La jornada del miércoles 4 de junio de 2014 comenzó
con la declaración de Enriqueta Estela
Barnes de Carlotto, madre de Laura Estela Carlotto.
Relató que el primer golpe en su familia ocurrió el
16 de septiembre de 1976 cuando secuestraron a María Claudia Falcone con otros
compañeros de la escuela secundaria. María Claudia era la hermana del marido de
una de sus hijas. Con ello dio comienzó la persecución a las familias Falcone y
Carlotto.
Su hija Laura estudiaba el profesorado de Historia en
la Universidad Nacional de La Plata y era conocida como Rita; su otra hija, Claudia, aún cursaba el secundario; ambas eran
militantes.
Recordó que el lunes 1° de agosto Laura se iba a
mudar del lugar en el que vivía con un matrimonio y sus hijos. Para ello le
pidió prestada la camioneta de trabajo a su padre, Guido. Acordaron que la
devolvería al terminar. Pero al ver que las horas pasaban y Laura no regresaba
con la camioneta, Guido la dejó a Estela a cargo de la pinturería y se dirigió
al domicilio de Laura para ver qué sucedía. Al llegar al lugar no encontró a
nadie y vio todo destruido; cuando estaba por salir fue secuestrado.
Entonces Estela inició las gestiones para averiguar
el paradero de su esposo; apeló a la iglesia, a politicos y finalmente logró
una entrevista con Reynaldo Bignone en su casa de Castelar. Previamente, a
través de un contacto con Patricio Errecalde Pueyrredón, le propusieron que a
cambio de 40 millones de pesos de la época lo entregarían. Veinticinco días
después Guido fue liberado en un baldío. Al regresar contó a su familia todo lo
que sufrió y vivió durante su secuestro. Estela recordó que todos pensaban que
había perdido la razón por las cosas que contaba, pero con el tiempo
corroboraron que eran ciertas.
A partir del secuestro de Guido, Laura pasó a la
clandestinidad. Se mudó a Capital Federal con un compañero y mantenía el
contacto con su madre telefónicamente y por carta; se encontraba a veces con su
padre en Capital. El último llamado que recibieron fue el 16 de noviembre de
1977; de esa fecha también fue su última carta. A partir de entonces supusieron
que la habrían secuestrado.
Estela siguió los mismos pasos que con el secuestro
de Guido; apeló a la iglesia, a los políticos y a Reynaldo Bignone. Se
entrevistó con él en el Comando del Primer Cuerpo del Ejército; pero ahora el
militar se encontraba desquiciado. Estela le pidió que juzgaran a su hija si
había cometido algún delito; también pidió que le devolvieran sus restos para
poder enterrarla si ya estaba muerta.
A través del mismo contacto con Patricio Errecalde
Pueyrredón le pidieron dinero a cambio de la liberación de Laura; pagaron 150
millones de pesos, pero Laura no fue liberada. Tiempo después efectivos del
Ejército al mando de Enrique Rospide ocuparon la casa y edificio de Estela y la
interrogaron.
Estela recordó que no sabía que su hija estaba
embarazada al momento de ser secuestrada. A fines de 1977 Estela Campos, una
mujer vecina del barrio, se acercó al comercio de Guido y le contó que había
permanecido secuestrada con Laura, quien estaba cursando entonces el sexto mes
de embarazo y que le había dicho que si su hijo era varón lo llamaría Guido,
como su padre, y que la familia debía ir a buscarlo a Casa Cuna en junio de
1978, fecha para la que esperaba el nacimiento.
Pasaron los meses y el 25 de agosto de 1978
recibieron un parte de la Comisaría 9na de La Plata citando urgentemente a los padres
de Laura Carlotto en la Subcomisaría de Isidro Casanova. Estela recordó que fue
un momento de mucha emoción; pensaron que tal vez su hija estuviera detenida
allí con el niño, pero también pensaron lo peor. Se dirigieron allí su esposo,
su hermano y ella. Al llegar, el comisario les exhibió el DNI de Laura en
perfectas condiciones y les dijo que había fallecido. Estela perdió la
templanza y los acusó de matarla y preguntó por el niño; le dijeron que no
había ninguno. Les suministraron una partida de defunción en donde Laura
aparecía como N.N.; además se dejaba constancia de que no había acatado la
orden de detención, por lo que había sido acribillada en la Ruta 3 y
Cristianía. Los padres retiraron el cuerpo y lo velaron con el cajón cerrado.
Estela dijo que entonces tomó fuerza para seguir buscando a su nieto.
En 1980 se encontró con un grupo de elixiados
refugiados en Brasil, quienes le dieron noticias sobre el cautiverio de Laura.
Alcira Ríos y Luis Córdoba habían estado secuestrados con ella; Laura les
relató el parto y se ocupó de que los guardias atendieran a Luis, que había
sido muy torturado. Ambos vieron cómo Laura iba a ser liberada, según creían.
Pero al entrevistarse con Estela supieron que Laura fue sacada de La Cacha para ser asesinada. También
otras personas liberadas la vieron en La
Cacha, como Elsa Campos y María Laura Bretal.
