Embarazadas

Embarazadas

viernes, 25 de abril de 2014

20° audiencia

                                                                                     
La jornada del miércoles 23 de abril de 2014 comenzó con la declaración por teleconferencia desde Francia de Leonardo Dimas Nuñez, cuñado de Alberto Horacio Monaji.



Leonardo Dimas Nuñez

Alberto fue parte de la conducción de Montoneros Columna Sur. Ángela Cristina Nuñez, casada con Alberto y hermana de Leonardo, le contó que su marido fue secuestrado el 20 de abril de 1977, probablemente en una cita, aunque no se sabe dónde.
Leonardo recordó que un año más tarde él fue secuestrado y llevado al campo de concentración El Vesubio, en donde permaneció entre el 8 de mayo y el 23 de junio de 1978.
Durante su secuestro, al finalizar la primera sesión de tortura que padeció allí, un hombre que parecía tener más responsabilidad que los otros lo reconoció como el cuñado de “El Pelado Pedro”, el apodo de Alberto. Se trataba de El Francés. Ese hombre le contó entonces cómo lo secuestraron, describió el operativo y el intento de suicidio que lograron evitar, además de otras características que indicaban claramente que había conocido a su cuñado.
El mismo hombre comentó con las otras personas que estaban allí torturándolo la caída de la columna sur de Montoneros en 1977. Se refirió al asesinato de Jorge Elio Martínez –El obispo- y su compañera Eva Gruszka –La Colorada Lewinger- en el operativo en el que participó.
Leonardo refirió que pudo ver a El Francés breves instantes, porque éste pidió que le quitaran la capucha para que pudiera ver su cara. Señaló que cuando le fueron exhibidas fotos para ver si podía identificar a alguno de los torturadores y guardias no pudo hacerlo. Explicó que esto se debe, en parte, a que las fotos que les son exhibidas tienen todas las mismas características -aparecen con el uniforme de la fuerza a la que pertenecen, con gorras- lo cual no era el estilo que tenían en el campo de concentración.
Sobre su cuñado, Alberto, tuvieron nuevos datos a partir de María Silvia Bucci, con quien se entrevistaron muchos años después. Ella pudo decirles que permaneció en La Cacha. También otras personas liberadas lo identificaron allí.

A continuación declaró María Silvia Bucci, quien permaneció secuestrada en La Cacha durante 1977.

María Silvia Bucci

Cursaba el quinto año del Normal 1 de Banfield, Partido de Lomas de Zamora. Participaba en el Centro de Estudiantes y militaba en la Juventud Guevarista. El 27 de mayo de 1977, casi a medianoche, hombres vestidos de civil se presentaron en su casa diciendo pertenecer a fuerzas de seguridad. Le pidieron el documento, la obligaron a vestirse y frente a su madre, padre y hermano más pequeño la secuestraron. María Silvia tenía entonces 16 años.
Sabía que durante el día habían secuestrado a dos personas conocidas, Rubén Enrique Gerenschtein, de 17 años, y Nina Judith Golberg, de 18. María Silvia refirió que la introdujeron en el baúl de un auto y que en el recorrido que éste hizo secuestraron también a Edgardo Daniel Cerqueira, de 17 años.
Al llegar a La Cacha, las otras personas secuestradas le comentaron que el lugar se llamaba así y supo que sus tres compañeros se encontraban allí. Refirió que la alojaron primero en el sótano y luego en la parte de arriba y que permaneció esposada y encapuchada hasta que la liberaron.
Días después, fue interrogada por Pituto, un hombre que parecía tener cierta autoridad en el lugar. Le preguntaron por el centro de estudiantes y sus actividades. En ese momento le exhibieron el legajo de la escuela. Destacó que los interrogadores tenían en su poder todos los legajos de los alumnos, en donde aparecían anotadas las actividades de cada uno; incluso contenían información adicional, como los planos de las casas de algunos. Recordó que días antes había visto autos desconocidos y había escuchado rumores en la escuela sobre esa visita. Las autoridades del colegio entonces eran Luis Héctor Bucci y Simón Orlic. Indicó además que el interrogatorio transcurrió en una especie de casa rodante, cerca del lugar en donde estaban alojados los secuestrados. También participaban en el interrogatorio El Oso y El Francés.
Se refirió a las condiciones de vida del lugar, la comida –que parecía proceder de un lugar cercano-, la falta de privacidad al ir al baño, los gritos permanentes producto de la tortura, los ruidos de un alta voz que se escuchaba proveniente de un lugar cercano –tal vez la cárcel de Olmos-, las amenazas de los guardias sobre las posibilidades de sobrevivir o ser asesinada y las amenazas de violación.
En una oportunidad la llevaron en un auto a la zona de su escuela, de día, para que reconociera a alguien. Luego regresaron y transcurrió mucho tiempo hasta que la liberaron.
Algunas de las personas secuestradas que mencionó fueron Samuel Leonardo Slutzky, Margarita Ofelia Ercole, Mónica Susana Tresaco, Raúl Guillermo Elizalde, Héctor Javier Quinterno, Alberto Horacio Monaji, Ricardo Antonio Herrera, Carlos Enrique Rolli, Patricia Nora Rolli, Julio César Cagni, Nora Liliana Silvestri, Laura Susana Cédola, José Manuel Monteagudo, Carlos Esteban Alaye, Stella Maris Bojorge, José Luis Cavalieri, Carlos Alberto Weber, Patricia María Pérez Catán, Jorgue Enrique Pérez Catán, Guillermo Marcos García Cano, Rubén Oscar Scognamillo, Jorge Oscar Galmes, María Elvira Luis, José Luis Cavalieri.
Supo que María Elena Isabel Corvalán estuvo secuestrada allí y que fue llevada para dar a luz; decían que había tenido una niña a la que llamó Lucía. También se comentaba que Graciela Irene Quesada estaba embarazada.
También señaló que Rubén Enrique Gerenschtein y Nina Judith Golberg permanecieron un tiempo en el mismo lugar en que ella estaba alojada, pero que después fueron llevados a un lugar, no muy lejano, que se llamaba La Casa Azul o Cachavacha Superstar, con otro grupo de secuestrados, entre ellos Rodolfo Jorge Axat y Ana Inés Della Croce. Decían que allí no permanecían esposados.
En cuanto a los guardias y torturadores mencionó a Pituto –quien habría pertenecido a la marina-, Carlitos El Bueno, Carlitos El Misionero, Gallego, Griego, Sérpico, Pablo, Daniel, Mostaza, Jota.
El 8 de agosto de 1977 le dijeron que saldría. La llevaron en un auto hasta su casa, le entregaron el documento de indentidad y se fueron. Si bien las autoridades del colegio estaban al tanto de lo que le había sucedido, se negaron a reincorporarla. Entonces María Silvia fue a vivir a casa de su familia en Río Negro y a fin de año debió rendir libre todas las materias para recibirse.
Recordó que se entrevistó con muchos familiares a lo largo de estos años para brindarles alguna información sobre las personas secuestradas; además declaró en numerosas oportunidades. Al finalizar su declaración le fueron exhibidas fotografías de personas que pudieron haber participado en su secuestro y tortura.

