La jornada del viernes 25 de abril de 2014 comenzó
con la declaración de Julián Roberto
Duarte, secuestrado en La Cacha durante 1977.
Julián Roberto Duarte
Refirió que en la madrugada del 4 de agosto de 1977
unos hombres irrumpieron en su casa en Villa Elisa. Allí estaban su madre, dos
hermanas y un hermano con su esposa e hijo. Al encontrarlo, le cubrieron la
cabeza con una sábana y lo llevaron al asiento trasero de un auto. Tenía
entonces 22 años y militaba en la Juventud Comunista.
En el baúl del auto habían encerrado a otra persona,
secuestrada poco antes que él. Tiempo después supo que se trataba de José Luis
Barla.
Llegaron a La Cacha
en donde le preguntaron sus datos personales. Luego lo llevaron a otro lugar en
donde fue interrogado bajo tortura sobre su militancia. Después de esto lo
condujeron a la construcción en la que permanecían alojadas las personas
secuestradas. Lo ubicaron bajo una escalera y allí permaneció esposado cuatro o
cinco días hasta que fue interrogado bajo tortura nuevamente en forma más
brutal.
Recordó que los interrogatorios tenían lugar en una
construcción fuera del edificio en el que permanecían secuestrados; debían
cruzar un terreno para llegar a ella.
Después del segundo interrogatorio fue alojado en el
piso superior. Como los demás, estaba permanentemente privado de su visión con
una especie de capucha.
Recordó que los mismos guardias les decían que ese
lugar se llamaba La Cacha. También
hablaban de otro lugar como de La Cacha Superstar ,
en donde supuestamente tenían secuestrados a militantes con una mayor
responsabilidad en sus organizaciones.
Entre las personas secuestradas mencionó a José Luis
Barla, Stella Maris Bojorge, Norma Martínez, José Luis Cavalieri, María Elvira
Luis, Juan Carlos Bongiorno, Coco Gómez.
Entre los guardias y torturadores mencionó a El Oso, Palito, Amarillo, Tarzán, Abadón.
El 24 de agosto le dijeron a él y a José Luis Barla
que se prepararan; un guardia le explicó que desde el Poder Ejecutivo los
habían considerado como “rescatables”. Esa noche lo obligaron a subir a un
auto; viajó en el asiento trasero con una mujer también secuestrada.
Al detenerse lo hicieron bajar, tirarse al piso y le
indicaron que contara hasta doscientos. Julián así lo hizo y al descubrirse se
encontró en un lugar desconocido. Después de preguntar en una casa, supo que
estaba en Los Hornos. Consiguió dinero para tomar un colectivo que lo llevara a
La Plata y
desde allí el hermano de un cuñado lo acompañó hasta su casa.
Después de su secuestro retomó sus estudios y durante
un tiempo, tanto él como personas allegadas, recibieron una serie de llamados
telefónicos extraños.
A continuación declaró Fernando Reyes, quien también permaneció secuestrado en La Cacha
durante 1977.
Fernando Reyes
Relató que entonces participaba en el Centro de
Estudiantes de su colegio, el ENAM de Banfield. En aquella época, el
interventor de la escuela, Luis Héctor Bucci, había prohibido su actividad.
Fernando tenía 17 años.
El 3 de agosto de 1977, por la madrugada, golpearon
la puerta de su casa en Lomas de Zamora hombres que se identificaron como de la
policía y del ejército. Ingresaron preguntando por él. Le dijeron que llevara
el DNI, encerraron a sus padres y esposado y encapuchado lo obligaron a
ingresar en el baúl de un auto. En su declaración, Fernando recordó que pudo
saber que el auto se dirigía hacia el sur.
Al llegar a La Cacha ,
lo hicieron bajar e ingresar en una habitación amplia. Allí entregó el DNI, que
nunca le fue devuelto. Con ingenuidad pidió la presencia de un abogado, lo que
provocó la burla de sus secuestradores, quienes le dieron a entender que ese
lugar estaba al margen de la ley. Le sacaron además sus pertenencias y,
saliendo al exterior, lo llevaron al lugar en donde alojaban a los
secuestrados.
Allí permaneció en una especie de cuartito en un
corredor, esposado; al lado había otro espacio similar. Ese sector era
denominado Las Cuevitas.
Otros compañeros de la escuela secundaria que estaban
secuestrados allí eran Rubén Enrique Gerenschtein, Mónica Susana Tresaco,
Edgardo Daniel Cerqueira, María Silvia Bucci, Margarita Ofelia Ercole y Nina
Judith Golberg, conocida del Colegio Nacional de Adrogué. También estaba allí
Marcela Mónica Quintella, amiga de Nina, que fue alojada a su lado.
