En
la jornada del viernes 16 de mayo de 2014 se escucharon siete declaraciones.
En
primer lugar declaró por teleconferencia desde Bahía Blanca Demetrio Aldo Giourgas, hermano de
Stella Maris Giourgas.
Stella
había hecho la escuela secundaria en Bellas Artes y luego estudió agronomía en
la Universidad Nacional de La Plata.
Según
le contó la familia adoptiva de su hermana, el 22 de septiembre de 1977 un
grupo de hombres armados golpearon la puerta de la casa, identificándose como
fuerzas conjuntas. Stella Maria abrió y al entrar revisaron todo y encerraron
en una habitación a Ural Pérez, su esposa -Carmen Amaro- y sus hijos. Diez
minutos después se fueron, habiendo secuestrado a Stella Maris. La casa estaba
ubicada a menos de cien metros de la Unidad Regional de Policía de la Provincia
de Buenos Aires, en calle 12 y 60 de la ciudad de La Plata.
A
partir de entonces comenzaron las gestiones para averiguar lo sucedido con
Stella Maris: habeas corpus, gestiones ante organismos nacionales e
internacionales, ante la iglesia, ante el Regimiento 7.
Ural
Pérez le contó además que tuvo contacto con un estudiante que había estado
secuestrado en el BIM 3; éste dijo haber conversado con Stella Maris allí,
aunque no pudo verla porque permanecían encapuchados.
Muchos
años después tuvo un breve contacto telefónico con Carlos Aurelio Bozzi y a
partir de ello sabe que existen probabilidades de que su hermana haya sido
asesinada cerca de Mar del Plata.
A
continuación declaró Jorge Edgardo
Guastapaglia, quien permaneció secuestrado en La Cacha durante 1977.
Relató
que el 13 de septiembre de 1977 fue secuestrado un amigo de la infancia,
Guillermo Rubén Di Bastiano; ese mismo día lo fueron a buscar a él a casa de
sus padres. Jorge se encontraba fuera de la ciudad.
Poco
después, el 8 de noviembre de 1977 por la noche, hombres de civil, armados, irrumpieron
en la casa de sus padres. Revisaron todo, encontraron una libreta de
direcciones y lo interrogaron por Gustavo Rubén Ogando. Después de esto lo
esposaron y encapucharon y lo llevaron en el piso del asiento trasero de un
auto a casa de su hermano –Mario Alfredo Guastapaglia- en Martínez. Su padre
pudo reconocer que los guantes que llevaban los secuestradores eran de la Marina.
Recordó
que al llegar allí lo hicieron descender y tocar timbre. Como nadie atendió, lo
volvieron a subir al auto y lo llevaron a un lugar no muy lejano, esposado y
encapuchado. Señaló que mientras estaban aguardando, uno de sus secuestradores
fue herido de bala en las inmediaciones, en circunstancias que él no presenció.
Permaneció
el resto de la noche en esa especie de casa u oficina y luego lo trasladaron a La Cacha. Allí lo dejaron en un lugar
pequeño con aberturas rectangulares en el techo, como para pasar cables. Poco
después llevaron a su lado a su hermano, quien le contó que al despertar vio su
casa ocupada por quienes después lo secuestraron.
Recordó
que estuvo tres o cuatro días en ese lugar y que los interrogatorios eran
efectuados en un lugar adyacente, que tenía una ventana por la que podía verse
una antena de radio. Tenía además un elástico de metal, precario. Allí
alrededor de cuatro personas lo interrogaron nuevamente sobre Gustavo Rubén
Ogando; entre ellos había una mujer, Marta,
conocida de su hermano por haber estado casada con Luis Bearzi. También estaba
en el interrogatorio el Oso.
Después
del primer interrogatorio, fue alojado en una sala amplia, en la parte superior
del edificio. Más tarde se enteró que allí habían estado Gustavo Ogando y su
esposa, María Victoria Navajas Jáuregui, y Guillermo Rubén Di Bastiano.
Otras
personas secuestradas que mencionó fueron María Mercedes Hourquebié de
Francese, Antonio Bettini, Bonifacia del Carmen Díaz, Elvira Rosa Díaz.