Finalmente, declaró en último lugar José Luis Barla, quien también permaneció secuestrado en La Cacha durante 1977.


José Luis Barla

Refirió que era militante del PST y militante sindical vinculado a la Coordinadora Interfabril; trabajaba en OFA, Organización Fabril Argentina, de Villa Elisa.
Un fin de semana de marzo de 1977, al mediodía, fue secuestrado y llevado en un jeep abierto hasta el BIM 3. Allí lo dejaron en un patio; luego, en una habitación lo obligaron a desnudarse y lo interrogaron bajo tortura con picana eléctrica. Permaneció en este lugar menos de un día.

Ese mismo año, en la madrugada del 5 de agosto de 1977, varios hombres fuertemente armados, algunos con cascos y la cara tiznada, irrumpieron en su habitación. Rompieron una sábana y lo vendaron y lo metieron esposado en el baúl de un auto. José Luis señaló que por lo menos había tres autos. Pararon varias veces en la zona de Villa Elisa, cree que para secuestrar a otras personas. Luego tomaron un camino recto, a alta velocidad. Recordó que entonces logró destrabar una de las esposas, abrir la tapa del baúl y escapar. Lo capturaron y lo llevaron en el asiento trasero del auto. Tiempo después tuvo conocimiento de que en el trayecto habían secuestrado también a Julián Roberto Duarte.
Al llegar a La Cacha le preguntaron sus datos personales, como si completaran un formulario. Lo alojaron en un sitio en donde permanecían otros secuestrados tirados en el piso. Luego fue llevado a una construcción aledaña, que llamaban La Casita o La Piecita; allí fue interrogado sobre su militancia, detalles de la fábrica, sus compañeros.
Se refirió a la vida en ese lugar. Indicó que se vivía bajo un régimen de tipo cuartelario, que por las mañanas algunas mujeres limpiaban y luego servían el desayuno. La comida era traida en ollas grandes, del tipo que se emplea en el rancho militar.
Recordó que los mismos guardias les decían que ese lugar se llamaba La Cacha o La Cachavacha y que existía otro lugar llamado Cachavacha Superstar, en donde eran alojados –según ellos- los jerarcas de la guerrilla; según decían estaba allí Norma Arrostito.
También refirió que se percibía que el lugar estaba ubicado en una zona de campo, en la que el tren pasaba diariamente; se escuchaban gritos por la noche, cuando llegaban nuevas personas secuestradas, y desde La Casita, por las torturas. Dentro del edificio en donde ellos permanecían alojados había una habitación que parecía ser la de reunión de guardias; allí permanentemente se escuchaba música. Señaló que existían por lo menos dos grupos, uno de guardias –que eran los que permanecían con los secuestrados- y la “patota”, los que llevaban gente secuestrada y participaban en los interrogatorios y torturas.
En una oportunidad lo llevaron en auto para ver si reconocía a alguien en la zona de Villa Elisa. Entonces lo esposaron al piso de un auto y lo acompañaron tres hombres. A uno de estos le decían Coronel y entre ellos se trataban con grados militares, aunque no sabe si eran reales. Indicó además que El Francés era el que estaba en el asiento del acompañante, a quien pudo reconocer por su forma de hablar.
Entre las personas secuestradas mencionó a Coco Gómez –compañero de trabajo, torturado-, Juan Carlos Bongiorno, Stella Maris Bojorge, María Elvira Luis, José Luis Cavalieri, Norma Beatriz Martínez, Adrián Claudio Bogliano.
Supo que una embarazada estuvo cerca de él en los primeros días; fue sacada del lugar y luego regresó; comentaban que le habían realizado una cesárea.
Entre los guardias y torturadores recordó a El Oso, Swat, Palito, Pajarito, Carlitos El Perejil, El Francés.
En los primeros días de septiembre le sacaron las esposas, ataron sus manos con una correa y lo llevaron en un auto hasta la zona de Los Hornos; allí lo hicieron descender y tirarse en una zanja. José Luis refirió que entonces pensó que lo matarían. Le dijeron que contara hasta doscientos y que luego se desatara.
Así lo hizo, caminó, preguntó a alguien en dónde estaba, continuó caminando hasta la casa de un amigo, en donde permaneció varios días. Luego se comunicó con su familia y sus padres fueron a buscarlo. Se reincorporó en su trabajo, pero lo dejó poco tiempo después por razones de seguridad.

La declaración de Rubén Gustavo Jaquenod, prevista para esta audiencia, fue suspendida por razones de salud.


La próxima audiencia fue convocada para el viernes 25 de abril a partir de las 10.00 hs. Se prevé la declaración de Ernesto Carlos Otahal, Julián Roberto Duarte, Fernando Reyes y Claudia Billourou.

19° audiencia


La jornada del miércoles 16 de abril de 2014 comenzó con la declaración de Alejandra Slutzky, hija de Samuel Leonardo Slutzky.


