nacido.
Luego se refirió al largo proceso de identificación y restitución que vivió como algo muy traumático. Recordó que vivió 10 años en Paraguay como consecuencia de la huida de la pareja que la había inscripto como hija propia -Omar Alonso y María del Luján Di Mattía- para profugarse de la justicia argentina.
Indicó que el 25 de diciembre de 1993 detuvieron allí a Omar Alonso y que ella permaneció con Di Mattía, quien recién entonces le dijo que no era su hija y que creía que podía ser hija de desaparecidos. También señaló que tenían contacto con los niños apropiados por Samuel Miara y Norberto Atilio Bianco, también prófugos de la justicia argentina afincados en Paraguay.
Después de esto le fueron contando algunas cosas sobre su apropiación. Según le dijeron, Juan Carlos Herzberg la habría llevado a la casa del matrimonio ubicado en calle 39 entre 7 y 8 de la ciudad de La Plata, diciendo que se trataba de la hija de una mujer enferma internada en el Hospital Español. Di Mattía le dijo haber creido esa historia, aunque a mediados de la década del ´80 –según la mujer- comenzó a sospechar que era mentira a partir de la denuncias que comenzaban a circular.
Recordó también que a fines de la década del ´90 el aquí imputado por otros delitos Juan Carlos Herzberg se presentó en la casa y después de pedirle perdón y reconocer que podía ser hija de desaparecidos, le dijo que había sido entregada por un hombre que había fallecido, tal vez de apellido Masota, y que no podía ayudar con más datos.
Natalia contó también que consultó la página de Abuelas de Plaza de Mayo buscando datos para poder identificarse, que visitó en una oportunidad la casa de Herzberg para volver a hablar sobre el tema con él, recibiendo la negativa de aquel a colaborar. Refirió también que hablaba del tema con Di Mattía pero no con Alonso, quien consideraba una traición que ella buscara sus orígenes.
Señaló además que Juan Carlos Herzberg y su esposa eran sus padrinos y que ella sabía que el hombre estaba relacionado con el liceo naval y que se trataba de una persona importante.
En julio de 2007 cambió su identidad y afirmó que pudo conocer la historia de sus padres a partir del contacto con su familia y por medio de Abuelas de Plaza de Mayo. Así supo de su militancia en Montoneros, de sus estudios y de que su madre permaneció secuestrada en La Cacha.
En esta causa se investigan la aplicación de tormentos y privación ilegal de la libertad cometidos en perjuicio de su madre. Por su sustracción había sido imputado Arias Duval, quien murió antes de llegar a juicio. Ningún otro imputado está reprochado por el robo de Natalia. Tampoco se investiga aquí el asesinato de su padre.

En cuarto lugar declaró Delma Eda Cocchia, quien declaró por el secuestro de tres estudiantes de arquitectura que permanecieron en La Cacha durante 1977, Jorge Alberto Martina, Otilio Julio Pascua y Antonio Enrique Piovoso.
Relató que el 6 de diciembre de 1977 por la tarde llegó a las oficinas de un estudio de arquitectos amigos para buscar algunos elementos que necesitaba para una entrega. Las oficinas estaban en la Galería Williams de La Plata. Apenas entró hombres desconocidos la pusieron contra la pared con un arma en la cabeza.
Pudo ver en ese momento que estaban sentados en el piso Antonio Enrique Piovoso –el Tano- y Humberto Moirano, dos dibujantes del estudio. Inmediatamente la llevaron a la oficina contigua, en donde estaba María Patricia Luisoni con un hombre que la interrogaba. Este hombre le sacó sus efectos personales, los revisó y comenzó a interrogarla sobre la última vez que había visto a Jorge Alberto Martina –Mingo-. Delma recordó el desconcierto que sintió entonces, ya que no sabía lo que estaba sucediendo.
Indicó además que eran entre cuatro y cinco hombres los que estaban allí llevando adelante el operativo y que el hombre que las interrogaba era el que parecía estar al mando. Éste mismo era el que decía que por culpa de Martina hacía cuatro días que no dormían.
Momentos después ingresaron con Otilio Julio Pascua; si bien ella lo conocía por ser compañero y militante de la facultad, no lo reconoció sino después de un rato. Más adelante llegó Mingo y fue brutalmente golpeado. Tanto a ella como a María Patricia las obligaron a mirar hacia la ventana, de modo que escucharon ambas los insultos y golpes que le propinaban y las preguntas insistentes sobre su paradero en los últimos cuatro días. Pasado un rato pidieron un sobre de madera en el que colocaron los efectos personales de Jorge y, después de comunicarse pidiendo autos, se fueron.
Antes les indicaron que no salieran inmediatamente de la oficina ni abanadonaran la ciudad; tampoco que intentaran identificarlos, ya que todos habían actuado a cara descubierta.
Delma recordó también que en esos momentos pensó que las iban a matar; después de escuchar el ruido de la puerta y el silencio, comenzó a darse vuelta poco a poco. Entonces vio que se habían llevado a Otilio, Jorge y Antonio.
Refirió además que no sabían qué era lo que sucedería con los tres y que tenían la esperanza de que volvieran esa misma noche; por eso dudaron en avisar inmediatamente a las familias. Dos semanas después denunciaron el secuestro de Antonio en la Comisaría 1 de La Plata.
Posteriormente supo que los restos de Otilio fueron encontrados poco después de su desaparición. Recién obtuvo datos sobre lo sucedido con Mingo y el Tano a partir de las declaraciones hechas en el Juicio por la Verdad.
En cuanto al interrogador, además de describir su apariencia, indicó que poco después del operativo lo vió saliendo de un edificio ubicado en la esquina de las calles 44 y 5 de La Plata, en el que vivían militares según se comentaba en la época.
Al finalizar su declaración le fueron exhibidas una serie de fotos para ver si podía identificar a la persona que permaneció sentada con ella y la interrogó durante el operativo de secuestro.

