La jornada del miércoles 7 de mayo de 2014 comenzó
con la declaración de Ana María
Caracoche, secuestrada en La Cacha durante 1977.
Su hija María Eugenia Gatica fue secuestrada cuando
tenía un año, fue entregada a un comisario y recuperada recién en 1985; su
marido Juan Oscar Gatica fue secuestrado en Bahía Blanca en 1976 y permaneció
desaparecido una semana; su hijo Felipe Martín Gatica Caracoche fue entregado a
otra familia y recuperado 8 años más tarde.
Recordó que su militancia se había desarrollado en la
localidad de Mercedes en la Juventud Peronista ; realizaban tareas de trabajo
barrial, teatro, ayuda escolar.
Refirió que en 1977 vivían en La Plata , pero se mudaron a
Berisso por saber que eran perseguidos. En marzo de ese año su hija, María
Eugenia, había sido secuestrada con la familia Abdala Falabella. Un mes
después, el 17 de abril de 1977 Ana María fue secuestrada en la casa de Roberto
Luján Amerise por hombres que se identificaron como del Ejército. Su hijo,
Felipe Martín, y el de Roberto fueron dejados en una casa vecina.
Al momento del secuestro le quebraron un brazo. Junto
a Roberto la trasladaron a La Cacha en el baúl de
un auto. En el camino también secuestraron a Alberto Omar Diessler.
Al llegar a La Cacha ,
Ana María fue interrogada bajo tortura sobre su apodo, su militancia, el
paradero de su marido. Después de esto fue alojada con el resto de los secuestrados
y pocos días después fue llevada con Cristina Lucía Marrocco al Pozo de Banfield. Ambas permanecieron un
tiempo allí y luego fueron llevadas nuevamente a La Cacha.
Más adelante fue nuevamente interrogada. En esa
oportunidad pudo reconocer a un compañero de Bahía Blanca que también estaba
siendo interrogado, Roberto René Achares. En este interrogatorio pudo
identificar a El Francés y vio que
tenían un grabador.
También indicó que en los utensilios empleados para
suministrarles la comida estaba grabado el emblema del Ejército.
Refirió además que todos denominaban al lugar La Cacha
o Cachacavacha Center, por el poder
que tenía para hacer desaparecer a las personas.
Entre sus compañeros secuestrados mencionó a Alberto
Horacio Monají, Esteban Rodolfo Cuenca, Rodolfo Jorge Axat, Ana Inés Della
Croce, Elsa Luján Luna, Julio Beltaco, Cristina Lucía Marrocco, Susana María Marrocco,
Félix Eduardo Picardi, Ricardo Antonio Herrera, Graciela Irene Quesada, Liliana
Pizá, Rubén Oscar Scognamillo, Roberto Luján Amerise, Alberto Omar Diessler, Daniel
Alberto Toninetti, Federico Hugo Sánchez Rizzo, Susana Beatriz Quinteros, Héctor
Manuel Irastorza, Raúl Alberto Depaoli, Antonio Bautista Bettini, Mario Oscar Gallego.
Entre los guardias y torturadores mencionó a El Francés, El Oso.
Relató que un guardia le dijo que sería liberada. Posteriormente
la llevaron en un auto con otro secuestrado, un estudiante de medicina llamado
Gastón; primero obligaron al joven a barjar; después de un trayecto, la
obligaron a descender en un lugar con calles de tierra. Poco después pudo
reconocer que se encontraba en Los Hornos, un lugar que conocía por haber
vivido allí. Los vecinos le prestaron ayuda y buscó entonces a su familia en
Lomas de Zamora.
Permaneció unos días allí, luego fue a Mercedes, de
donde es oriunda, y luego a otros lugares hasta emprender definitivamente el
exilio en 1980. Desde entonces vive en Brasil.