Alejandra Slutzky

Indicó que para entender lo que sucedió con su padre y su familia era necesario hacer una contextualización histórica. Por ello se refirió a la trayectoria política e ideas de aquel. Recordó la militancia desde la década del ´60 de Samuel y de su madre, Ana Svensson, la experiencia en Cuba y Taco Ralo, los cinco años de encarcelamiento entre la Cárcel de Devoto y la U9 de La Plata. También los años en que ella y su hermano Mariano lo visitaban en la cárcel y la comunicación que mantenían por medio de cartas. Señaló que esa experiencia constituyó para ellos parte de su formación como personas, una manera de distinguir lo bueno de lo malo. En esos años de cárcel su padre desarrolló nuevas ideas que se diferenciaban de la militancia anterior. Después de la cárcel, Samuel comenzó a trabajar como médico sanitarista en La Plata. 
En esos años su madre tuvo que ser hospitalizada. En 1976 secuestraron a su tío paterno, Daniel Slutzky, y su esposa, Esther Alonso, quienes poco después fueron liberados. Alejandra recordó sus impresiones al verlos: el olor, la mirada, la desesperación. Más adelante ambos se exiliaron en Honduras.
También se refirió detalladamente al operativo que tuvo lugar en su casa en la noche del 21 al 22 de junio de 1977. Ella tenía entonces 12 años. La pareja de su padre, Susana, abrió la puerta; en la casa había cuatro niños, sus hermanos Mariano y Francisco Solano, Juliana -hija del primer matrimonio de Susana-, y ella. Alejandra relató cómo se llevaron a su padre; cree que él tal vez conocía a quien parecía el jefe del operativo.
Luego, el largo camino hacia el exilio. Esa noche fueron a la casa de la asistente de su padre, dos noches después regresaron para ver toda la casa revuelta, días sin comida, ayuda de algunos amigos y gente querida. Mientras tanto, esperaban que Samuel regresara.
Poco tiempo después decidieron mudarse a Capital Federal. En esa época Alejandra continuaba escribiendo cartas a su padre, esperándolo. A través la madre de Susana organizaron su viaje al exterior. Primero fueron a Río de Janeiro y, una vez que fue aceptada la solicitud de asilo político, a Holanda.
Su madre, Ana, permaneció en Argentina, internada. Sus dos hermanos se habían exiliado, sus padres habían muerto. Además Ricardo Andrés Svensson, otro hermano, había sido asesinado en enero de 1977. Ella y Mariano crecerían en Holanda lejos de su madre; con el tiempo perdieron contacto con ella.
Apenas adolescente conoció el mundo de los refugiados políticos; refugiados de Chile, Argentina, Uruguay, todos juntos compartiendo las pérdidas, los sufrimientos y la preocupación constante por los desaparecidos; ella, pensando en que su padre pudiera encontrarlos. Poco a poco se integró en la vida holandesa; estudió mucho, hizo el secundario, luego la universidad y explicó que trabajó en su exilio por vivir en una sociedad más igualitaria y solidaria.
Años después supieron por medio de personas liberadas que su padre había permanecido secuestrado en La Cacha veinte días y que no habría sobrevivido a las torturas. Según quienes tuvieron contacto con él, Samuel temía no sobrevivir nuevamente a las torturas, ya que las había padecido años antes cuando fue encarcelado.
Con el tiempo investigaron en dónde podrían encontrarse sus restos, los buscaron en el Cementerio de La Plata; hoy no tienen ninguna hipótesis firme sobre la cual avanzar. Alejandra calificó la desaparición como el crimen más terrible, porque obliga a imaginar la muerte de los seres queridos. Señaló que frente a la suposición de la muerte se levantan refugios para no aceptarla; en lo profundo de su corazón espera el regreso de su padre.
Entiende que lo que sucedió con Samuel fue un asesinato y quienes saben lo que ocurrió entonces están haciendo uso de un derecho que no tienen, el de quedarse con la verdad.
Mencionó que Carlos Ernesto Castillo, el Indio, y Héctor Raúl Acuña, el Oso, conocían a su padre de su detención en la UP 9. Recordó, como lo hizo su hermano en su declaración el 7 de marzo, la especial fijación que tenía Acuña con su padre y otros presos políticos, su antisemitismo. También señaló que Aníbal Blanco, jefe del GT3, pidió que su padre fuera investigado. Por otra parte, Oscar Carlos Macellari firmó la cesantía de su padre al día siguiente del secuestro, sin investigar lo sucedido con él.
En cuanto a su madre, después de años de separación, pudo conocer hace poco nuevos aspectos de su vida, su militancia, sus contactos con figuras notables de la cultura como Julio Cortázar, quien continuó escribiéndole durante años.
Agradeció además la búsqueda de familiares y compañeros, ya que fueron los que juntaron las primeras evidencias, los que permitieron que se sepa lo que sucedió con su padre y con el resto de los desaparecidos. En el final de su declaración, no quiso dejar de recordar las palabras que su padre le escribió desde la cárcel por la belleza que reflejaban, escritas en un contexto totalmente adverso. Leyó entonces una canción, Carta a la nena nadadora.

A continuación declaró Ernesto Martín Hütter sobre el secuestro de Susana Leiva y Adrián Claudio Bogliano.


Ernesto Martín Hütter

Se refirió a las gestiones que la familia realizó para dar con el paradero de la pareja. Al presentarse en la Comisaría de Villa Elisa para radicar la denuncia del secuestro vio un telegrama en el que se solicitaba libertad para actuar en la zona de la casa de la familia Bogliano; Fontana, de Seguridad Federal, estaría al frente del operativo.
El 18 de agosto, seis días después del operativo, recibieron un llamado telefónico en el que indicaban que Susana estaba bien y que regresaría. Más adelante supieron que la casa fue vaciada, saqueada completamente.
Continuaron las gestiones ante el Ministerio del Interior, el Poder Ejecutivo, la Policía, sin resultados. El 23 de agosto de 1983 fue citado por el Comisario General Alberto Páez de la Policía Federal; éste reconoció que Fontana había participado en el operativo, pero se negó a ofrecerle más datos sobre él; también le hizo la recomendación de que dejara de indagar sobre el asunto para no meterse en problemas.
Su esposa se presentó en el Edificio Libertad, en donde Susana trabajaba, para hacer la denuncia sobre su desaparición. Allí, indicó, se vieron sorprendidos por la noticia.

Las tres declaraciones que se escucharon a continuación se refirieron a la persecución que sufrió la familia Gallego.
Vivían en Ensenada, en un terreno que albergaba tres casas. En la casa del frente vivían Mario Oscar Gallego –militante de la JP y Montoneros- y su esposa, María del Carmen Toselli; tenían dos hijas, María Marcela de seis años y María Andrea de siete. En el medio del terreno estaba la casa de Élida Beatriz Arce y sus dos hijos, Sebastián Gallego de tres años y Hernán Severino Gallego de cuatro; el padre de los niños, Eduardo Luján Gallego –militante del PC-, había muerto poco tiempo atrás. En el fondo, vivían los abuelos, Severino Gallego, jubilado del Frigorífico Swift, y Helvecia Catalina Medina.
Estela Gallego, otra hija de Severino y Helvecia, solía ir a dormir con sus padres cuando su marido, Jorge Néstor Moral –militante del PC y trabajador del Astillero Río Santiago-, trabajaba en el turno noche; llevaba también a sus hijos, Eduardo Mario de un año y Virginia de cinco.
En la madrugada del 12 de agosto de 1976, cerca de las 5 de la mañana, más de veinte hombres armados y disfrazados ingresaron en la casa de la familia Gallego. Decían buscar armas; preguntaban por Mario Oscar y por Eduardo Luján, que había muerto, y también por Jorge Moral. Sólo encontraron ancianos, mujeres y niños.
A María del Carmen Toselli la golpearon frente a sus hijas, la ataron de pies y manos y la llevaron al fondo del terreno, en donde la dejaron sobre un pozo ciego. Más tarde, un hombre corpulento que aparentemente era el jefe del operativo, la cargó en sus hombros y se la llevó. A Élida Beatriz Arce la interrogaron por su marido; no creían que estuviera muerto. La amenazaron con matar a su hijo, apuntándole al pequeño con el arma en la cabeza; dos hombres la violaron. En el fondo encerraron a Estela Gallego con los seis niños; ataron a Severino a un árbol y lo golpearon; golpearon también a Helvecia cuando intentó desatarlo.
Después de revolver y saquear la casa y de secuestrar a María del Carmen Toselli se fueron. Vecinos vieron que los camiones que participaron en el operativo llevaban la inscripción BIM 3.
Antes de esa noche los Gallego habían padecido otros dos operativos; en uno buscaban a un militante de Montoneros que había vivido allí; en el otro buscaban a un hombre de apellido Castillo que vivía cerca.
Después del 12 de agosto, la familia decidió dejar la casa. Fueron a Pinamar, a Entre Ríos; finalmente regresaron y encontraron que todo había sido robado.
María del Carmen permaneció secuestrada por muchos días. Cuando la liberaron estaba irreconocible. Además de haber sido torturada, había pasado todos esos días sin la medicación ni la dieta especial que debía llevar por su diabetes. Creyó haber estado en el BIM 3 y reconocer unas escaleras y camas similares a las de un hospital.
Por otra parte, ya hacía tiempo que Mario Oscar Gallego era perseguido. Por eso la familia no sabía en dónde permanecía y mantenía comunicación con él a través de esquelas que se dejaban en la tumba de su hermano, Eduardo Luján. Después del operativo de agosto de 1976 la comunicación con él continuó. En marzo de 1977 se encontró con sus hijas y planeó posteriormente pasar su cumpleaños, el 14 de abril, en su casa con toda la familia. Ese día cumplía 35 años. Pero Mario no fue.
Años más tarde, en 1983, recibieron una carta de Ana María Caracoche. En ella les contaba que Mario había estado secuestrado en La Cacha, que estaba desde antes de que ella llegara y que permanecía allí cuando ella salió. Pudieron reconstruir por testimonios de liberados que permanecía allí con una fuerza espiritual extraordinaria, que cantaba, intentaba hacer gimnasia, era respetado por sus convicciones.
Treinta años después se entrevistaron con Ricardo Victorino Molina, quien les contó sobre los últimos momentos antes del secuestro. Mario quería tener algo de dinero para enviar a su familia; entonces acordaron hacer trabajos de reparación en el departamento de una persona conocida. Trabajaron allí muchos días y cuando estaban por finalizar, Mario no quiso dejar la salida de los gases de un calefón sin arreglar. Ese día salió a buscar la pieza que necesitaba. Después de esperarlo, Ricardo se dio cuenta de que no regresaría; la moto que usaban permanecía estacionada en el mismo lugar. Al preguntar en la zona si lo habían visto, nadie supo darle ninguna información.