Relató
que en una oportunidad les permitieron sacarse las capuchas y las esposas y que
ese momento fue una especie de reencuentro entre los secuestrados. Otra vez le
dieron papel y tabaco para fumar, algo que no se volvió a repetir. También se
refirió a las condiciones de detención, la comida, la falta de privacidad y el
manoseo que padecían las mujeres al ir al baño por parte de los guardias.
El
16 de noviembre de 1977 El Oso fue a
buscarlo. Le sacó las esposas y le dijo que lo liberarían. Lo llevaron en auto
hasta un lugar cercano a su casa, desde donde fue caminando. Años después pudo
ver a El Oso en varias oportunidades
deambulando por la ciudad de La Plata.
Diez
días después de su liberación apareció su hermano, quien le pudo contar que
había sido interrogado bajo tortura con picana. Meses más tarde realizaron un
nuevo operativo en la casa de su hermano, en el que rompieron y robaron todo.
Después de esto decidieron exiliarse. Ambos lo hicieron en Venezuela, pero su
hermano permaneció allí hasta su muerte en el año 2011.
En
el final de su declaración, Jorge agradeció el hecho de poder declarar
públicamente y recordó afectuosamente a su hermano, médico cirujano con una
importante trayectoria en Venezuela, que dedicó su vida a ayudar a las
personas.
Luego
fue el turno de María Laura Pascua, hermana
de Otilio Julio Pascua.
Relató
que en la madrugada del 24 de diciembre de 1975 realizaron un operativo en la
casa de sus padres, buscando a su hermano. Hombres con ropa de combate
irrumpieron, los colocaron contra la pared, revisaron la casa y robaron todo lo
que pudieron. Otilio se encontraba con unos amigos y al regresar su hermana le
contó lo sucedido. A partir de entonces dejó de vivir allí y la familia perdió
contacto con él.
Sabían
que vivía en Mar del Plata; para 1977 María Laura lo invitó a su casamiento,
pero Otilio no concurrió. Poco después el papá de Cecilia Eguia le contó que
Otilio había sido secuestrado con su hija y su yerno. Otilio había salido a
hacer compras; al regresar un grupo de hombres lo esperaba y se lo llevaron con
Cecilia y Santiago Sánchez Viamonte.
No tuvieron más datos hasta que en
1978 se encontraron sus restos. La policía se contactó con un vecino, quien les
avisó a su madre y a ella que Otilio había sido encontrado en San Fernando. Se
dirigieron a la Comisaría 9 de La Plata. Luego supieron que se había registrado
una bajante importante del río Luján y aparecieron los cuerpos de Otilio y el
de una mujer. Otilio estaba con las manos atadas a la espalda y un peso en los
pies. Les dieron entonces el certificado de defunción y lo inhumaron en el
Cementerio de La Plata, en el panteón del Círculo de Periodistas.
La familia realizó todo tipo de
gestiones, presentaron habeas corpus, apelaron a la iglesia. María Laura dijo
que Otilio tenía 27 años cuando lo mataron. Años después supo que militaba en
el Partido Comunista Marxista Leninista. También sabe que su hermano fue visto
secuestrado en La Cacha y que todo su
grupo de compañeros fue secuestrado.
Luego declararon los hermanos de María
Magdalena y de Pablo Joaquín Mainer, María
de los Milagros, Juan Cristóbal y
Maricel Marta Mainer.
En Corro 105 de Capital Federal vivían
Lucy Matilde Gómez de Mainer y sus hijos Pablo Joaquín, Juan Cristóbal y María
de los Milagros.
En la noche del 28 de septiembre de
1976 se comunicó telefónicamente con ellos María Magdalena –Malena-, quien había viajado a San Juan.
En esa llamada debía darles una contraseña, que indicaría que todo estaba bien.
María Magdalena no la dio.
Al día siguiente, el 29 de septiembre
de 1976, se encontraban en la casa otra de las hermanas, Maricel Marta,
embarazada, y su esposo, Ramón Barballe, quienes habían llegado de visita; la
pareja vivía en Esperanza, Santa Fé.
Además se habían quedado a dormir
cinco militantes de Montoneros: Ignacio José Bertrán, José Carlos Coronel, Alberto
José Molinas Benuzzi, Ismael Salame y María Victoria Walsh, quien estaba con su
hija.