Describió además cómo los exiliados se reunieron en
torno a la Arquidiócesis
de San Pablo, que ofrecía ayuda y refugio a los exiliados por razones
políticas. Recordó además que a pedido de Abuelas de Plaza de Mayo se reunieron
para elaborar un documento en el que volcaron toda la información que tenían
sobre los lugares clandestinos, las personas vistas, los torturadores. En
noviembre de 1983 este documento fue publicado en Argentina en el Diario
Clarín.
También se refirió a lo que fue la búsqueda de sus
hijos que permanecían desaparecidos. A través de las indagaciones de Abuelas,
de su familia y las suyas en junio de 1984 logró dar con el paradero de Felipe,
que había sido entregado a una mujer que lo criaba como hijo propio. En
septiembre del mismo año el niño fue a vivir con sus padres y dos hermanitos
que habían nacido en Brasil. Aún faltaba encontrar a María Eugenia.
Casi contemporáneamente Ana María identificó a su
hija en una foto y en marzo de 1985 lograron realizar un análisis de
histocompatibilidad que confirmó que se trataba de María Eugenia. En agosto de
ese año el juez Borrás, a cargo de la causa, ordenó la restitución a su
familia. El comisario Silva se dio a la fuga con María Eugenia, pero poco
después fue encontrado gracias a la campaña pública de búsqueda que se había
lanzado.
A continuación declaró Martín Daniel Castilla, quien también permaneció secuestrado en La Cacha
durante 1977.
Martín Daniel Castilla
Relató que en la madrugada del 18 de mayo de 1977 fue
secuestrado en el centro de La
Plata. Dos autos le cortaron el paso, unos hombres le dieron
la voz de alto y le pidieron el documento; lo encapucharon y lo introdujeron en
uno de los baúles.
Al llegar a La Cacha
lo hicieron desnudar y lo torturaron con picana. Martín señaló que después de
esto comenzaron a interrogarlo, también bajo tortura. Escuchó voces de hombres
y de una mujer que le preguntaban por su militancia, por sus conocidos. Señaló
que él había militado entre 1975 y 1976 en la Juventud Universitaria
Peronista en la Facultad
de Ciencias Exactas de la
Universidad de La
Plata.
Después del interrogatorio fue llevado a otro lugar, en
el que fue recibido por un guardia; lo alojaron en un lugar con otras personas.
Allí permaneció esposado, encapuchado, tirado en un colchón.
Indicó además que existían distintos tipos de
guardias, que eran cumplidas por turnos y tenían, aparentemente, distintos
responsables y manifestaban diferencias en el trato con los secuestrados.
Entras las personas secuestradas recordó
especialmente a Adriana Clara Bontti y a Félix Eduardo Piccardi. También
mencionó a Cristina Marrocco, Claudio José Fortunato.
Entre los guardias y torturadores mencionó a Pablo, El Francés, el Amarillo, Palito.
En una oportunidad lo llevaron a un cuarto pequeño en
el que lo obligaron a desvestirse para revisarlo. Dos días más tarde, el 26 de
mayo de 1977 al mediodía, lo vendaron, amordazaron y esposaron y lo llevaron en
el baúl de un Ford Falcon hasta un lugar descampado. Allí lo hicieron
descender, lo arrojaron en una zanja y se marcharon. Indicó que poco después,
cuando pudo desatarse, se dio cuenta de que estaba en un camino secundario de
la zona de costa sur. Hizo dedo y un camión lo acercó a la zona de Olmos y otro
lo acercó a Tolosa, en donde estaba su casa.
En 1982 supo que el lugar en el que había estado
secuestrado era conocido como La Cacha. Un vecino
suyo que había trabajado en la sección perros de la Unidad 8 se lo dijo.
Luego fue el turno de Sabina Zaffora, hija de Roberto Omar Zaffora y de María del Carmen
Barros de Zaffora.
Sabina Zaffora
Relató que sus padres fueron secuestrados
en septiembre de 1977 de su casa en la localidad de San Martín cuando ella
tenía tres años. Indicó que a pesar de ser tan chica, aun hoy conserva
recuerdos de aquel momento.