En 1985 el juez Hortel pidió la exhumación de los
restos; con el equipo de antropólogos dirigido por Clyde Snow documentaron que
se trató de un asesinato; Laura tenía un brazo quebrado, balas en la cabeza
disparadas desde atrás y las marcas en la pelvis que correspondían al parto;
también verificaron que había permanecido secuestrada un tiempo considerable
por el deterioro de las piezas dentales. Estela recordó que presenciar la
exhumación representó un duelo para ella que le dió más fuerzas para buscar a
su nieto Guido.
En su declaración destacó su confianza en la justicia
y apeló una vez más a los imputados, pidiéndoles que tengan el valor de decir
en dónde están los niños que robaron.
A continuación declaró Norma Lidia Aquín, quien permaneció secuestrada en La Cacha durante 1978.
El 18 de julio de 1978 fue secuestrada de su casa;
estaban presentes su pareja y sus hijos. Fue esposada e introducida en un auto
y llevada a La Cacha. Allí se
encontró con María Inés Paleo y otras personas. Pocas horas después escuchó que
a su lado pateaban y golpeaban a su madre.
Recordó que durante cinco días la llevaron
diariamente a ser interrogada bajo tortura a un sala ubicada en un lugar
exterior al lugar en el que permanecía alojada. Permaneció un tiempo en el
sótano y luego en la parte superior; también en un lugar que llamaban Cuevitas, en donde vio a Laura Carlotto,
Rita, y María Cristina García, La Gringa.
El 25 de julio de 1978, el día del cumpleaños de su
madre, la llevaron para que se despidiera de ella. Su madre salió en libertad
entonces y cree que Antonio José Plaza pudo intervenir en las gestiones para
liberarla. Norma permaneció en La Cacha;
estaba embarazada de dos meses. Ese mismo día se descompensó y fue llevada a la
U8, en donde permaneció más de una semana. Al regresar en los primeros días de
agosto la alojaron en la cuevita de
la planta baja con otras mujeres, algunas de ellas también embarazadas.
Durante su secuestro pudo conversar con Laura
Carlotto, quien le contó que permanecía en una “casita” contigua al lugar en el
que se realizaban los interrogatorios bajo tortura. Allí permanecía durante el
día, pero a la noche dormía con el resto de los secuestrados. Le contó también
que tuvo a su hijo en un hospital o clínica; la durmieron después del parto y
le sacaron a su hijo, a quien llamó Guido. Le habían dicho además que lo
entregarían a su madre; Laura estaba convencida de que la liberarían. El 24 de
agosto se la llevaron junto a Carlos Luis Lahitte
Norma refirió las condiciones en las que
permanecieron allí, la suciedad, la escasa y repulsiva comida, el frío.
Entre las personas secuestradas mencionó a María Inés
Paleo, Néstor Arrúa, Carlos Luis Lahitte, Luis Córdoba, Laura Carlotto, María
Cristina García, María Laura Bretal, Alcira Ríos, Alicia Cabrera, Luciano
Gutiérrez.
Entre los guardias y torturadores mencionó a Palito, el Oso Acuña, el Marpla, Pablo, Daniel, Romo, Flores, Manuel Gordillo.
El 20 de octubre de 1978 fue liberada.
En el final de su declaración agradeció poder
expresarse y poder hacerlo por todos los compañeros que quedaron en el camino.
Los delitos cometidos en perjuicio de Norma no se
investigan en el presente juicio.
Luego fue el turno de María Inés Paleo, quien permaneció secuestrada en La Cacha durante 1978.
El 25 de julio de 1978 fue secuestrada de su
domicilio con su marido e hijo de diez meses. De allí fueron trasladados en dos
autos hasta la casa de Alejandro Enrique Gutiérrez, en donde le hicieron dejar
a su hijo.
Luego su esposo, Alejandro y ella fueron llevados a
la Comisaría 2da de La Plata, en donde fueron torturados y por la mañana
temprano fueron trasladados a La Cacha,
cuando cambiaba la guardia del lugar.
Al ingresar los autos en el predio, María Inés pudo
escuchar que daban una contraseña para que les permitieran el acceso. Ella fue
alojada en una habitación con otras mujeres, entre las que estaba Laura
Carlotto, a quien conoció como Rita.
Al día siguiente fue torturada y luego fue alojada en
el sótano.
Con Laura pudo conversar en varias oportunidades. A
veces aquella servía la comida, llevaba a las secuestradas al baño y las
ayudaba a bañarse. También se le permitía salir al exterior a colgar ropa de los
secuestrados. A través de ella supo que estaba en La Cacha y que se encontraba cerca de Olmos. También le contó que
estaba allí desde hacía ocho o nueve meses atrás y que había dado a luz a su
hijo en un hospital. Le había dicho que entregarían al niño a la familia por
medio de Casa Cuna y que más adelante la liberarían. Un guardia del ejército
apodado Villa era el que se ocupaba
de controlar a Laura.