Recordó la sensación de desolación y desamparo de
aquellos días, de lo contento que se puso al poder hablar brevemente con sus
compañeros Edgardo Cerqueira y María Silvia Bucci.
Luego relató que fue interrogado en un lugar fuera
del edificio en el que permanecía. Era una habitación con el elástico de una
cama y conectores eléctricos. Allí dos hombres, a quienes describió, le dijeron
que reconociera “todo” o bien sería torturado. Querían que reconociera ser
militante de la
Juventud Guevarista. Fernando se negaba, ya que no era
verdad.
En su declaración describió detalladamente los
distintos espacios de La Cacha , como el baño
y la oficina en la que permanecían los guardias. También la comida y la rutina
diaria. Indicó que los guardias llamaban “tabique” a la capucha que usaban
obligadamente.
Entre los guardias y torturadores mencionó a varios
que llevaban el nombre de Carlitos;
también a El Francés, El Oso.
Recordó que en una oportunidad lo llevaron a una
especie de casa rodante en la que uno de los hombres que lo había interrogado
le dijo que sería liberado. Lo llevaron de regreso sin esposas, lo hicieron
bañar y por la noche lo subieron encapuchado a un auto. Sentado entre dos
hombres, fue llevado hasta su casa. Allí golpearon la puerta, le sacaron la
capucha y uno de sus interrogadores lo dejó en manos de su padre.
Al finalizar su declaración, le fue exhibido un
cuaderno con fotos para identificar entre ellos a quienes pudieron haber
participado en su secuestro.
Luego fue el turno de Claudia Elena Billourou, casada con Dardo Cristino Marcelo
Benavides.
Claudia Elena Billourou
Relató que a los doce años se conocieron,
a los trece se pusieron de novios y a los diecinueve se casaron. Dardo había
ingresado a estudiar al Liceo Naval Militar “Almte. Guillermo Brown”; ella
estudiaba en Bellas Artes en la
Plata y comenzaron juntos a militar con el grupo de amigos de
Dardo del Liceo.
Entre ellos estaban Mario Luis Noriega
–asesinado el 12 de noviembre de 1975-, José María Laureano Donda –secuestrado
en mayo de 1977-, Roberto Gamonet –asesinado el 22 de junio de 1976-, Sonia
Mabel Rossi –secuestrada el 22 de junio de 1976-, Claudio Ernesto Logares y
Mónica Sofía Grinspon –secuestrados el 18 de mayo de 1978 en Uruguay-.
En 1975, el mismo año en que se casaron,
les llegó una citación del Departamento de la Reserva Naval a todo
el grupo de ex alumnos indicándoles que debían presentarse para recibir la
baja. El padre de Mario Noriega les recomendó que no se presentaran.
En esa época ya comenzaba la persecución.
Debieron cambiar de domicilio permanentemente, tomar medidas de seguridad,
dejar de frecuentar a su familia, dejar el trabajo e irse de La Plata. Claudia
refirió que en Bellas Artes Néstor Beroch de la CNU se pasaba el día en la cafetería controlando
a los estudiantes junto a un tal Tony.
Recordó también que en 1975 nació su hija
Luciana. Ella se fue a Córdoba y la última vez que vio con vida a Dardo fue el
18 de junio de 1976. En la época en que fue secuestrado vivía en el Gran Buenos
Aires.
En agosto de 1977 sus padres viajaron a
Córdoba y le dieron la noticia del secuestro de Dardo. Años después, en 1986
Claudia se radicó en Alemania, en donde trabajó con el gobierno alemán y en la UNESCO.
Señaló que a lo largo de los años trató de
recabar información sobre lo sucedido con su marido. Patricia Pérez Catán dijo
haberlo visto en La Cacha entre mayo y junio
de 1977; allí ayudó a curar una infección que Dardo tenía en las piernas.
Por su parte, Claudio Fortunato le contó
que permanecía encadenado en un rincón, debajo de una escalera; que habría
tratado de suicidarse varias veces. Le pegaban mucho, fundamentalmente El Oso y El Francés. También indicó que lo habrían llevado a la ESMA. Ricardo
Herrera le dijo que Dardo había sido muy torturado, víctima además de golpes
permanentes. También aportaron información Héctor Javier Quinterno y Raúl
Guillermo Elizalde.
Otros compañeros de militancia de Dardo
que permanecieron secuestrados en La Cacha fueron Carlos
Alberto Weber, Rodolfo Jorge Axat y Susana Beatriz Quinteros.
Claudia relató que su padre sufrió un
infarto poco después del secuestro de Dardo, del que no pudo recuperarse y
murió tres años después. Los proyectos que habían soñado con Dardo quedaron
truncos y vivieron cuatro años de su juventud escondiéndose y escapándose por
pensar diferente. Ella nunca pudo volver a formar una familia y para su hija el
registro inconsciente de la angustia, del miedo a la muerte, tuvo severas
consecuencias.
