El viernes 28 de marzo de 2014 se escucharon cinco
declaraciones. La jornada comenzó con la declaración de Marta María Mercedes Bettini, hermana de Marcelo Bettini e hija de
Antonio Bautista Bettini.
Marta María Mercedes Bettini
Marta recordó que su hermano Marcelo no regresó de la
facultad el 9 de noviembre de 1976. Su padre comenzó inmediatamente a realizar
gestiones para encontrarlo. Entre otras dependencias visitó la morgue central;
allí pudo ver que había cuerpos con carteles que indicaban fechas posteriores a
la de aquel día. Se contactó entonces con Juan Pochelú, Jefe de la Delegación de la Policía Federal en
La Plata , quien
hizo sus averiguaciones sin resultados.
Por otra parte, su marido, Jorge Alberto Daniel
Devoto, retirado de la marina en 1975, obtuvo cierta información de parte del
Teniente Eduardo Llorens; en un documento que aquel consiguió se indicaba que
Marcelo había sido asesinado en un operativo en Tolosa. Así, Devoto y Bettini
se dirigieron a la Comisaría
de Tolosa, en donde indicaron que Marcelo había sido llevado al Cementerio de La Plata. Allí había sido
enterrado como N.N. Comenzaron entonces las gestiones para recuperar el cuerpo;
al exhumar los cuerpos que se habían enterrado, reconocieron el de Luis Eduardo
Sixto Bearzi, asesinado junto a Marcelo. La familia pudo enterrarlo en la
bóveda familiar.
Marta refirió que después de estos acontecimientos la
familia trató de recuperar la normalidad. Pero a mediados de marzo de 1977, al
regresar de las vacaciones, se enteraron de que un operativo de fuerzas
conjuntas había secuestrado en una cochera de la familia al cuidador y
administrador del lugar, Alfredo Temperoni, que tenía una relación de larga
data con la familia Bettini. En esa oportunidad también fue secuestrado Rubén
Oscar Contardi, yerno de Temperoni. Bettini entonces nuevamente apeló a Pochelú
para averiguar el paradero de Alfredo; se entrevistó con el policía en el
Departamento Central de la
Policía Federal en Capital Federal. Después de una llamada
telefónica que lo dejó demudado, Pochelú le recomendó que regresara a La Plata acompañado por alguien
que no fuera su esposa. Bettini se dirigió a la seccional de la Policía Federal de
La Plata con
Devoto; allí fueron recibidos por hombres vestidos de fajina, después de horas
de espera. Se dirigieron luego a la Comisaría 1° y a la Unidad Regional de
La Plata de la Policía de la Provincia de Buenos
Aires; fueron seguidos durante todo el trayecto por hombres que les hicieron
detener el auto y dirigirse hacia la zona del bosque. Una vez allí, seuestraron
a Antonio Bettini y dejaron a Devoto. Por otro lado, la casa de Devoto en La Plata fue saqueada y
clausurada con una faja que indicaba Comando Operacional 113. También la
cochera en donde trabajaba Temperoni fue saqueada y clausurada con una faja
idéntica.
Devoto se contactó con su primo hermano Marcos
Salustiano Lobato, quien dijo que acordaría una reunión con el servicio de
inteligencia naval. Para ello Devoto debía concurrir al Edificio Libertad. El
lunes 21 de marzo de 1977 Devoto asistió a la cita, de la que nunca regresó.
Días después Temperoni fue liberado y contó que vio a
Bettini encapuchado en el lugar en donde él estuvo secuestrado, La Cacha ,
nombre que conocerían mucho después. Marta Bettini indicó que Temperoni fue
secuestrado por segunda vez días después. Permaneció cerca de dos días
secuestrado en la
Delegación de la Policía Federal en La Plata.
Poco después una quinta de la familia Bettini,
ubicada en las cercanías de la
Ruta 2 y el cruce de Etcheverry, fue saqueada. En medio de un
gran operativo con camiones del ejército, mataron a dos hombres y una mujer en
el chalet principal.