Entre las personas secuestradas mencionó a Laura
Carlotto, María Cristina García, Alejandro Enrique Gutiérrez, Alcira Ríos,
Carlos Rivero, Luis Córdoba, María Laura Bretal, Norma Lidia Aquín, Néstor
Arrúa, Carlos Luis Lahitte.
Entre los guardias y torturadores mencionó a Romo, Eduardo, Villa, Don Otto, Don Ricardo, Roberto, Kojak, Daniel (II), dos o tres personas apodadas Carlitos, Marpla, Tarzán, Gustavo, Pablo, Sabino, Palito. Como responsable de La
Cacha mencionó a Daniel (I).
El 15 de agosto de 1978 fue liberada con su marido.
Varios días antes se lo habían anunciado. Pudo despedirse de otros
secuestrados, entre ellos de Laura.
Después de ser liberada, María Inés confeccionó un
esquema del lugar con su marido. Entre 1985 y 1986 lo pudieron corroborar con
otra persona liberada, María Laura Bretal. En su declaración María Inés se
refirió detalladamente a las características edilicias de La Cacha.
Al finalizar agradeció poder declarar y pidió que se
haga justicia por Laura y por todos los que no fueron liberados, una herida que
siempre lleva.
Los delitos cometidos en perjuicio de María Inés no
se investigan en el presente juicio.
A continuación declaró María Maitena Barrenese, hermana de
Octavio Alcides Barrenese.
Octavio era veterinario y docente; vivía
en la zona rural de Magdalena. Estaba en pareja con Dora Esther Franzosi y
militaba en la JP. Le decían El Vasco,
por su apellido.
El 12 de agosto de 1977 pasó por la casa
de su hermana en La Plata, para avisarle que al día siguiente se encontrarían
en Magdalena.
Al día siguiente María Maitena se dirigió
hacia allí. Mientras estaba en viaje en el colectivo, vió vehículos militares
en la ruta. Poco después de llegar a casa de sus padres, un trabajador les
informó que personas del ejército habían entrado en el campo en el que vivía su
hermano y que habían destruido todo en la casa. Su padre y ella se acercaron al
lugar y comprobaron que la habían saqueado. Su hermano, a quien esperaban, no
aparecía.
Inmediatamente comenzaron las gestiones
para dar con él. Recorrieron dependencias militares de la zona, recurrieron a
la iglesia, a la Cruz Roja, a Ibérico Manuel Saint Jean, a quien su padre
conocía desde la época en que fue intendente de Magdalena; pero no obtuvieron
ninguna respuesta.
Tiempo después supo que su hermano fue
secuestrado de la casa de Adrián Claudio Bogliano y María Susana Leiva en Villa
Elisa y fue llevado a La Cacha.
También secuestraron a Dora, su pareja.
Relató además que a través del Equipo
Argentino de Antropología Forense (EAAF) obtuvieron datos sobre sus restos y
los recuperaron; estaban en el Cementerio de La Plata como N.N.
En último lugar declaró José Atilio Milanta, padre de Patricia Elsa Marta Milanta.
Relató que una noche de marzo de 1977 tres hombres
con uniforme policial irrumpieron en su casa y secuestraron a su hija.
Patricia le contó que durante su secuestro no fue
torturada físicamente. También que al ingresar en aquel lugar, que luego
supieron que era La Cacha, un hombre
le preguntó su nombre; al decirlo aquel exclamó “es prima mía”. Tiempo después
sabría que se trataba del “Teniente Cacivio”.
José Atilio explicó que el padre de Cacivio se
encontraba casado con una prima suya, Dora Camoti Milanta.
Meses después, en septiembre u octubre de 1977, un
tal comisario Acosta se comunicó con él telefónicamente. Lo citó en la
comisaría y le dijo que su hija, que estaba allí, sería dejada en libertad. Al
día siguiente el mismo Acosta la llevaría a su casa.
José Atilio no pudo precisar si se trataba de la
Comisaría 8va o 9na de La Plata. También detalló que conocía al comisario desde
años atrás, ya que le había devuelto ciertos artículos domésticos embargados
por falta de pago.
Recordó que su hija estaba muy mal después del
secuestro y enumeró las gestiones que realizó ante ministerios, la Jefatura de
Policía y los tribunales platenses. También que la ausencia de su hija fue un
gran dolor para la familia.
Manifestó que en la Escuela de Policía Juan Vucetich,
en donde dio clases durante muchos años, reconoció a uno de los hombres que
participó en el secuestro de su hija, pero que nunca averiguó su nombre ni
radicó la denuncia correspondiente.
El abogado defensor de Miguel Osvaldo Etchecolatz,
Martín Adrogué, informó que el imputado quería ampliar su declaración
indagatoria. El tribunal dejó pendiente la decisión para la próxima audiencia
que fue convocada para el viernes 6 de junio a partir de las 10.00 hs. Se prevé
la declaración de Teresa Calderoni, Solange Surai Bertoldi Real, Fátima
Cristal, Mirta Graciela Delgado, Enrique Esteban Lyde, Carmen Graciela Delgado
y Marta Rumbo.
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