En último lugar declaró Esteban Colman, quien permaneció secuestrado en La Cacha durante 1977.
Relató que trabajaba en la Cristalería Rigoleaux, una fábrica que estaba custodiada permanentemente por efectivos de Gendarmería, Policía de la Provincia de Buenos Aires y Marina. Los trabajadores eran rigurosamente revisados al entrar y al salir.
Alberto Alfio Cavalié, Rubén Darío Barriento y él, los tres compañeros de trabajo, estaban en el andén de la estación Berazategui cuando fueron secuestrados por la policía; en el momento los acusaron de estar difundiendo volantes con contenido político.
Los tres fueron llevados a la Comisaría 1 de Berazategui. Allí les sacaron las pertenencias personas y permanecieron hasta el día siguiente, cuando fueron trasladados en patrullero hasta el Batallón 601 en City Bell. Allí les tomaron los datos y luego los trasladaron, también en patrullero, hasta una comisaría en la ciudad de La Plata, en donde permanecieron un día; luego los llevaron a otra comisaría y finalmente los dejaron en la Comisaría 8 de La Plata por varios días.
Recordó que los tres compañeros fueron llamados y obligados a firmar un documento cuyo contenido desconocían. Casi inmediatamente después hombres vestidos de civil los sacaron a un patio, los ataron, encapucharon y en el baúl de un auto los trasladaron hasta La Cacha.
Una vez allí los separaron y él permaneció un tiempo que no pudo determinar engrillado de una mano y un pie al suelo. A sus espaldas había una especie de tejido de alambre y detrás de éste un joven con el que pudo conversar, quien le refirió las distintas torturas  a las que fue sometido.
Mientras estuvo allí, Esteban relató que fue interrogado bajo tortura con picana diariamente.
También refirió que los guardias les daban la comida y usaban borceguíes, que se escuchaba el paso de un tren y gente jugando el fútbol.
Esteban cree haber estado en La Cacha unos dieciocho días, después de los cuales un hombre llamó en voz alta a “los de Rigoleaux”. Entonces los sacaron, les vendaron los ojos y encapucharon y atados los sacaron en el baúl de un auto. En el trayecto que hicieron los amenazaron permanentemente con matarlos.
Ya era de madrugada cuando los obligaron a bajar y arrodillarse al costado del camino. Después de escuchar que el auto arrancaba, comenzaron a liberarse. Se dieron cuenta de que estaban en la ruta 2, a la altura de la localidad de Abasto. Aunque les costaba moverse por las heridas de las torturas, fueron caminando hasta la rotonda de Gutiérrez y de allí hasta la estación de tren. Lo tomaron y cada uno se dirigió a su casa.
A continuación Esteban contó cuánto le costó recuperarse de lo que había vivido. Refirió que durante dos años estuvo muy mal, sin poder dormir sobre la cama, sin poder salir a la calle, con una sensación permanente de persecución. Poco después encontró consuelo en una iglesia evangélica. En cuanto a su trabajo, la empresa Rigoleaux lo despidió inmediatamente.


La próxima audiencia fue convocada para el viernes 16 de mayo a partir de las 10.00 hs. Se prevé la declaración de Demetrio Aldo Giourgas, Jorge Edgardo Guastapaglia, María Laura Pascua, Juan Cristóbal Mainer, Maricel Marta Mainer, María de los Milagros Mainer y Esteban Alejandro Vera.