Por su parte, Marta partió a Montevideo con sus
hijas; después de tomar contacto con su familia en aquella ciudad, alquiló un
chalet en el que se alojó poco tiempo, ya que continuó su exilio en Brasil y el
29 de junio de 1977 llegó a España, en donde tomó conocimiento de que su
familia en Uruguay había sido interrogada sobre su paradero; incluso quienes le
alquilaron la casa en la que permaneció fueron secuestrados.
En noviembre de 1977 su abuela, María Mercedes
Hourquebie de Francese, de 77 años, fue secuestrada. Cerca del mediodía del 3
de noviembre hombres armados la secuestraron. Marta indicó que este secuestro
habría estado motivado fundamentalmente por razones económicas. Entre las
personas ligadas a la venta de propiedades de forma irregular mencionó a
Armando Antonucci, su cuñado. Ese mes también secuestraron a César Bustos,
socio de Ángel Miretta, amigo de Bettini, a quien interrogaron sobre la venta
de las propiedades de la familia.
En 1987 los restos de su abuela María Mercedes fueron
identificados por el EAAF; se encontraba en una fosa del Cementerio de
Avellaneda, enterrada como N.N. Después de sortear múltiples trabas
burocráticas, pudieron enterrarla en la bóveda familiar.
Marta indicó que recién obtuvo información sobre lo
sucedido con su marido cuando comenzaron los juicios en España. Allí Scilingo
declaró que Devoto habría sido arrojado de un vuelo. Devoto habría permanecido
secuestrado en la ESMA
y tal vez en una isla del Tigre cuando la CIDH realizó su visita a la Argentina.
Por otra parte, recordó el testimonio de Orestes
Vaello, que dijo haber participado en el operativo de secuestro de Antonio
Bettini ya que la marina no quería hacerlo. Por parte de Ludovico Tedeschi,
sacerdote de Schönstatt, obtuvieron la información de que Bettini habría muerto
en agosto de 1977.
Indicó que después de ser secuestrado, su padre fue
declarado cesante en la UNLP ;
la USAL no
colaboró en nada; tampoco el Colegio de Abogados ni la UBA , todas instituciones en
las que Antonio Bettini participaba. Señaló además las interminables gestiones
que hicieron en todo el mundo. En cuanto a la actuación de la iglesia, señaló
que lograron interesar a cierto sector del Vaticano; sin embargo, pero que este
interviniera debía recibir información del Episcopado argentino, cosa que no
sucedía. Entre otras personalidades eclesiásticas a las que recurrieron sin
resultados recordó al Arzobispo de Bahía Blanca de la época, a Monseñor Plaza,
al Cardenal Primatesta, al Nuncio Apostólico Pío Laghi.
Ante la pregunta de un juez sobre las motivaciones
que habrían tenido para secuestrar a su abuela, Marta indicó que nunca supo el
motivo por el que su familia fue perseguida con tanta crueldad; sólo espera
justicia.
A continuación se escuchó a Laura Beatriz Gerenschtein, hermana de Rubén Enrique Gerenschtein.
Laura Beatriz Gerenschtein
Recordó que el 27 de mayo de 1977, después del
mediodía, hombres armados entraron en su casa y secuestraron su hermano. Rubén
tenía entonces 16 años y estudiaba en la Escuela Normal
Antonio Mentruyt (ENAM) de Banfield.
Algunos vecinos que presenciaron el secuestro dijeron
que lo llevaron en un auto negro, encapuchado y que habría una mujer sentada en
el asiento trasero. Al secuestrarlo se llevaron también unos guantes de boxeo.
Laura supo más adelante que su hermano estuvo
secuestrado en La Cacha a través de
Silvia Bucci, amiga de Rubén. Señaló además que su hermano fue aún más
maltratado por ser judío.
Antes de pasar al tercer testigo, los defensores
oficiales Yanina Fanchiotti y Martín Adrogué indicaron que Etchecolatz
solicitaba un audífono para paliar su audición disminuida; por su parte, Raúl
Ricardo Espinoza se quejó de un dolor de oídos y solicitó no estar presente en
la sala, a lo que los jueces accedieron.