Por la mañana María de los Milagros,
que tenía nueve años, fue al colegio. Quienes permanecían en la casa sabían que
estaban siendo vigilados y que la casa estaba rodeada. La escuela se encontraba
a unas cuadras. Desde allí la niña pudo escuchar los ruidos del operativo que
duró horas e intuyó que todo sucedía en su casa.
Del lugar secuestraron a Lucy, Juan
Cristóbal, Maricel y Ramón y fueron llevados a un lugar que no pudieron
identificar, tal vez El Vesubio.
Bertrán, Coronel, Molinas Benuzzi, Salame y Walsh murieron.
Poco después llevaron a María de los
Milagros desde el colegio a la comisaría, en donde se encontró con la hija de
Victoria Walsh. Su tía Estela Gómez la fue a buscar y a partir de entonces se
quedó viviendo con ella. Su familia entera había sido secuestrada y su casa
saqueada.
Dos hermanos de Lucy comenzaron las
gestiones inmediatamente después de los secuestros, uno pertenecía a la Armada
y el otro tenía contactos con la Embajada de Estados Unidos.
Poco tiempo después Maricel y Ramón
fueron liberados y se llevaron a María de los Milagros a vivir a Esperanza con
ellos. Por su parte, Lucy y Juan Cristóbal, que entonces tenía 16 años, fueron
llevados a Coordinación Federal y luego a la Cárcel de Devoto. Un mes después
Juan Cristóbal fue nuevamente trasladado, esta vez a la UP 9, en donde
permaneció hasta principios de 1980. Lucy permaneció en la cárcel dos años y
medio.
Entre noviembre y diciembre de 1976 un
hombre que se identificó como Federico Asís llamó a casa de tía de los hermanos
Mainer. Dijo entonces que él se encontraba a cargo de Pablo Joaquín y María
Magdalena, cuyo paradero nadie conocía desde hacía por lo menos dos meses. En
ese llamado indicó que María Magdalena quería ver a su hermana pequeña. La tía puso
al corriente a Maricel y poco después el mismo individuo escribió una carta
amenazante, citándola a Maricel para que concurriera con la niña a la ciudad de
La Plata.
A fines de 1976 Maricel y María de los
Milagros realizaron la primera visita a la Brigada
de Investigaciones de La Plata. Concurrieron con bastante temor; allí
vieron a sus dos hermanos, Pablo Joaquín y María Magdalena, quienes estaban con
otras personas secuestradas.
En sus declaraciones los hermanos
Mainer explicaron que en principio se trató de un grupo formado por nueve
personas -Liliana Amalia Galarza, Cecilia Idiart, Pablo Joaquín Mainer, María
Magdalena Mainer, Domingo Héctor Moncalvillo, María del Carmen Morettini, Nilda
Susana Salomone y dos hombres, Molina y Maza-. Estos dos últimos fueron
separados del grupo más adelante y pasaron a estar detenidos en la UP 9, en
donde conocieron a Juan Cristóbal.
De estas personas, además de sus
hermanos, recordaban especialmente al Mono
Moncalvillo por conocerlo de antes, como compañero de la facultad de María
Magdalena.
Tanto Pablo como María Magdalena simulaban
estar bien, pero se veían heridas y marcas de tortura en los brazos de María,
quien había intentado suicidarse dos veces, la mirada de terror de Pablo, quien
además estaba muy flaco, casi sin hablar.
En esa primera visita Maricel y María
de los Milagros vieron a Christian Von Wernich y a Federico Asís, el Francés.
Maricel contó además que el 24 de
marzo de 1977 nació su hijo. Entonces visitó nuevamente la Brigada de Investigaciones de La Plata con su hijo, para que los
hermanos pudieran conocerlo. También en esta visita estaban los demás
secuestrados y el sacerdote Christian Von Wernich, quien aparecía como el
confesor del grupo.
Tiempo después, a mediados de 1977, El Francés citó a Maricel en las
oficinas del SIE, quien concurrió con María de los Milagros. Las recibió en una
oficina, vestido de civil. En esa oportunidad les contó cómo habían sido
secuestrados sus hermanos –Pablo Joaquín al ir a tomar servicio cuando cumplía
con el servicio militar obligatorio y María Magdalena en San Juan.