Hernán Severino Gallego

En la audiencia, Hernán Severino Gallego, hijo de Eduardo Luján Gallego y Élida Beatriz Arce, se refirió fundamentalmente al operativo que afectó a toda la familia. En aquel entonces él tenía 4 años y recuerda hasta hoy ruidos que no puede silenciar. Vio cómo golpearon a su tía, a sus abuelos; relató cómo torturaron y violaron a su madre, cómo amenazaron a su hermano. Recordó también haber visto a su tío Mario mientras se ocultaba de las fuerzas de seguridad; cómo acompañaba a su abuela al cementerio y veía la comunicación secreta que ella mantenía con Mario. Rememoró la lucha de esa abuela, la esperanza de volver a ver a su hijo. Destacó la importancia de declarar, de estar sentado frente a la justicia y reivindicó a quienes lucharon por todos.



Estela Gallego

Por su parte, Estela Gallego, casada con Jorge Moral y hermana de Mario Oscar Gallego, también recordó la noche del operativo. Describió la crueldad y brutalidad con la que fueron atacados entonces. También se refirió a la persecución que ella y su marido vivían, la precaución que tomaban de no dormir en su casa por miedo.
Días después del operativo en la casa de sus padres, su casa fue saqueada el 16 de agosto de 1976. Los vecinos le dijeron que el camión que llevaban tenía la inscripción del BIM 3.
Ella, su marido, sus hijos y sus suegros consiguieron alquilar una casa en la zona de El Dique. Dos días después, el 18 de agosto de 1976, cuatro hombres, camuflados, se presentaron allí preguntando por su marido. Lo metieron en el baúl de un auto y se lo llevaron.
Treinta años después, en un acto en el Astillero Río Santiago, supo que Gabriel Oscar Marotta lo escuchó; indicó que pasaban lista de las personas secuestradas y éstas debían decir el número que les habían asignado; Jorge gritó su nombre y fue golpeado. Al día siguiente aún permanecía allí, pues escuchó que dijo su número cuando pasaron lista.


María Andrea Gallego

También María Andrea Gallego, hija de Mario Oscar Gallego y María del Carmen Toselli, se refirió al operativo de junio de 1976. Refirió sus recuerdos, cómo despertaron ella y su hermana, cómo golpearon a su madre. Indicó que después del secuestro María del Carmen perdió dos riñones y quedó ciega; su salud quedó muy quebrantada y murió poco tiempo después en sus brazos. Su madre amaba y seguía esperando a su padre. Ella y su hermana permanecieron un tiempo con los abuelos maternos y luego se criaron separadas; María Marcela con los Toselli y ella con los Gallego. Años más tarde pudieron reencontrarse.

En esta causa sólo se investiga la responsabilidad de los imputados en la aplicación de  tormentos y privación ilegal de la libertad de Mario Oscar Gallego.

A continuación declaró Liliana Beatriz Méndez, casada con Eduardo César Cédola, ambos secuestrados en La Cacha durante 1977.


Liliana Beatriz Méndez

El 13 de septiembre de 1977, después de medianoche, tocaron el timbre de su departamento; dijeron ser de la policía. Al abrir ingresaron cinco o seis personas vestidas de verde y de civil y con armas largas. Revisaron la casa y la secuestraron a ella y a su marido. A ella la llevaron en el asiento trasero del auto, a su marido en el bául. Dejaron a sus hijos con el vecino del primer piso, quien avisó a la familia Cédola.
Liliana recordó que ella no militaba; por su parte, Eduardo había participado en 1969 en la JP; trabajó en el Hipódromo y luego en el Astillero Río Santiago, en donde había vivido situaciones de amedrentamiento. Desde un mes antes de su secuestro debió preparar a un persona, poniéndolo al tanto de todo el trabajo que él realizaba.
En el trayecto, Liliana pudo reconocer la dirección que tomaban hacia afuera de la ciudad. Llegó a La Cacha separada de su marido. Después supo que lo torturaron y que le preguntaban por Laura Cédola, su prima, el esposo de ésta y una mujer llamada Viki; en el presente cree que tal vez se trataba de Victoria Navajas Jauregui, amiga de la joven que cuidaba a sus hijos.
Liliana relató que ella también fue torturada con picana. Recordó el temor que tenía al haber escuchado que un guardia obligaba a una mujer a besarlo. Permaneció luego esposada en un salón grande, que describió detalladamente. Los otros secuestrados le preguntaron sus datos y más adelante supo que su marido también estaba allí. Pasaron días con mucho miedo, temiendo que la volvieran a interrogar.
Recordó que por medio de los guardias supo que sus hijos estaban bien, aunque enfermos; cuando ella fue secuestrada uno de ellos tenía varicela. Cree que por medio de primos de su madre, que eran policías, obtuvieron esta información.
También se refirió a las personas que tenía a su alrededor, Ernesto Carlos Otahal, Susana Leiva, Adrián Bogliano. Indicó que el 22 de septiembre cree que gente con importancia realizó una visita al lugar; recuerda el silencio total de aquel momento. Ese mismo día decían que enviarían a muchos a sus casas, como a Susana Leiva y Adrián Bogliano.
En su declaración detalló las condiciones en las que permanecían secuestrados, la comida que les daban; se comentaba que provenía del ejército. Indicó además que a un sector del lugar le decían La Cueva; era la parte inferior, una especie de sótano en el que también había gente.
Entre los guardias y torturadores mencionó a Palito.
El 26 de septiembre, cerca de las 20, los llevaron a su marido y a ella en un auto; los encapucharon e hicieron bajar en 131 y 36; les dieron dinero para el taxi que los llevaría a su casa. Dos días después fueron citados por la Comisaría 2da de La Plata, en donde tuvieron que declarar que se encontraban en buenas condiciones.
Su marido volvió a trabajar en Astillero Río Santiago con aparente normalidad, en el mismo puesto. Pero las condiciones de trabajo fueron cada vez más hostiles, principalmente de parte del contador que lo reemplazó durante su secuestro. Finalmente renunció.
Liliana recordó que continuaron viviendo duramente, con algunos ahorros; su marido siguió sus estudios con mucho esfuerzo hasta recibirse en la facultad de Ciencias Económicas de la UCA. Luego consiguió trabajo en el Ministerio de Economía de la Provincia y luego en el de Nación.
Señaló que el miedo fue una de las consecuencias más palpables; el carácter de su marido cambió, se volvió más temeroso. En cuanto a las consecuencias familiares, destacó la incomprensión de la gravedad de la situación que habían vivido.

