La jornada del miércoles 11 de junio de 2014 comenzó
con la declaración de Clara María Elsa
Petrakos, hija de Constantino Petrakos y de María Eloísa Castellini. Su
hermana nació en los primeros días de abril de 1977 durante el cautiverio de su
madre; los tres permanecen desaparecidos.
Clara fue convocada por la querella para exponer
sobre los casos de mujeres embarazadas secuestradas en La Cacha
y el secuestro y apropiación de sus hijos. Indicó que a partir de su búsqueda
personal se interiorizó sobre otros casos y recopiló información sobre ellos.
Poco después de comenzar, su declaración fue
interrumpida por los defensores Martín Adrogué y Juan José Losinno, quienes
solicitaron que el testimonio no utilizara como prueba sentencias que aún no se
encuentran firmes y que la investigación realizada por Clara se incorporara sin
mediar su declaración.
Después de una breve pausa, el tribunal otorgó la
razón a las defensas y decidió que la testigo limitara su declaración a
información que no esté incorporada en la causa. Después de esta decisión
finalizó el testimonio de Clara.
A continuación declaró María de Montserrat Olivera, miembro del Equipo Argentino de
Trabajo e Investigación Psicosocial (EATIP). Indicó que desde 1979 trabajan en
el campo de la salud mental y los derechos humanos. Fue convocada para que
expusiera en torno al tema de la tortura sexual.
Los defensores Adrogué y Losinno plantearon también
en este caso que la testigo aportara su investigación para ser evaluada por las
partes, sin declarar. También objetaron que sus declaraciones sobre delitos
sexuales excedían el objeto procesal, ya que en esta causa los imputados responden
por su participación en la privación ilegal de la libertad, aplicación de
tormentos y homicidios. El tribunal decidió que la testigo continuara su
exposición.
María de Montserrat se refirió entonces a las
modalidades que se repiten desde el momento del secuestro. También se refirió
de manera general a los distintos momentos de los interrogatorios bajo tortura,
los métodos de tortura aplicados, los objetivos perseguidos con éstos y su
impacto en la psiquis y la conducta.
Luego se centró en el tema de la tortura sexual que
calificó como un tipo específico de violencia que afecta a las mujeres y es
implementada como política de destrucción. Señaló además que no se trata de
conductas patológicas llevadas adelante individualmente o en forma aislada sino
que contiene un carácter social. Se trata de una modalidad de tortura que
apunta a la cosificación, a convertir a la persona en objeto de uso y abuso.
Citó distintos instrumentos internacionales que
aluden a este tipo específico de violencia como la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer –Convención de
Belem do Pará-, el Estatuto de Roma,
el informe El Derecho de las Mujeres a
una Vida Libre de Violencia y Discriminación en Haití –CIDH, 2009-. También
hizo un repaso por los planteos judiciales y sentencias de causas que juzgan
crímenes de lesa humanidad en el país en cuanto al tema específico de los
crímenes sexuales.
Luego refirió los efectos psicosociales que éstos
conllevan, destacando que son crímenes poco visibilizados por un doble
silenciamiento, desde el Estado para garantizar su impunidad y desde las
víctimas por el temor a la sanción social, entre otras causas.
Se trata de hechos altamente traumáticos, que se
reviven permanentemente; tienen una afectación biológica –enfermedades,
embarazos, daño permanente de los órganos sexuales, esterilidad- y efectos
psíquicos a corto y largo plazo –sentimientos de humillación, culpa, pérdida de
la autoestima, sentimiento de vulnerabilidad, depresión, ideaciones suicidas,
somatización, temor al rechazo. Asimismo las relaciones interpersonales y la
vida sexual general es afectada por estas experiencias.
Incluyó el desnudo forzado dentro de estas conductas,
ya que el verse despojado de ropa implica una situación de humillación y de
deshumanización extrema.
Afirmó que desde su perspectiva la tortura sexual es
entendida como una práctica sistemática de la que todos los agentes represivos
son responsables como partes del sistema de tortura. Los crímenes sexuales son
perpetrados por todos los agentes del estado ya que no responden a lo
patológico individual sino que se trata de una imposición general que se
despliega a lo largo del orden jerárquico y están incluidos en el sistema de la
tortura.
Señaló que en los últimos años se comenzó a
visibilizar más el impacto de la tortura sexual en las mujeres, a partir de las
declaraciones de aquellas que se animaron a relatar sus experiencias; aún
permanece en gran medida silenciado lo vivido por los hombres víctimas de
secuestro durante la última dictadura.