Recordó que el secuestro tuvo lugar por la
noche, que unos hombres irrumpieron en su casa y amordazaron a su madre, que su
padre había sido esposado. Ella corrió a casa de una vecina, quien durante el
operativo se animó a ingresar y llevarse al hermanito de Sabina, Nicolás, que
tenía un año. Esa vecina se puso en contacto con sus abuelos, quienes los
fueron a buscar. Luego la casa y el negocio que tenían en el frente fueron
saqueados.
Señaló que ella y su hermano crecieron con
sus abuelos en Azul y que en 1983 su abuela materna murió de tristeza esperando
que su hija y yerno aparecieran. Años después pudo recuperar los documentos, cartas,
fotos, recortes de diario que su abuela habia guardado.
También indicó que la reconstrucción de la
vida de sus padres y de lo que les sucedió fue una tarea muy difícil, ya que en
la familia no se hablaba de ello. A través de compañeros supo que comenzaron su
militancia en la escuela de Bellas Artes de Azul, que estaban vinculados a un
cura tercermundista y que llevaban adelante su militancia en el Barrio San Francisco;
luego militaron en Montoneros.
Dijo además que poco tiempo antes del
secuestro sus padres habían dejado de militar y que la familia los ayudaba
económicamente a llevar adelante un negocio en la localidad de San Martín, en
donde vivía la pareja con sus dos hijos. Recordó también que el marido de una
tía suya, Antonio Moisés Norte, había sido secuestrado dos semanas antes que
sus padres.
Por testimonios de personas liberadas supo
que ambos permanecieron secuestrados en La Cacha ,
fundamentalmente a través del testimonio de Bonifacia del Carmen Díaz.
Afirmó que su familia quedó destruida
después del secuestro y desaparición de Roberto y María del Carmen y que creció
con una sensación permente de impotencia. En el presente siente orgullo por sus
padres y que el miedo no logró vencerla.
En cuarto lugar declaró Bonifacia del Carmen Díaz, quien
también permaneció secuestrada en La Cacha durante 1977.
Relató que toda la familia resultó perseguida y que
sólo ella y su hermano Víctor Hugo eran militantes. Eran siete hermanos -Eva
del Carmen, María Rosa, Elvira Rosa, Víctor Hugo (Beto), Juan Antonio, Juan
Domingo Díaz y ella- y se tenían talleres en los que se dedicaban a la
confección de juguetes y muñecos.
Su hermano Beto sabía que su casa estaba siendo
vigilada desde hacía tiempo. Por ello había decidido dormir en el taller de
trabajo. La noche del 3 de febrero de 1977 fue secuestrado. Poco después
tuvieron noticias de que había logrado huir del lugar en el que estaba secuestrado,
aunque no podían creerlo.
A partir de entonces ella, sus hermanos, su madre y
su abuela cambiaron su vida; debieron separarse, mudarse, dejar los talleres en
los que trabajaban. Después de un tiempo, sus hermanos Juan Domingo y Juan
Antonio fueron secuestrados y llevados a la Comisaría de Avellaneda,
en donde fueron interrogados bajo tortura por el paradero de Beto. Luego los
liberaron.
Recordó además que en octubre de 1977 Beto llegó a la
casa de su hermana María Rosa en Ezpeleta. Se encontraba gravemente herido,
pero por razones de seguridad no podía ir a un hospital ya que lo estaban
buscando. En esa oportunidad consiguieron asistencia médica y poco después huyo
nuevamente.
En la mañana del 3 de noviembre de 1977 hombres
armados ingresaron en el taller en el que trabajaban Bonifacia y sus hermanas.
Al entrar vio que estaba su madre golpeada, acompañada por hombres que estaban
esperándolas. Entre ellos había uno que era llamado El Mayor. Después de esperar un rato, la secuestraron a ella y a su
hermana Elvira Rosa. Las encapucharon, esposaron y las llevaron en el asiento
trasero de un auto a La Cacha.