Al finalizar su exposición, le fueron exhibidas fotos para ver si podía reconocer entre ellas a alguna de las personas que participaron en su secuestro y tortura. A pedido del defensor Juan José Losinno se impidió la televisación del reconocimiento.

Luego fue el turno de María Rosa Gui, prima de Elba Leonor Ramírez Abella.


María Rosa Gui

Se refirió al contexto de persecución política en el que se vivía. Señaló a un conocido de la familia, el policía Horacio Hernández, como posible infiltrado que quiso obtener información sobre los invitados a su fiesta de casamiento en el mes de enero de 1977. Señaló que en los meses de febrero y marzo desaparecieron algunos de sus amigos.
En cuanto a su prima Elba Leonor, la vio por última vez en abril en casa de su madre, con sus dos hijos -Ramón y Leticia- y una amiga, Liliana Pizá. Supo de su secuestro al leer el diario El Día; allí se hablaba de un enfrentamiento en Berisso, en el que habían muerto dos hombres, Arturo Baibiene y Alberto Paira. Su marido y su suegro lo habían escuchado en Radio Colonia.
Con su madre se dirigieron a la casa de Elba. Ya habían pasado unos días, pero el barrio continuaba convulsionado. Estaban desesperadas por encontrar a Elba y los niños, de los que no se decía nada en el diario. Después de vencer cierta reticencia, lograron que los vecinos les contaran que la cuadra había sido rodeada por camiones verdes del Ejército; habían entrado en la casa y se habían llevado de allí a Elba encapuchada en un Ford Falcón. Los niños fueron dejados con una vecina; ésta les dijo luego que los chicos estuvieron allí, pero que personas desconocidas se los llevaron.
Con mucho temor entraron en la casa; vieron algunos pañales de tela colgados, otros retorcidos en el suelo; no encontraron balas ni marcas en las paredes del supuesto enfrentamiento. Pero sí descubrieron que la casa había sido saqueada completamente: faltaban las cañerías, los muebles, la ropa, los juguetes de los niños.
María Rosa relató además que fueron a Casa Cuna en La Plata para averiguar sobre los hijos de Elba; no les dieron ningún dato. Realizaron gestiones para recuperar el cuerpo de Ramón, sin éxito. Finalmente, lograron recuperar a los niños y a Julia Paira. Señaló que los tres niños estaban en condiciones deplorables, mal físicamente, sucios, deshidratados, con una expresión permanente de desesperación.
Se refirió también a lo que fueron los siguientes años para Ramón y Leticia, el vivir sin sus padres y recordar el secuestro de Elba. Leticia había visto cómo golpeaban a su madre y esas imágenes quedaron grabadas mucho tiempo en ella; también las palabras de uno de los secuestradores, quien le dijo que le pegaban a su madre por haberse portado muy mal.
A través de un primo habrían sabido que Elba estaba viva porque la pudo ver. Indicó además que este primo estaría relacionado con el saqueo de bienes de las personas secuestradas.
También se refirió a su hermano, Héctor Gui, quien entonces tenía 18 años. A esa edad comenzó su exilio, primero en Brasil y luego en Suecia, de donde regresó en 1983. Recordó también los secuestros de María Nélida Ramírez Abella y Osvaldo Nereo Depratti, de Alicia Beatriz Ramírez Abella y Héctor Daniel Cassataro y de cómo recuperaron a los hijos de las dos parejas.
María Rosa afirmó que una familia numerosa quedó separada después de estas experiencias, los secuestros, el exilio; se desvincularon por miedo, por temor. Hizo hincapié en que no se puede perdonar lo que hicieron con sus sobrinos, dejarlos sin padres y mentirles y, finalmente, agradeció por poder expresar lo que tanto tiempo tuvo en su mente y su corazón.

Después de una larga jornada, declaró en último lugar Homercinda de Jesús Pedraza sobre el secuestro de Adrián Claudio Bogliano y Susana Leiva.


Homercinda de Jesús Pedraza
Homercinda trabajaba en el turno noche en Alpargatas. Regresaba siempre cerca de medianoche a su casa en Villa Elisa, en donde la esperaba su esposo, quien había sufrido hacía tiempo un ACV y se movía y hablaba con dificultad. La noche del 12 de agosto de 1977 la esperaba en la puerta, asustado. Homercinda relató cómo desde su casa pudo ver que dos hombres sacaban a Adrián, con las manos sobre la cabeza y lo metían en un auto; luego a Susana, que salía rengueando. Vio a militares con armas que se fueron después del secuestro.
Pasados unos días, cuando volvía de su trabajo, se encontró con una escena similar; vio esta vez cómo saqueaban la casa de la familia Bogliano. Fueron dos o tres viajes de una camioneta que emplearon en llevarse todo, la antena de TV incluida y una calesita de las niñas.

La declaración de Stella Maris Carvalho, prevista para esta audiencia, fue suspendida por razones de salud.


La próxima audiencia fue convocada para el miércoles 23 de abril a partir de las 10.00 hs. Se prevé la declaración de Leonardo Dimas Nuñez, Rubén Gustavo Jaquenod, María Silvia Bucci y José Luis Barla.

miércoles, 16 de abril de 2014

Prófugos

Hay que recordar que aún dos imputados en la causa se mantienen prófugos de la justicia. Estos son Teodoro Aníbal Gauto y Ricardo Luis Von Kyaw.
El Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación los incluyó en su programa de recompesas BUSCAR (Programa Nacional de Coordinación para la Búsqueda de Personas Ordenada por la Justicia).






Más información en:

viernes, 11 de abril de 2014

18° audiencia

El viernes 4 de abril de 2014 se escucharon sólo dos declaraciones después de una larga espera. En esta oportunidad se ausentaron dos defensores, Gabriel Baffigi Mezzotero y Pablo Miguel Hawlena Gianotti, quien representaría en esta oportunidad además a Jaime Lamont Smart. Después de consultar telefónicamente con los abogados y leer el escrito de Smart, en el que autorizaba a cualquier colega a representarlo, dio comienzo la audiencia.

 
El TOF 1 esperando para comenzar la audiencia. Fuente: CIJ TV

La primera declaración fue la de Gustavo Adolfo Calleja, quien trabajó en 1977 con María Seoane Toimil en la Petroquímica General Mosconi de Ensenada, Provincia de Buenos Aires.


