Embarazadas

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viernes, 11 de abril de 2014

17° audiencia


El viernes 28 de marzo de 2014 se escucharon cinco declaraciones. La jornada comenzó con la declaración de Marta María Mercedes Bettini, hermana de Marcelo Bettini e hija de Antonio Bautista Bettini.

Marta María Mercedes Bettini

Marta recordó que su hermano Marcelo no regresó de la facultad el 9 de noviembre de 1976. Su padre comenzó inmediatamente a realizar gestiones para encontrarlo. Entre otras dependencias visitó la morgue central; allí pudo ver que había cuerpos con carteles que indicaban fechas posteriores a la de aquel día. Se contactó entonces con Juan Pochelú, Jefe de la Delegación de la Policía Federal en La Plata, quien hizo sus averiguaciones sin resultados.
Por otra parte, su marido, Jorge Alberto Daniel Devoto, retirado de la marina en 1975, obtuvo cierta información de parte del Teniente Eduardo Llorens; en un documento que aquel consiguió se indicaba que Marcelo había sido asesinado en un operativo en Tolosa. Así, Devoto y Bettini se dirigieron a la Comisaría de Tolosa, en donde indicaron que Marcelo había sido llevado al Cementerio de La Plata. Allí había sido enterrado como N.N. Comenzaron entonces las gestiones para recuperar el cuerpo; al exhumar los cuerpos que se habían enterrado, reconocieron el de Luis Eduardo Sixto Bearzi, asesinado junto a Marcelo. La familia pudo enterrarlo en la bóveda familiar.
Marta refirió que después de estos acontecimientos la familia trató de recuperar la normalidad. Pero a mediados de marzo de 1977, al regresar de las vacaciones, se enteraron de que un operativo de fuerzas conjuntas había secuestrado en una cochera de la familia al cuidador y administrador del lugar, Alfredo Temperoni, que tenía una relación de larga data con la familia Bettini. En esa oportunidad también fue secuestrado Rubén Oscar Contardi, yerno de Temperoni. Bettini entonces nuevamente apeló a Pochelú para averiguar el paradero de Alfredo; se entrevistó con el policía en el Departamento Central de la Policía Federal en Capital Federal. Después de una llamada telefónica que lo dejó demudado, Pochelú le recomendó que regresara a La Plata acompañado por alguien que no fuera su esposa. Bettini se dirigió a la seccional de la Policía Federal de La Plata con Devoto; allí fueron recibidos por hombres vestidos de fajina, después de horas de espera. Se dirigieron luego a la Comisaría 1° y a la Unidad Regional de La Plata de la Policía de la Provincia de Buenos Aires; fueron seguidos durante todo el trayecto por hombres que les hicieron detener el auto y dirigirse hacia la zona del bosque. Una vez allí, seuestraron a Antonio Bettini y dejaron a Devoto. Por otro lado, la casa de Devoto en La Plata fue saqueada y clausurada con una faja que indicaba Comando Operacional 113. También la cochera en donde trabajaba Temperoni fue saqueada y clausurada con una faja idéntica.
Devoto se contactó con su primo hermano Marcos Salustiano Lobato, quien dijo que acordaría una reunión con el servicio de inteligencia naval. Para ello Devoto debía concurrir al Edificio Libertad. El lunes 21 de marzo de 1977 Devoto asistió a la cita, de la que nunca regresó.