En último lugar declaró Alfredo Aurelio Tarruella, quien permaneció secuestrado en La Cacha
durante 1977.
Alfredo fue delegado metalúrgico en Avellaneda;
también trabajó en un frigorífico. Fue secuestrado el 19 de octubre de 1977 con
su compañera María Ester Martelotti en un café de la localidad de Quilmes
ubicado en Rivadavia e Hipólito Yrigoyen. Alfredo vio un camión del que
descendieron hombres con ropa de fajina, cortaron la calle, irrumpieron en el
bar y los secuestraron, llevándolos en autos separados.
Fueron trasladados a La
Cacha. Al llegar allí, Alfredo intentó escapar, pero fue
recapturado. Lo interrogaron bajo tortura sobre personas conocidas. Entre las
personas presentes reconoció la voz de Marina,
que había sido secuestrada en La
Plata.
Se refirió también a las condiciones en las que
permaneció secuestrado, cómo eran llevados al baño, la comunicación con Alicia,
que se encontraba en la parte superior, la capucha que llevó permanentemente
mientras estuvo allí. Indicó que escuchaban que al llegar nuevas personas
secuestradas eran torturadas inmediatamente. Los gritos eran constantes.
También dijo que la comida que servían era como la que se sirve entre los
militares, de rancho.
Entre los guardias y torturadores mencionó a Potro.
Recordó también que Alicia pudo avisarle que ambos
serían liberados. Un día los condujeron en un auto hasta el cruce de
Alpargatas, en donde los dejaron encapuchados y con la orden de contar hasta
cien antes de mirar. Así lo hicieron y luego cada uno se dirigió a su casa. Era
el mes de diciembre de 1977.
En esa oportunidad, Alfredo fue a casa de una
compañera que le curó las profundas heridas que tenía en los pies. Después de
restablecerse no tuvo domicilio fijo, hasta 1981 cuando se exilió en Brasil.
Luego vivió en Paraguay y después regresó a Argentina. Durante mucho tiempo
padeció desórdenes del sueño e hizo terapia durante tres años.
Después de su secuestro supo que había estado en La Cacha ;
él había creído estar en algún lugar de la Escuela de Policía Juan Vucetich, por los
ladridos que escuchaba permanentemente. En el final señaló que al declarar
reconstruye un pasado muy difícil, del que nunca contó muchos detalles. Su
compañera, Alicia Martelotti, murió recientemente.
En el final de la jornada el imputado Miguel Osvaldo Etchecolatz amplió su
declaración indagatoria. Al comenzar dijo querer echar luz sobre el “enmarañado
problema” del homicidio de Marcelo Gabriel José Bettini y Luis Eduardo Sixto
Bearzi.
En cuanto a los homicidios que se le reprochan, dijo
no conocer el episodio en que Bettini murió ni las pericias sobre su muerte. En
el caso de Bearzi, realizó conjeturas en cuanto a las condiciones que rodearon
su asesinato. Dijo que participó sólo un vehículo porque sospecharon que se
trataba de delincuentes comunes, ya que de otra forma hubieran realizado un
despliegue más importante. También se explayó sobre el tipo de armas que
utilizaba la policía en aquel entonces. Por otra parte, objetó el pedido de
elevación a juicio de la fiscalía sobre estos dos casos, señalando lo que allí
encontró como errores y reconoció que existían registros de inteligencia
policial sobre Bettini desde 1974.
Respondiendo la pregunta del tribunal, indicó que en
noviembre de 1976 ocupaba el cargo de Director General de Investigaciones de la Policía de la Provincia de Buenos
Aires.
Como en otras oportunidades se refirió a cuestiones
que reedita en cada declaración indagatoria. Ni el tribunal ni las querellas
objetaron que se explayara sobre temas ajenos al juicio. Citó extensamente publicaciones,
manuales y declaraciones de distintos militantes Montoneros; refirió también
las palabras de legisladores a favor de la represión y las sentencias que ya lo
condenaron en juicios anteriores; tampoco se privó de citar a Cicerón.
Nuevamente expresó que él cree estar siendo juzgado en un proceso irregular,
arbitrario. Dijo haber defendido la patria y ahora aparecer como un asesino
serial.
El próximo viernes 13 de junio se realizará una
inspección ocular en el predio que ocupó La Cacha y
para el miércoles 18 fue convocada la próxima audiencia en la que se seguirán
escuchando testimonios.
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