Gustavo Adolfo Calleja. Fuente: CIJ TV

María había sido compañera de estudios de su esposa en la carrera de Psicología de la Universidad Nacional de La Plata. Gustavo recordó que María y su hermana María Inés visitaban su casa asiduamente y mantenían una relación de amistad con su esposa y él. Gustavo recordó a María como una persona de valor inmenso, como una muy buena estudiante, buena persona, de una capacidad fuera de lo común.
Recordó que en aquel entonces la Petroquímica dependía tanto de YPF como de Fabricaciones Militares, quien manejaba la parte ejecutiva de la empresa. Él se desempeñaba en la contaduría y ante la necesidad de secretarias de confianza, convocó a María y María Inés a trabajar. El presidente de la empresa era el General Emiliano Flouret.
Gustavo señaló que después del golpe de marzo de 1976 la presencia de la marina en los caminos de Ensenada era permanente; la situación de represión recrudeció para los trabajadores de YPF, Propulsora, Astillero Río Santiago; sin embargo, eso no sucedió en Petroquímica.
El 12 de mayo de 1977 por la noche María Inés llamó a su casa, avisando que María había sido secuestrada de la casa de sus padres. Por la mañana comenzó con sus gestiones; entre otras cosas se entrevistó con Ramón Camps, fue al Ministerio del Interior, visitó a Monseñor Plaza, infructuosamente. Con el tiempo continuó visitando a la familia y buscando información sobre María, quien permanece desaparecida.

A continuación se escuchó a Berta Noemí Itzcovich, quien permaneció secuestrada en La Cacha durante 1977.
Berta Noemí Itzcovich. Fuente: CIJ TV

Ella estudiaba en el secundario República de México, en la ciudad de La Plata. Participó en el centro de estudiantes y militaba en la UES. En 1977 decidió con otros dos compañeros, Silvia Inés Cavecchia y Daniel Orlando Talerico, ir a Formosa Capital para asistir al entierro de un compañero del colegio, trabajador del diario El Día.
Una vez allí, sin dinero para regresar, intentaron conseguir algún transporte que los acercara. Entonces fueron detenidos y llevados en un patrullero a la comisaría de la ciudad para verificar sus antecedentes.
A la mañana siguiente las dejaron libres a Silvia y a ella. Pero una vez que llegaron datos relativos a Daniel, decidieron detenerlos a todos. En aquel informe constaba que Mónica Amalia Talerico –hermana de Daniel- y su compañero, Juan José Ramos, habían sido asesinados en La Plata; eso sucedió el 28 de diciembre de 1976.
Berta recordó que Silvia y ella fueron trasladadas a la alcaldía de mujeres; allí eran las únicas presas políticas. Durante el tiempo que estuvieron en ese lugar sólo eran alimentadas con las sobras de la comida del resto de las detenidas. Se reencontraron con Daniel al ser todos trasladados en un fuerte operativo hasta una avioneta. En ella viajaron tabicados, esposados de pies, manos y cuello. Al bajar, fueron llevados en un falcon verde hasta La Cacha. En ese traslado a Berta le rompieron a golpes los dientes delanteros.
Berta describió detalladamente el lugar en el que la ubicaron. También se refirió a los interrogatorios bajo tortura, en el que le preguntaban sobre el tipo de responsabilidad política que tenía. Señaló además que quienes la torturaron se enardecieron al escuchar su apellido por presumir que era judía. Entre quienes lo hicieron con más crueldad mencionó a El Francés.
Destacó además el sadismo de los guardias, que miraban a las mujeres desnudas al bañarse o al ir al baño, en una situación de indefensión total. Recordó que éstos se encontraban en un estado de nerviosismo permanente por las drogas y el alcohol que consumían.
Entre las personas secuestradas, recordó a dos embarazadas. A una de ellas, con un embarazo avanzado, le permitían caminar en el pasillo. La otra no quería decir que estaba embarazada por miedo a que le hicieran algo; su compañero también estaba secuestrado allí.
Entre los guardias y torturadores mencionó a Tarzán, Jota, Mr. X, El Oso, El Negro, Palito, El Francés. También recordó la presencia de un cura, con acento especial; en una oportunidad fue hasta donde ella estaba engrillada, le indicó que dijera toda la verdad, rezó, la absolvió y se fue.
También recordó la visita de una persona de aparente mando. Para esa oportunidad los guardias limpiaron profundamente el lugar; incluso pudo percibir que lustraron sus borceguíes.
Berta también rememoró que los guardias hacían correr el rumor de que todos los que dejaban el lugar eran asesinados. En una oportunidad, supo que se habían llevado a Silvia Cavecchia. Días después le dijeron que la liberarían. Daniel y ella fueron trasladados en un auto, de noche, sin poder ver adonde se dirigían. La hicieron descender del auto y quedarse parada; no sabía qué sucedería a continuación. Poco después sintió la voz de un hombre, que la guió para que caminara hacia adelante. Recordó que era una voz que le resultaba familiar y que le infundió tranquilidad en un momento de miedo y extrema angustia. Tal vez se tratara de su primo, Miguel Ángel Bellomo, quien ya declaró en este juicio el 14 de febrero.
Berta se encontraba entonces en la Comisaría 8va de La Plata. Allí fue registrada en el libro de ingresos y fue alojada en una celda con una mujer. Por la noche pudo escuchar un enfrentamiento armado entre personal de la Comisaría y otras personas. Aterrorizada pensó que la llevarían nuevamente a La Cacha. Nunca supo qué pasó exactamente.
Al día siguiente se entrevistó con el comisario y días después entró en contacto con su familia. Poco después fue dejada en libertad y más tarde se exilió.


La próxima audiencia fue convocada para el miércoles 16 de abril a partir de las 10.00 hs. Se prevé la declaración de Alejandra Slutzky, Estela Gallego, Hernán Gallego, María Andrea Gallego, Liliana Beatriz Mendez de Cédola, María Rosa Güi, Ernesto Martín Hütter, Homercinda de Jesús Pedraza y Stella Maris Carvalho.

17° audiencia


El viernes 28 de marzo de 2014 se escucharon cinco declaraciones. La jornada comenzó con la declaración de Marta María Mercedes Bettini, hermana de Marcelo Bettini e hija de Antonio Bautista Bettini.