Días después Temperoni fue liberado y contó que vio a Bettini encapuchado en el lugar en donde él estuvo secuestrado, La Cacha, nombre que conocerían mucho después. Marta Bettini indicó que Temperoni fue secuestrado por segunda vez días después. Permaneció cerca de dos días secuestrado en la Delegación de la Policía Federal en La Plata.
Poco después una quinta de la familia Bettini, ubicada en las cercanías de la Ruta 2 y el cruce de Etcheverry, fue saqueada. En medio de un gran operativo con camiones del ejército, mataron a dos hombres y una mujer en el chalet principal.
Por su parte, Marta partió a Montevideo con sus hijas; después de tomar contacto con su familia en aquella ciudad, alquiló un chalet en el que se alojó poco tiempo, ya que continuó su exilio en Brasil y el 29 de junio de 1977 llegó a España, en donde tomó conocimiento de que su familia en Uruguay había sido interrogada sobre su paradero; incluso quienes le alquilaron la casa en la que permaneció fueron secuestrados.
En noviembre de 1977 su abuela, María Mercedes Hourquebie de Francese, de 77 años, fue secuestrada. Cerca del mediodía del 3 de noviembre hombres armados la secuestraron. Marta indicó que este secuestro habría estado motivado fundamentalmente por razones económicas. Entre las personas ligadas a la venta de propiedades de forma irregular mencionó a Armando Antonucci, su cuñado. Ese mes también secuestraron a César Bustos, socio de Ángel Miretta, amigo de Bettini, a quien interrogaron sobre la venta de las propiedades de la familia.
En 1987 los restos de su abuela María Mercedes fueron identificados por el EAAF; se encontraba en una fosa del Cementerio de Avellaneda, enterrada como N.N. Después de sortear múltiples trabas burocráticas, pudieron enterrarla en la bóveda familiar.
Marta indicó que recién obtuvo información sobre lo sucedido con su marido cuando comenzaron los juicios en España. Allí Scilingo declaró que Devoto habría sido arrojado de un vuelo. Devoto habría permanecido secuestrado en la ESMA y tal vez en una isla del Tigre cuando la CIDH realizó su visita a la Argentina.
Por otra parte, recordó el testimonio de Orestes Vaello, que dijo haber participado en el operativo de secuestro de Antonio Bettini ya que la marina no quería hacerlo. Por parte de Ludovico Tedeschi, sacerdote de Schönstatt, obtuvieron la información de que Bettini habría muerto en agosto de 1977.
Indicó que después de ser secuestrado, su padre fue declarado cesante en la UNLP; la USAL no colaboró en nada; tampoco el Colegio de Abogados ni la UBA, todas instituciones en las que Antonio Bettini participaba. Señaló además las interminables gestiones que hicieron en todo el mundo. En cuanto a la actuación de la iglesia, señaló que lograron interesar a cierto sector del Vaticano; sin embargo, pero que este interviniera debía recibir información del Episcopado argentino, cosa que no sucedía. Entre otras personalidades eclesiásticas a las que recurrieron sin resultados recordó al Arzobispo de Bahía Blanca de la época, a Monseñor Plaza, al Cardenal Primatesta, al Nuncio Apostólico Pío Laghi.
Ante la pregunta de un juez sobre las motivaciones que habrían tenido para secuestrar a su abuela, Marta indicó que nunca supo el motivo por el que su familia fue perseguida con tanta crueldad; sólo espera justicia.