En esa oportunidad además El Francés le regaló un reloj a María de
los Milagros, quien quiso devolvérselo en la audiencia; no pudo ser, porque el
imputado Cacivio no estaba presente, ya que casi nunca asiste a las audiencias.
Otro de los temas de la entrevista
fueron las condiciones para visitar a Pablo y María Magdalena y la supuesta
preparación de una salida fuera del país que realizarían los integrantes del
grupo de secuestrados por haber optado por ello. Dos miembros de aquel grupo,
Molina y Maza, habrían optado por pasar a estar detenidos a disposición del
Poder Ejecutivo Nacional.
Los hermanos Mainer supieron que El Francés también convocó al resto de
los familiares y se entrevistaba con ellos pidiéndoles ropa, dinero,
documentación para preparar la supuesta salida de los secuestrados.
Por su parte, Juan Cristóbal
permanecía aparentemente detenido en la UP 9. Por medio de una tía supo que no
aparecía registrado como detenido a disposición del PEN, por lo que su
situación allí era la de secuestrado. La familia realizó gestiones para que
figurara su detención.
En junio de 1977 lo llevaron al
despacho del director de la Cárcel. Allí se presentó un hombre como Federico
Asís, quien además se hacía llamar El
Francés, y le dijo que sus hermanos Pablo y María Magdalena lo querían ver.
Entonces los vio por primera vez después de meses. Juan Cristóbal relató que
sus hermanos estaban atemorizados.
Un mes después, entre julio y agosto
de 1977, realizaron una segunda visita. En esta participaron El Francés y otro individuo que Juan
Cristóbal no mencionó en sus declaraciones pasadas. Le comentaron sobre la
salida del país que estaban planificando y le propusieron a él también hacerlo.
Juan Cristóbal lo comentó con otro preso, Alfredo Bravo, quien le recomendó que
no aceptara. Sus hermanos además le comentaron que Christian Von Wernich estaba
relacionado con el grupo. Juan Cristóbal recordó además que Pablo estaba
convencido de que la liberación no sería posible.
Maricel vio una tercera vez a sus
hermanos secuestrados en la Brigada de
Investigaciones de La Plata. También en ésta estaban los demás integrantes
del grupo de secuestrados.
Entre septiembre y octubre de 1977 perdieron
contacto con María Magdalena. El supuesto viaje se estaba organizando y las
tías de la joven participaron más en los detalles por vivir en La Plata. Los
hermanos Mainer recordaron que tanto Pablo como María Magdalena tenían muchas dudas
sobre ese viaje y la posibilidad de permanecer con vida. Maricel indicó que
todos querían creer que saldrían. Después de noviembre de 1977 no tuvieron más
noticias.
A fines de 1977 Maricel recibió una
segunda carta de Federico Asís. En ella les aclaraba que él no estaba más a
cargo de sus hermanos y que sería trasladado a La Tablada, además de indicar
otros detalles sobre su vida, como ser oriundo de Chaco y tener un hermano
mellizo. Las dos cartas enviadas por El
Francés fueron quemadas; sólo conservaron dos tarjetas enviadas por María
Magdalena a María de los Milagros, quien leyó los textos en la audiencia.
Alrededor del año 1982 la familia
Mainer volvió a vivir en La Plata. Durante años toda la familia recibió
llamados telefónicos fuera de lo común por parte de un hombre que trataba de
averiguar datos actuales de la familia Mainer, diciendo que era un filatelista
chaqueño que estaba rastreando la colección del abuelo Mainer.
En 1985 tuvieron los primeros datos
sobre lo sucedido con Pablo y María Magdalena a partir de la declaración de
Julio Alberto Emmed, quien aportó información sobre el asesinato de los
miembros del grupo de secuestrados.
Por declaraciones de amigos y personas
liberadas supieron que además de permanecer en la Brigada de Investigaciones de La Plata estuvieron secuestrados en La Cacha.