Marta María Mercedes Bettini

Marta recordó que su hermano Marcelo no regresó de la facultad el 9 de noviembre de 1976. Su padre comenzó inmediatamente a realizar gestiones para encontrarlo. Entre otras dependencias visitó la morgue central; allí pudo ver que había cuerpos con carteles que indicaban fechas posteriores a la de aquel día. Se contactó entonces con Juan Pochelú, Jefe de la Delegación de la Policía Federal en La Plata, quien hizo sus averiguaciones sin resultados.
Por otra parte, su marido, Jorge Alberto Daniel Devoto, retirado de la marina en 1975, obtuvo cierta información de parte del Teniente Eduardo Llorens; en un documento que aquel consiguió se indicaba que Marcelo había sido asesinado en un operativo en Tolosa. Así, Devoto y Bettini se dirigieron a la Comisaría de Tolosa, en donde indicaron que Marcelo había sido llevado al Cementerio de La Plata. Allí había sido enterrado como N.N. Comenzaron entonces las gestiones para recuperar el cuerpo; al exhumar los cuerpos que se habían enterrado, reconocieron el de Luis Eduardo Sixto Bearzi, asesinado junto a Marcelo. La familia pudo enterrarlo en la bóveda familiar.
Marta refirió que después de estos acontecimientos la familia trató de recuperar la normalidad. Pero a mediados de marzo de 1977, al regresar de las vacaciones, se enteraron de que un operativo de fuerzas conjuntas había secuestrado en una cochera de la familia al cuidador y administrador del lugar, Alfredo Temperoni, que tenía una relación de larga data con la familia Bettini. En esa oportunidad también fue secuestrado Rubén Oscar Contardi, yerno de Temperoni. Bettini entonces nuevamente apeló a Pochelú para averiguar el paradero de Alfredo; se entrevistó con el policía en el Departamento Central de la Policía Federal en Capital Federal. Después de una llamada telefónica que lo dejó demudado, Pochelú le recomendó que regresara a La Plata acompañado por alguien que no fuera su esposa. Bettini se dirigió a la seccional de la Policía Federal de La Plata con Devoto; allí fueron recibidos por hombres vestidos de fajina, después de horas de espera. Se dirigieron luego a la Comisaría 1° y a la Unidad Regional de La Plata de la Policía de la Provincia de Buenos Aires; fueron seguidos durante todo el trayecto por hombres que les hicieron detener el auto y dirigirse hacia la zona del bosque. Una vez allí, seuestraron a Antonio Bettini y dejaron a Devoto. Por otro lado, la casa de Devoto en La Plata fue saqueada y clausurada con una faja que indicaba Comando Operacional 113. También la cochera en donde trabajaba Temperoni fue saqueada y clausurada con una faja idéntica.
Devoto se contactó con su primo hermano Marcos Salustiano Lobato, quien dijo que acordaría una reunión con el servicio de inteligencia naval. Para ello Devoto debía concurrir al Edificio Libertad. El lunes 21 de marzo de 1977 Devoto asistió a la cita, de la que nunca regresó.
Días después Temperoni fue liberado y contó que vio a Bettini encapuchado en el lugar en donde él estuvo secuestrado, La Cacha, nombre que conocerían mucho después. Marta Bettini indicó que Temperoni fue secuestrado por segunda vez días después. Permaneció cerca de dos días secuestrado en la Delegación de la Policía Federal en La Plata.
Poco después una quinta de la familia Bettini, ubicada en las cercanías de la Ruta 2 y el cruce de Etcheverry, fue saqueada. En medio de un gran operativo con camiones del ejército, mataron a dos hombres y una mujer en el chalet principal.
Por su parte, Marta partió a Montevideo con sus hijas; después de tomar contacto con su familia en aquella ciudad, alquiló un chalet en el que se alojó poco tiempo, ya que continuó su exilio en Brasil y el 29 de junio de 1977 llegó a España, en donde tomó conocimiento de que su familia en Uruguay había sido interrogada sobre su paradero; incluso quienes le alquilaron la casa en la que permaneció fueron secuestrados.
En noviembre de 1977 su abuela, María Mercedes Hourquebie de Francese, de 77 años, fue secuestrada. Cerca del mediodía del 3 de noviembre hombres armados la secuestraron. Marta indicó que este secuestro habría estado motivado fundamentalmente por razones económicas. Entre las personas ligadas a la venta de propiedades de forma irregular mencionó a Armando Antonucci, su cuñado. Ese mes también secuestraron a César Bustos, socio de Ángel Miretta, amigo de Bettini, a quien interrogaron sobre la venta de las propiedades de la familia.
En 1987 los restos de su abuela María Mercedes fueron identificados por el EAAF; se encontraba en una fosa del Cementerio de Avellaneda, enterrada como N.N. Después de sortear múltiples trabas burocráticas, pudieron enterrarla en la bóveda familiar.
Marta indicó que recién obtuvo información sobre lo sucedido con su marido cuando comenzaron los juicios en España. Allí Scilingo declaró que Devoto habría sido arrojado de un vuelo. Devoto habría permanecido secuestrado en la ESMA y tal vez en una isla del Tigre cuando la CIDH realizó su visita a la Argentina.
Por otra parte, recordó el testimonio de Orestes Vaello, que dijo haber participado en el operativo de secuestro de Antonio Bettini ya que la marina no quería hacerlo. Por parte de Ludovico Tedeschi, sacerdote de Schönstatt, obtuvieron la información de que Bettini habría muerto en agosto de 1977.
Indicó que después de ser secuestrado, su padre fue declarado cesante en la UNLP; la USAL no colaboró en nada; tampoco el Colegio de Abogados ni la UBA, todas instituciones en las que Antonio Bettini participaba. Señaló además las interminables gestiones que hicieron en todo el mundo. En cuanto a la actuación de la iglesia, señaló que lograron interesar a cierto sector del Vaticano; sin embargo, pero que este interviniera debía recibir información del Episcopado argentino, cosa que no sucedía. Entre otras personalidades eclesiásticas a las que recurrieron sin resultados recordó al Arzobispo de Bahía Blanca de la época, a Monseñor Plaza, al Cardenal Primatesta, al Nuncio Apostólico Pío Laghi.
Ante la pregunta de un juez sobre las motivaciones que habrían tenido para secuestrar a su abuela, Marta indicó que nunca supo el motivo por el que su familia fue perseguida con tanta crueldad; sólo espera justicia.

A continuación se escuchó a Laura Beatriz Gerenschtein, hermana de Rubén Enrique Gerenschtein.
Laura Beatriz Gerenschtein

Recordó que el 27 de mayo de 1977, después del mediodía, hombres armados entraron en su casa y secuestraron su hermano. Rubén tenía entonces 16 años y estudiaba en la Escuela Normal Antonio Mentruyt (ENAM) de Banfield.
Algunos vecinos que presenciaron el secuestro dijeron que lo llevaron en un auto negro, encapuchado y que habría una mujer sentada en el asiento trasero. Al secuestrarlo se llevaron también unos guantes de boxeo.
Laura supo más adelante que su hermano estuvo secuestrado en La Cacha a través de Silvia Bucci, amiga de Rubén. Señaló además que su hermano fue aún más maltratado por ser judío.

Antes de pasar al tercer testigo, los defensores oficiales Yanina Fanchiotti y Martín Adrogué indicaron que Etchecolatz solicitaba un audífono para paliar su audición disminuida; por su parte, Raúl Ricardo Espinoza se quejó de un dolor de oídos y solicitó no estar presente en la sala, a lo que los jueces accedieron.