Al llegar al lugar la separaron de su hermana y le
sacaron todas sus pertenencias. Luego varias personas la interrogaron bajo
tortura con picana. Supo que después su hermana también fue torturada.
Después la llevaron a otra habitación, en donde
permaneció alojada durante su secuestro. Recordó especialmente a María del
Carmen Barros, con quien pudo conversar bastante durante su cautiverio. María
del Carmen le contó detalles sobre el momento en que la secuestraron y le
transmitió su precupación por lo sucedido con sus hijos.
Recordó que por ser tan flaca las esposas no le
ajustaban las muñecas, por lo que cuando sabía que no había guardias podía
sacarse la capucha y mirar a los otros secuestrados.
Entre las personas secuestradas mencionó a María
Mercedes Hourquebie, Graciela Irene Quesada, María del Carmen Barros.
Entre los guardias y torturadores mencionó a El Potro, Garrote, El Loco, El Ángel, El Francés.
Indicó que por medio de El Potro supo que había un grupo de mujeres secuestradas embarazadas
que eran llevadas juntas a bañar. En una oportunidad pudo apenas verlas y cree
que eran entre ocho y diez jóvenes. En otra oportunidad vio que estaban
alojadas en lo que llamaban Las Cuevas
y que eran sacadas del lugar para tomar un poco de sol. El Potro además le dijo que serían llevadas a dar a luz a un
hospital y que los niños serían entregados a las familias.
Bonifacia recordó también que los guardias decían que
si los secuestrados eran sacados cerca de las 18 hs., quedaban libres; pero que
si los llevaban cerca de la medianoche, los sacaban para matarlos.
Señaló que el 4 de diciembre de 1977 María del Carmen
Barros fue sacada de La Cacha cerca de la
medianoche. Al día siguiente, por la tarde, le dicen a ella que la dejarían ir.
La liberaron con su hermana Elvira Rosa en una zona descampada, cerca de una
ruta. Allí pidieron dinero a una mujer y pudieron llegar a su casa en
colectivo.
Tiempo después toda la familia se fue a Brasil. Ella
permaneció allí veintiocho años y destacó que fue una etapa muy dura pues le
costó mucho vivir en el exilio. Finalmente, reivindió a la generación que no
está, la suya, y dijo extrañarla profundamente.
Al finalizar su declaración, las querellas llamaron
la atención del tribunal sobre la reacción ofensiva del imputado Acuña, quien
discutió con el tribunal sobre su exabrupto. Los guardias penitenciarios,
reticentes a intervenir para mantener al imputado en su lugar, permanecieron
observando la escena sin reaccionar.
Luego fue el turno de María Patricia Luisoni, quien declaró por el secuestro de tres
estudiantes de arquitectura que permanecieron en La Cacha
durante 1977, Jorge Alberto Martina, Otilio Julio Pascua y Antonio Enrique
Piovoso.
Relató que en diciembre de 1977 se recibió
de arquitecta y comenzó a trabajar en el estudio que su marido tenía en la Galería Williams
de La Plata.
El 6 de diciembre de 1977 ella estaba en
una de las oficinas con uno de los socios, Hugo, cuando cuatro hombres
irrumpieron en el lugar, armados. A Hugo lo llevaron a la oficina de al lado,
en donde estaban además Antonio Enrique Piovoso y Humberto Moirano, dibujantes
del estudio, y pudo escuchar que todos eran interrogados.
Ella permaneció con un hombre, que la interrogó
sobre sus actividades, las del estudio, las personas que lo frecuentaban.
Señaló que estos hombres estaban buscando
a Jorge Alberto Martina, a quien ella conocía como Minguito; por ese motivo
habían ocupado todo el edificio. Días atrás habían secuestrado al hermano,
Rubén Alejandro Martina.
Antes de que Martina llegara entraron unos
hombres con Otilio Pascua, otro estudiante de arquitectura que había sido
secuestrado tiempo atrás. María Patricia dijo verlo muy cambiado, pálido, sin
barba. Lo sentaron frente a ella y esperaron.