A continuación se escuchó a Laura Beatriz Gerenschtein, hermana de Rubén Enrique Gerenschtein.
Laura Beatriz Gerenschtein

Recordó que el 27 de mayo de 1977, después del mediodía, hombres armados entraron en su casa y secuestraron su hermano. Rubén tenía entonces 16 años y estudiaba en la Escuela Normal Antonio Mentruyt (ENAM) de Banfield.
Algunos vecinos que presenciaron el secuestro dijeron que lo llevaron en un auto negro, encapuchado y que habría una mujer sentada en el asiento trasero. Al secuestrarlo se llevaron también unos guantes de boxeo.
Laura supo más adelante que su hermano estuvo secuestrado en La Cacha a través de Silvia Bucci, amiga de Rubén. Señaló además que su hermano fue aún más maltratado por ser judío.

Antes de pasar al tercer testigo, los defensores oficiales Yanina Fanchiotti y Martín Adrogué indicaron que Etchecolatz solicitaba un audífono para paliar su audición disminuida; por su parte, Raúl Ricardo Espinoza se quejó de un dolor de oídos y solicitó no estar presente en la sala, a lo que los jueces accedieron.

En tercer lugar declaró Ricardo Antonio Herrera, quien permaneció secuestrado en La Cacha durante 1977.
Ricardo Antonio Herrera

El 16 de mayo de 1977, después de medianoche, su casa fue rodeada e invadida por hombres armados, algunos disfrazados y otros con uniformes militares. Revisaron su casa y lo interrogaron sobre su militancia.
Ricardo trabajaba en el laboratorio del Frigorífico Swift y militaba en Montoneros. A esta militancia y las tareas de propaganda que realizaba con sus compañeros Simón -Rodolfo Jorge Axat- y El Negro se refirió en su declaración. También se refirió a El Rusito -Alberto Paira-, compañero que fue asesinado en abril de 1977. También habló sobre su formación en los primeros años de militancia.
Recordó que aquella noche fue llevado en el baúl de un auto hasta La Cacha. Antes de llegar allí, secuestraron a otra persona más, un trabajador del Policlínico La Plata. En La Cacha fue interrogado por Pituto y El Francés sobre su actividad en la fábrica, los nombres de otros compañeros y su nivel de responsabilidad dentro de Montoneros. Le mostraron los legajos originales de otros trabajadores del Frigorífico para que los reconociera. A partir de esto, Ricardo supuso que existía cierto vínculo entre La Cacha y quienes estaban a cargo de la gerencia de la empresa.
En su extensa declaración, también se refirió a las características del lugar, la relación con los guardias y la forma en que los reconocían y la situación especial de algunos secuestrados. Mencionó que los guardias hacían circular entre los secuestrados la versión de que existía un lugar llamado Casita Azul, un lugar de recuperación con ejercicios grupales y asistencia psicológica; quienes lograran ser enviados allí, pasarían a estar detenidos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y luego serían liberados. Recordó que creyó esta versión y que para él significó un objetivo a alcanzar.
Entre otras experiencias, relató que para el 9 de julio todos los secuestrados sufrieron una golpiza general por parte de El Oso, ofendido por escuchar que cantaran el himno en una fecha patria.
Entre las personas secuestradas mencionó a Rubén Oscar Scognamillo, Susana María Marrocco, Cristina Lucía Marrocco, Ana María Caracoche, María Silvia Bucci, Rubén Enrique Gerenschtein, Alberto Horacio Monaje, Rodolfo Jorge Axat, Stella Maris Bojorge, Carlos Alberto Weber, Dardo Marcelo Benavides, Ana Inés Della Croce, Jorge Oscar Galme.
En cuanto a las embarazadas, recordó extensamente a María Elena Isabel Corvalán. Pudo verla con un embarazo notorio; ella le contó sobre su familia. Nunca supo qué pasó con el embarazo; los guardias le comentaron que habían llevado a María Elena a la Casita Azul. Mucho años después pudo conocer a la hija de María Elena cuando se presentó a declarar en el Juicio por la Verdad.
Entre los guardias y torturadores mencionó a Santos, Mr. X, Babita o Bebé, Jota. En cuanto a los abusos sexuales, indicó que posiblemente existieran y señaló que tanto Babita como Santos tenían la costumbre de mirar a las mujeres secuestradas mientras se bañaban.

El 20 de agosto de 1977 le dijeron que lo liberarían; le permitieron bañarse y afeitarse y por la mañana lo dejaron en el centro de La Plata, en un lugar en el que podía trasladarse hasta su casa en colectivo. Volvió a ver a su familia después de 3 meses de haber permanecido desaparecido. Dos años más vivió vigilado. A través de su jefe en el laboratorio del Frigorífico Swift, Pissoni, le indicaban a dónde tenía que concurrir para informar lo que sucedía en su lugar de trabajo.
Después de su extensa declaración, y de las objeciones de rigor de las defensas, Ricardo reconoció en las fotografías exhibidas a quienes lo torturaron.