Finalmente, señaló que estuvo esperando
casi cuarenta años para dar este pequeño testimonio sobre su verdad, para
ejercer su derecho, un derecho que le fue negado a Dardo.
Finalmente, declaró en último lugar Ernesto Carlos Otahal, quien también
permaneció secuestrado en La Cacha durante 1977.
Ernesto Carlos Otahal
El 17 de agosto de 1977, después de medianoche,
hombres encapuchados que se identificaron como de la policía ingresaron en la
casa de sus padres en Ranelagh, Berazategui. Lo esposaron y encapucharon y lo
introdujeron en el baúl de un auto.
Una vez en La Cacha ,
lo condujeron a La Casita en donde lo
obligaron a desnudarse. El grupo que lo había secuestrado se retiró y
permanecieron allí dos o tres personas, entre ellas una mujer. Allí fue atado a
un elástico metálico y fue interrogado bajo tortura con picana.
Ernesto había militado entre 1974 y 1975 en la Federación Comunista.
En 1977 ya no militaba más; hacía trabajos de albañilería con su padre. Tenía
20 años.
Recordó que fue llevado a un edificio contiguo, en
donde permaneció cerca de diez días en una especie de sótano. Se encontraba muy
asustado, sin tener plena consciencia de lo que estaba sucediendo. Recién al
día siguiente se dio cuenta de que había muchas otras personas secuestradas
como él. El lugar tenía las ventanas tapiadas, la oscuridad era casi total. Más
adelante fue llevado a otro lugar, en la planta alta, en donde coversó un poco
más.
Se refirió también a la vida diaria en ese lugar, la
comida que les daban, la forma de ir al baño dos veces al día. Indicó que hubo
una parte del edificio que no conoció.
Entre las personas secuestradas que vio mencionó a
Victoria Navajas Jáuregui –de quien decían que había estado en El Sheraton-, Octavio Alcides Barrenese,
Liliana Beatriz Méndez, César San Emeterio, María Ilda Delgadillo, Pedro Luis
Mazzocchi.
Entre los guardias y torturadores mencionó a Palito, Pablo, Abadón, Sabino, Negrito, El Potro, El Zorro, Carlitos El Cordobés, Amarillo.
Recordó que a comienzos de septiembre hubo una
especie de interrogatoio masivo; todos tuvieron que pasar por un cuartito en el
que se les hacían preguntas sobre la militancia, su opinión sobre el gobierno
de Videla.
El día 22 de septiembre un grupo grande, cerca de
doce personas, fueron llevadas a bañarse y afeitarse; según decían, iban a ser
liberadas. Después de medianoche se escucharon ruidos de autos; tocaron el
timbre en el edificio y un grupo de hombres subió y se llevó a los
secuestrados.
Ese mismo día Ernesto también había sido llevado a
bañarse y afeitarse; en ese momento el guardia a quien conocía como El Potro le dijo que era un perejil y
que iba a ser liberado. Sin embargo, permaneció allí.
Al día siguiente, el 23 de septiembre, El Potro le dijo al oido que la noche
anterior no habían podido soltarlo, pero que lo harían ese día. Por la noche,
un hombre le preguntó sus datos personales, le sacaron las esposas, le dieron
un par de zapatos y lo introdujeron en la parte trasera de un auto. Supo que
otro secuestrado se encontraba allí y otros dos hombres los controlaban.
Después de un corto viaje, obligaron a bajar al otro
hombre; tiempo después supo que se trataba de Juan Carlos Bongiorno.
Arrancaron, se detuvieron después de un tramo corto y, con la recomendación de
que dejara de militar y no hiciera ninguna denuncia sobre lo sucedido, le sacaron
la capucha y se fueron.
Ernesto refirió que después de preguntar a un
muchacho, supo que estaba en Gonnet; tomó el tren, bajó en la estación de
Plátanos, en donde se dirigió a la casa de unos amigos quienes lo llevaron a la
casa de sus padres.
Recordó además que su padre le contó que diez días
después de su secuestro, una noche de fines del mes de agosto, personas
uniformadas ingresaron en la casa preguntando por él. Los vecinos dijeron ver
camiones del Ejército. Por las preguntas que hacían, parecían desconocer que
Ernesto estaba secuestrado.
La próxima audiencia fue convocada para el miércoles
7 de mayo a partir de las 10.00 hs. Se prevé la declaración de Ana María
Caracoche, Martín Daniel Castilla, Sabina Zaffora, Bonifacia del Carmen Díaz,
María Patricia Luisoni y Elena Dakuyaku.
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