En tercer lugar declaró Ricardo Antonio Herrera, quien permaneció secuestrado en La Cacha
durante 1977.
Ricardo Antonio Herrera
El 16 de mayo de 1977, después de medianoche, su casa
fue rodeada e invadida por hombres armados, algunos disfrazados y otros con
uniformes militares. Revisaron su casa y lo interrogaron sobre su militancia.
Ricardo trabajaba en el laboratorio del Frigorífico
Swift y militaba en Montoneros. A esta militancia y las tareas de propaganda
que realizaba con sus compañeros Simón
-Rodolfo Jorge Axat- y El Negro se
refirió en su declaración. También se refirió a El Rusito -Alberto Paira-, compañero que fue asesinado en abril
de 1977. También habló sobre su formación en los primeros años de militancia.
Recordó que aquella noche fue llevado en el baúl de
un auto hasta La Cacha. Antes de
llegar allí, secuestraron a otra persona más, un trabajador del Policlínico La Plata. En La Cacha
fue interrogado por Pituto y El Francés sobre su actividad en la
fábrica, los nombres de otros compañeros y su nivel de responsabilidad dentro
de Montoneros. Le mostraron los legajos originales de otros trabajadores del
Frigorífico para que los reconociera. A partir de esto, Ricardo supuso que
existía cierto vínculo entre La Cacha y quienes
estaban a cargo de la gerencia de la empresa.
En su extensa declaración, también se refirió a las
características del lugar, la relación con los guardias y la forma en que los
reconocían y la situación especial de algunos secuestrados. Mencionó que los
guardias hacían circular entre los secuestrados la versión de que existía un
lugar llamado Casita Azul, un lugar
de recuperación con ejercicios grupales y asistencia psicológica; quienes
lograran ser enviados allí, pasarían a estar detenidos a disposición del Poder
Ejecutivo Nacional y luego serían liberados. Recordó que creyó esta versión y
que para él significó un objetivo a alcanzar.
Entre otras experiencias, relató que para el 9 de
julio todos los secuestrados sufrieron una golpiza general por parte de El Oso, ofendido por escuchar que
cantaran el himno en una fecha patria.
Entre las personas secuestradas mencionó a Rubén
Oscar Scognamillo, Susana María Marrocco, Cristina Lucía Marrocco, Ana María
Caracoche, María Silvia Bucci, Rubén Enrique Gerenschtein, Alberto Horacio
Monaje, Rodolfo Jorge Axat, Stella Maris Bojorge, Carlos Alberto Weber, Dardo
Marcelo Benavides, Ana Inés Della Croce, Jorge Oscar Galme.
En cuanto a las embarazadas, recordó extensamente a
María Elena Isabel Corvalán. Pudo verla con un embarazo notorio; ella le contó
sobre su familia. Nunca supo qué pasó con el embarazo; los guardias le
comentaron que habían llevado a María Elena a la Casita
Azul. Mucho años después pudo conocer a la hija de María
Elena cuando se presentó a declarar en el Juicio por la Verdad.
Entre los guardias y torturadores mencionó a Santos, Mr. X, Babita o Bebé, Jota. En cuanto a los abusos sexuales, indicó que posiblemente
existieran y señaló que tanto Babita
como Santos tenían la costumbre de
mirar a las mujeres secuestradas mientras se bañaban.
El 20 de agosto de 1977 le dijeron que lo liberarían;
le permitieron bañarse y afeitarse y por la mañana lo dejaron en el centro de La Plata , en un lugar en el que
podía trasladarse hasta su casa en colectivo. Volvió a ver a su familia después
de 3 meses de haber permanecido desaparecido. Dos años más vivió vigilado. A
través de su jefe en el laboratorio del Frigorífico Swift, Pissoni, le
indicaban a dónde tenía que concurrir para informar lo que sucedía en su lugar
de trabajo.
Después de su extensa declaración, y de las
objeciones de rigor de las defensas, Ricardo reconoció en las fotografías
exhibidas a quienes lo torturaron.