En tercer lugar declaró Ricardo Antonio Herrera, quien permaneció secuestrado en La Cacha durante 1977.
Ricardo Antonio Herrera

El 16 de mayo de 1977, después de medianoche, su casa fue rodeada e invadida por hombres armados, algunos disfrazados y otros con uniformes militares. Revisaron su casa y lo interrogaron sobre su militancia.
Ricardo trabajaba en el laboratorio del Frigorífico Swift y militaba en Montoneros. A esta militancia y las tareas de propaganda que realizaba con sus compañeros Simón -Rodolfo Jorge Axat- y El Negro se refirió en su declaración. También se refirió a El Rusito -Alberto Paira-, compañero que fue asesinado en abril de 1977. También habló sobre su formación en los primeros años de militancia.
Recordó que aquella noche fue llevado en el baúl de un auto hasta La Cacha. Antes de llegar allí, secuestraron a otra persona más, un trabajador del Policlínico La Plata. En La Cacha fue interrogado por Pituto y El Francés sobre su actividad en la fábrica, los nombres de otros compañeros y su nivel de responsabilidad dentro de Montoneros. Le mostraron los legajos originales de otros trabajadores del Frigorífico para que los reconociera. A partir de esto, Ricardo supuso que existía cierto vínculo entre La Cacha y quienes estaban a cargo de la gerencia de la empresa.
En su extensa declaración, también se refirió a las características del lugar, la relación con los guardias y la forma en que los reconocían y la situación especial de algunos secuestrados. Mencionó que los guardias hacían circular entre los secuestrados la versión de que existía un lugar llamado Casita Azul, un lugar de recuperación con ejercicios grupales y asistencia psicológica; quienes lograran ser enviados allí, pasarían a estar detenidos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y luego serían liberados. Recordó que creyó esta versión y que para él significó un objetivo a alcanzar.
Entre otras experiencias, relató que para el 9 de julio todos los secuestrados sufrieron una golpiza general por parte de El Oso, ofendido por escuchar que cantaran el himno en una fecha patria.
Entre las personas secuestradas mencionó a Rubén Oscar Scognamillo, Susana María Marrocco, Cristina Lucía Marrocco, Ana María Caracoche, María Silvia Bucci, Rubén Enrique Gerenschtein, Alberto Horacio Monaje, Rodolfo Jorge Axat, Stella Maris Bojorge, Carlos Alberto Weber, Dardo Marcelo Benavides, Ana Inés Della Croce, Jorge Oscar Galme.
En cuanto a las embarazadas, recordó extensamente a María Elena Isabel Corvalán. Pudo verla con un embarazo notorio; ella le contó sobre su familia. Nunca supo qué pasó con el embarazo; los guardias le comentaron que habían llevado a María Elena a la Casita Azul. Mucho años después pudo conocer a la hija de María Elena cuando se presentó a declarar en el Juicio por la Verdad.
Entre los guardias y torturadores mencionó a Santos, Mr. X, Babita o Bebé, Jota. En cuanto a los abusos sexuales, indicó que posiblemente existieran y señaló que tanto Babita como Santos tenían la costumbre de mirar a las mujeres secuestradas mientras se bañaban.

El 20 de agosto de 1977 le dijeron que lo liberarían; le permitieron bañarse y afeitarse y por la mañana lo dejaron en el centro de La Plata, en un lugar en el que podía trasladarse hasta su casa en colectivo. Volvió a ver a su familia después de 3 meses de haber permanecido desaparecido. Dos años más vivió vigilado. A través de su jefe en el laboratorio del Frigorífico Swift, Pissoni, le indicaban a dónde tenía que concurrir para informar lo que sucedía en su lugar de trabajo.
Después de su extensa declaración, y de las objeciones de rigor de las defensas, Ricardo reconoció en las fotografías exhibidas a quienes lo torturaron.

Luego fue el turno de Julio Ernesto Cédola, hermano de Laura Susana Cédola de Monteagudo y cuñado de José Manuel Monteagudo.


Julio Ernesto Cédola

Recordó que el 22 de junio de 1977 por la madrugada escucharon ruidos en la terraza de su casa. Tocaron el timbre y al abrir la puerta se encontró con hombres armados, vestidos de fajina, preguntando por su hermana Laura.
Una vez dentro de la casa, la interrogaron sobre su militancia en la Juventud Guevarista. Laura había militado en el secundario en aquella agrupación, pero tenía proyectado ir a vivir al sur con su marido y su hija pequeña, según relató Julio. Laura estudiaba Zoología y José Manuel, su cuñado, era estudiante de Antropología y trabajador del Astillero Río Santiago.
Aquella noche Laura y su marido fueron secuestrados; ella fue trasladada en el baúl.
Su padre, retirado de la marina en 1966 por razones ideológicas, se dedicaba a la pintura y la docencia desde entonces. A partir del secuestro de Laura, realizó innumerables gestiones entre conocidos de las fuerzas armadas. Así consiguió que les dijeran que la Infantería de Marina había hecho un “recorrido” aquella noche. De sus consultas con Antonio Vañek y Jorge Chevalier no obtuvo nada. Se entrevistó además con Emilio Eduardo Massera, quien prometió indagar con Ramón Camps; sin embargo, nunca más lo recibió ni ofreció ninguna respuesta.
En diciembre de 1977 tuvieron noticias de que Laura y José habrían sido vistos en La Cacha. No pudieron corroborarlo entonces.
Después de la desaparición de Laura, su hija fue criada por una tía hermana de su padre; en aquel momento pensaron que se trataría de una guarda corta.
Julio señaló que también otros miembros de la familia Cédola padecieron la misma persecución que su hermana. Mario Cédola, hijo del contador Mario Cédola, fue acribillado a balazos en julio de 1975; Eduardo Cédola –primo hermano de Julio- y su esposa Liliana Beatriz Méndez de Cédola, fueron secuestrados en septiembre de 1977 y luego liberados; Víctor Cédola –también primo hermano de Julio- fue secuestrado por el ejército; después de ser liberado se exilió en España.

Declaró en último lugar María Bernarda Luna, quien presenció el secuestro de Jorge Horacio Moura.
María Bernarda Luna, reconocimiento fotográfico

Su declaración se centró en el operativo del 8 de marzo de 1977 en el que secuestraron a Jorge Horacio Moura. En aquella época, María Bernarda vivía en casa de la familia. Indicó que aquella mañana hombres disfrazados con ropa de Segba se aproximaron a la casa con la excusa de unas obras en la vereda. Estos y otros hombres ingresaron luego, reuniendo a toda la familia en el living, secuestrándolos durante varias horas.
Alredededor de 15.30 regresó Jorge, a quien estaban esperando. Lo secuestraron y a partir de entonces perdieron todo contacto con él. Días después personas desconocidas llamaron por teléfono y acordaron llevar a la madre de Jorge con las hijas al Parque Pereyra Iraola para verlo.
Recién en 2009 María Bernarda supo por medio de Perla Diez que Jorge había estado secuestrado en La Cacha.
Del operativo pudo recordar a tres hombres, que permanecieron allí con la cara descubierta. Después de un cuarto intermedio, el tribunal ordenó que revisara un conjunto de fotos para ver si podía reconocer en ellas a alguna de las personas que participaron en aquel hecho. Entre ellas María Bernarda creyó ver a quien llevó adelante el operativo y se encargo de interrogar a la familia.


Puesto que el miércoles 2 de abril es feriado por conmemorarse el desembarco argentino en las Islas Malvinas, la próxima audiencia se convocó para el viernes 4 a partir de las 10.00 hs. Se prevé la declaración de Gustavo Calleja y de Berta Itzcovich.