Luego fue el turno de Julio Ernesto Cédola, hermano de Laura Susana Cédola de Monteagudo y cuñado de José Manuel Monteagudo.


Julio Ernesto Cédola

Recordó que el 22 de junio de 1977 por la madrugada escucharon ruidos en la terraza de su casa. Tocaron el timbre y al abrir la puerta se encontró con hombres armados, vestidos de fajina, preguntando por su hermana Laura.
Una vez dentro de la casa, la interrogaron sobre su militancia en la Juventud Guevarista. Laura había militado en el secundario en aquella agrupación, pero tenía proyectado ir a vivir al sur con su marido y su hija pequeña, según relató Julio. Laura estudiaba Zoología y José Manuel, su cuñado, era estudiante de Antropología y trabajador del Astillero Río Santiago.
Aquella noche Laura y su marido fueron secuestrados; ella fue trasladada en el baúl.
Su padre, retirado de la marina en 1966 por razones ideológicas, se dedicaba a la pintura y la docencia desde entonces. A partir del secuestro de Laura, realizó innumerables gestiones entre conocidos de las fuerzas armadas. Así consiguió que les dijeran que la Infantería de Marina había hecho un “recorrido” aquella noche. De sus consultas con Antonio Vañek y Jorge Chevalier no obtuvo nada. Se entrevistó además con Emilio Eduardo Massera, quien prometió indagar con Ramón Camps; sin embargo, nunca más lo recibió ni ofreció ninguna respuesta.
En diciembre de 1977 tuvieron noticias de que Laura y José habrían sido vistos en La Cacha. No pudieron corroborarlo entonces.
Después de la desaparición de Laura, su hija fue criada por una tía hermana de su padre; en aquel momento pensaron que se trataría de una guarda corta.
Julio señaló que también otros miembros de la familia Cédola padecieron la misma persecución que su hermana. Mario Cédola, hijo del contador Mario Cédola, fue acribillado a balazos en julio de 1975; Eduardo Cédola –primo hermano de Julio- y su esposa Liliana Beatriz Méndez de Cédola, fueron secuestrados en septiembre de 1977 y luego liberados; Víctor Cédola –también primo hermano de Julio- fue secuestrado por el ejército; después de ser liberado se exilió en España.

Declaró en último lugar María Bernarda Luna, quien presenció el secuestro de Jorge Horacio Moura.
María Bernarda Luna, reconocimiento fotográfico

Su declaración se centró en el operativo del 8 de marzo de 1977 en el que secuestraron a Jorge Horacio Moura. En aquella época, María Bernarda vivía en casa de la familia. Indicó que aquella mañana hombres disfrazados con ropa de Segba se aproximaron a la casa con la excusa de unas obras en la vereda. Estos y otros hombres ingresaron luego, reuniendo a toda la familia en el living, secuestrándolos durante varias horas.
Alredededor de 15.30 regresó Jorge, a quien estaban esperando. Lo secuestraron y a partir de entonces perdieron todo contacto con él. Días después personas desconocidas llamaron por teléfono y acordaron llevar a la madre de Jorge con las hijas al Parque Pereyra Iraola para verlo.
Recién en 2009 María Bernarda supo por medio de Perla Diez que Jorge había estado secuestrado en La Cacha.
Del operativo pudo recordar a tres hombres, que permanecieron allí con la cara descubierta. Después de un cuarto intermedio, el tribunal ordenó que revisara un conjunto de fotos para ver si podía reconocer en ellas a alguna de las personas que participaron en aquel hecho. Entre ellas María Bernarda creyó ver a quien llevó adelante el operativo y se encargo de interrogar a la familia.


Puesto que el miércoles 2 de abril es feriado por conmemorarse el desembarco argentino en las Islas Malvinas, la próxima audiencia se convocó para el viernes 4 a partir de las 10.00 hs. Se prevé la declaración de Gustavo Calleja y de Berta Itzcovich.

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