Luego fue el turno de Julio Ernesto Cédola, hermano de Laura Susana Cédola de Monteagudo
y cuñado de José Manuel Monteagudo.
Julio Ernesto Cédola
Recordó que el 22 de junio de 1977 por la madrugada
escucharon ruidos en la terraza de su casa. Tocaron el timbre y al abrir la
puerta se encontró con hombres armados, vestidos de fajina, preguntando por su
hermana Laura.
Una vez dentro de la casa, la interrogaron sobre su
militancia en la
Juventud Guevarista. Laura había militado en el secundario en
aquella agrupación, pero tenía proyectado ir a vivir al sur con su marido y su
hija pequeña, según relató Julio. Laura estudiaba Zoología y José Manuel, su
cuñado, era estudiante de Antropología y trabajador del Astillero Río Santiago.
Aquella noche Laura y su marido fueron secuestrados;
ella fue trasladada en el baúl.
Su padre, retirado de la marina en 1966 por razones
ideológicas, se dedicaba a la pintura y la docencia desde entonces. A partir
del secuestro de Laura, realizó innumerables gestiones entre conocidos de las
fuerzas armadas. Así consiguió que les dijeran que la Infantería de Marina
había hecho un “recorrido” aquella noche. De sus consultas con Antonio Vañek y
Jorge Chevalier no obtuvo nada. Se entrevistó además con Emilio Eduardo
Massera, quien prometió indagar con Ramón Camps; sin embargo, nunca más lo
recibió ni ofreció ninguna respuesta.
En diciembre de 1977 tuvieron noticias de que Laura y
José habrían sido vistos en La Cacha. No pudieron
corroborarlo entonces.
Después de la desaparición de Laura, su hija fue
criada por una tía hermana de su padre; en aquel momento pensaron que se
trataría de una guarda corta.
Julio señaló que también otros miembros de la familia
Cédola padecieron la misma persecución que su hermana. Mario Cédola, hijo del
contador Mario Cédola, fue acribillado a balazos en julio de 1975; Eduardo
Cédola –primo hermano de Julio- y su esposa Liliana Beatriz Méndez de Cédola,
fueron secuestrados en septiembre de 1977 y luego liberados; Víctor Cédola –también
primo hermano de Julio- fue secuestrado por el ejército; después de ser
liberado se exilió en España.
Declaró en último lugar María Bernarda Luna, quien presenció el secuestro de Jorge Horacio
Moura.
María Bernarda Luna,
reconocimiento fotográfico
Su declaración se centró en el operativo del 8 de
marzo de 1977 en el que secuestraron a Jorge Horacio Moura. En aquella época,
María Bernarda vivía en casa de la familia. Indicó que aquella mañana hombres
disfrazados con ropa de Segba se aproximaron a la casa con la excusa de unas
obras en la vereda. Estos y otros hombres ingresaron luego, reuniendo a toda la
familia en el living, secuestrándolos durante varias horas.
Alredededor de 15.30 regresó Jorge, a quien estaban
esperando. Lo secuestraron y a partir de entonces perdieron todo contacto con
él. Días después personas desconocidas llamaron por teléfono y acordaron llevar
a la madre de Jorge con las hijas al Parque Pereyra Iraola para verlo.
Recién en 2009 María Bernarda supo por medio de Perla
Diez que Jorge había estado secuestrado en La Cacha.
Del operativo pudo recordar a tres hombres, que
permanecieron allí con la cara descubierta. Después de un cuarto intermedio, el
tribunal ordenó que revisara un conjunto de fotos para ver si podía reconocer
en ellas a alguna de las personas que participaron en aquel hecho. Entre ellas
María Bernarda creyó ver a quien llevó adelante el operativo y se encargo de
interrogar a la familia.
Puesto que el miércoles 2 de abril es feriado por
conmemorarse el desembarco argentino en las Islas Malvinas, la próxima
audiencia se convocó para el viernes 4 a partir de las 10.00 hs. Se prevé la
declaración de Gustavo Calleja y de Berta Itzcovich.
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