Al llegar Martina, la obligaron a darse
vuelta y quedar de cara a la pared, de manera que sólo pudo escuchar el
forcejeo y las preguntas que le hacían y un entredicho entre Otilio Pascua y
aquel. Dijo también que Otilio parecía estar convencido de que los liberarían y
les enviarían a un lugar de recuperación.
Después de que uno de los hombres indicara
que los autos ya habían llegado, se llevaron secuestrados a Antonio Enrique
Piovoso, Jorge Alberto Martina y Otilio Pascua.
Por las cosas que escuchó decir, piensa
que el mismo grupo de personas había participado en otros secuestros, como el
de Ricardo Luis Dakuyaku, otro estudiante de arquitectura secuestrado en esas
fechas.
Recordó también que al año siguiente
realizó la denuncia de la desaparición de Piovoso en la Comisaría 1 de La Plata. Allí le tomaron
declaración, pero después de cierta reticencia le hicieron firmar un papel que
ella no leyó.
Al finalizar su declaración, le fueron exhibidas una seria
de fotos para ver si podía identificar a la persona que permaneció sentada con
ella y la interrogó durante el operativo de secuestro.
En último lugar declaró Elena Dakuyaku, hermana de Ricardo Luis
Dakuyaku.
Elena recordó que su hermano jugaba al rugby,
estudiaba arquitectura, trabajaba en un estudio y militaba en el Partido
Comunista Marxista Leninista.
Uno de sus conocidos de la facultad y de la
militancia, Santiago Sánchez Viamonte, había sido secuestrado en Mar del Plata.
Entonces por razones de seguridad Ricardo volvió a pasar las noches en la casa
de sus padres.
En la madrugada del 6 de diciembre de 1977 personas
de fajina, armadas, irrumpieron en la casa. Se encontraban además el padre, la
madre y su hermano Marcelo de 10 años. Encerraron a todos en un dormitorio y se
llevaron a Ricardo. Esa fue la última vez que lo vio. Según los vecinos, lo
subieron en un auto y una chica iba tirada en el piso de otro.
Señaló que ingenuamente hicieron la denuncia al día
siguiente en la Comisaría
2 de La Plata. Más
adelante ella se dirigió al Regimiento 7 para averiguar sobre el paradero de su
hermano; a lo largo de los años también hizo gestiones en juzgados, la embajada
de Japón, el Ministerio del Interior de la Nación. También le
dejaron una foto de su hermano al sacerdote de la Unidad 9, porque le habían
comentado que podía estar allí.
Una semana después del secuestro, un grupo de hombres
se presentaron en su casa y al ingresar se dirigieron directamente a una de las
máquinas de la tintorería de la familia. De allí sacaron un mimeógrafo,
papeles, libros. Se llevaron todo y no regresaron más.
Años después se encontró con alguien que le dijo que
su hermano había muerto de meningitis en 1978. Julio Carpinetti le dijo que su
hermano estaba en un lugar en el que lo iban a rehabilitar, en donde podían
tocar la guitarra.
Supo que su hermano estuvo secuestrado en La Cacha
a través de los testimonios de personas liberadas pero, destacó, hasta ahora no
se animó a entrevistarse con ellos.
Recordó también que su madre pensaba que Ricardo
regresaría y siempre lo esperaba. Aclaró que sus padres eran japoneses y
poseían un sentido de la autoridad distinto, por lo que no se animaban a
reclamar. Ella realizó siempre las gestiones por su hermano y siente en la
actualidad la necesidad de dejar de ocultar el dolor y contar lo que le
sucedió. Considera que lo que les hicieron es brutal y no encuentra nada que
justifique el hecho de no haberlo dejado vivir y robarle una vida con su
hermano.
La próxima audiencia fue convocada para el miércoles
14 de mayo a partir de las 10.00 hs. Se prevé la declaración de Mario Cugura,
Emilce Flores, María Natalia Suárez Nelson Corvalán, Esteban Colman, Delma Eda
Cocchia y Daniel Robelo.
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