En el año 1989 se detectaron fosas en
el Cementerio de Avellaneda sobre las que trabajaron hasta el año 1992. En
ellas fueron encontrados los restos de Pablo y María Magdalena, que fueron
identificados en el 2013. María de los Milagros pidió que se incorporaran las
actas del reconocimiento y Juan Cristóbal indicó que ahora siente un gran
alivio por saber en donde se encuentran.
Al terminar las declaraciones, tanto a
María de los Milagros como a Juan Cristóbal les fueron exhibidas fotos para ver
si en ellas podían reconocer a la persona que se presentó como Federico Asís,
alias El Francés. Ellos indicaron que
ya lo efectuaron en una causa tramitada en el juzgado de Rafecas por los
crímenes cometidos en El Vesubio.
En
la audiencia anterior se había anunciado la declaración de Esteban Alejandro
Vera; la misma fue suspendida sin explicación pública por parte del tribunal.
En último lugar declaró Gustavo Horacio Patat, quien permaneció
secuestrado en La Cacha durante 1978.
En 1977 comenzó a cumplir el servicio
militar obligatorio y fue destinado a la Escuela de Artillería en Campo de
Mayo. Luego pasó al Comando de Institutos Militares, del que dependían todas
las escuelas de guerra; particularmente se desempeñó en una compañía de
conscriptos que hacían las tareas de intendencia en todo el predio.
El día 19 ó 20 de enero de 1978
Schwartz, su superior, lo llamó y le encargó que fuera a una pinturería fuera
del predio, indicándole qué camino debía tomar. Cuando iba hacia allí, vestido
con la ropa de conscripto de calle, dos o tres hombres lo golpearon y lo
introdujeron en un auto encapuchado. Después de un trayecto de cerca de 20
minutos, lo hicieron bajar en una casa deshabitada, lo desnudaron y torturaron.
Querían hacerle creer que había sido secuestrado por Montoneros.
Allí
permaneció tres o cuatro días y luego fue llevado a La Cacha. Lo dejaron en un lugar en el que pudo percibir que había
otras personas secuestradas, aunque no habló con nadie. Se encontraba muy
lastimado a causa de la tortura que había sufrido en el lugar anterior.
Gustavo
detalló las diferencias entre la tortura recibida en uno y otro lugar. Después
de algunas interrupciones por parte de las querellas y el tribunal, el testigo
se centró en las acusaciones que le hacían. Lo acusaban de pertenecer a la
Columna 14 de Montoneros y de haber participado en la colocación de una bomba.
Entre
las personas que vio secuestradas recordó a Jorge Enrique Pérez Catán. También
dijo haber visto a una mujer embarazada que le curó un pie. Cree además que
habría entre cuatro y cinco mujeres embarazadas secuestradas en ese momento. A
él le decían en el lugar El Colimba.
Cerca
del 15 de febrero de 1978 fue liberado. Indicó que después de esto quiso volver
a cumplir con el servicio militar y fue preso por desertor, además de volver a
ser interrogado por el personal de inteligencia para evitar que declarara lo
que le había sucedido.
El
testimonio de Gustavo fue severamente acotado, por lo cual dijo sentirse
frustrado y aclaró que a pesar de comprender las razones judiciales para
efectuarlo no lo comparte, ya que las personas no pueden hacer un
desdoblamiento de su experiencia siguiendo la lógica de los expedientes.
Los
crímenes cometidos en perjuicio de Patat no son objeto de investigación de este
juicio.
Después
de un nuevo debate sobre las condiciones de realización de los reconocimientos
fotográficos, el tribunal informó que en la próxima audiencia Silvia Inés
Cavecchia efectuará el reconocimiento que había quedado suspendido cuando la
testigo declaró. Por su parte, Juan José Losinno, defensor del imputado Claudio
Grande, aprovechó para manifestar sin argumentos serios sus sospechas -como
siempre infundadas- respecto de la intervención del CODESEDH y la actuación de
las querellas.
La
próxima audiencia fue convocada para el miércoles 21 de mayo a partir de las
10.00 hs. Se prevé la declaración de Silvia Inés Cavecchia, José Luis
Passadores, Alberto Alfio Cavalié, Susana Habiaga, Carolina García Cano,
Guillermina García Cano y Julio César Chaves.
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