En
la audiencia del viernes 21 de febrero de 2014 se escucharon cinco
declaraciones. En esta jornada las distintas defensas plantearon sus objeciones
sobre la televisación en directo de las audiencias.
La
primera en declarar fue Adelina Ethel
Dematti de Alaye, madre de Carlos Esteban Alaye.
Se
refirió a la serie de secuestros de personas allegadas que precedieron al de su
hijo. Según declaró, pudo saber que el 5 de mayo de 1977 Carlos había salido a
encontrarse con una compañera de militancia, Anahí, María Elvira Luis. Ese día fue secuestrado en Ensenada. Al
día siguiente personal de la Marina ocupó la casa de Carlos durante una semana
y luego la saqueó, destruyendo todo lo que no pudieron llevarse. Adelina guarda
fotos de aquel momento.
Relató
paso a paso la información que fue obteniendo sobre lo sucedido con Carlos. En
1979 consiguió algunos datos a partir del informe que hizo Clamor con el
testimonio de personas liberadas de La
Cacha. Al menos dos sabían que su hijo había estado allí. En 1982 se
entrevistó con María Elvira Luis; en 1984 un testigo del operativo le contó que
Carlos fue interceptado en la calle, le dispararon y luego se lo llevaron en un
camioneta, malherido y atado de pies y manos.
También
reseñó el incansable tránsito por los pasillos de los juzgados, tratando de que
el poder judicial averiguara lo sucedido con su hijo y castigara a los
responsables, y la ardua búsqueda de años de investigación sobre las
irregularidades de los certificados de defunción.
En
esa indagación Adelina no sólo descubrió a quienes hicieron posible una de las
modalidades de desaparición de las personas asesinadas; también permitió que
otros familiares pudieran identificar a sus seres queridos desaparecidos.
En
todos estos años llevó adelante un atento estudio sobre los certificados de
defunción y otras actuaciones relacionadas que le permitieron descubrir el
circuito que se había establecido en La Plata para enterrar como N.N. a los
secuestrados asesinados, de modo que sus familias no pudieran encontrar sus
restos.
La
acusación que realizó involucra a los médicos de la morgue policial de La Plata
y otros funcionarios y se encuentra totalmente fundamentada en la documentación
que logró recopilar a lo largo de años, como demostró ante el Tribunal
exhibiendo en una pantalla algunos ejemplos. Entre otras cosas denunció la
eliminación u ocultamiento de libros de partes médicos del período 1976-1980; el
responsable, Néstor De Tomas.
Hay
que recordar que estos datos no son nuevos; Adelina ya hace años expuso
extensamente sobre el tema en el Juicio por la Verdad de La Plata.
A
continuación declaró Eduardo José Tolosa,
hermano de María Rosa Tolosa.
Relató
cómo la persecución política arrasó su familia. Su hermano, Claudio Esteban
Tolosa, El Cuervo, fue asesinado el
20 de diciembre de 1976. Cuatro días después entregaron sus restos a la
familia.
Por
su parte, su hermana María Rosa, después del asesinato de Claudio, dejó de
trabajar en el Banco Provincia y se fue de La Plata con su marido, Juan Enrique
Reggiardo. Ambos estudiaban Arquitectura en la Universidad Nacional de La
Plata.
Recordó
que en la primera semana de febrero de 1977 se encontró por última vez con ella.
Almorzaron juntos después de que María Rosa asistiera al médico para realizar
los controles de rigor por su embarazo. Después de este encuentro perdieron
todo contacto.
Poco
tiempo después la familia Reggiardo se comunicó con ellos para contarles que la
madre de Juan Enrique, Antonia Oldani de Reggiardo, había sido secuestrada.
Supo que poco después tanto él como María Rosa fueron secuestrados en lugares
distintos.
En
mayo de 1977 recibieron un llamado que indicaba que su hermana estaba secuestrada
en un lugar cercano en La Plata. Su padre se entrevistó con Monseñor Graselli,
quien poco tiempo después le dijo que el Ejército la tenía en su poder y que se
encontraba bien.
Una
prima, Verónica Tolosa, casada con el oficial del Ejército Ricardo Romano, consiguió
información más concreta. Romano era cordobés y había sido trasladado al
Batallón 601. En una comunicación telefónica con una tía, Verónica confirmó que
María Rosa había dado a luz. Sin embargo, cuando intentaron recabar más
información con Romano, este se negó a hablar de ello.
Se
refirió también a la información que obtuvieron de parte de personas liberadas
de La Cacha. Supo que su hermana era
torturada en las piernas por su embarazo. A través de las declaraciones
publicadas por Clamor supieron que permaneció allí; Patricia Pérez Catán estuvo
con ella momentos antes de dar a luz.
Eduardo
contó también sobre la búsqueda de sus sobrinos y el proceso de restitución una
vez encontrados. Además de las gestiones de la familia, también Abuelas de
Plaza de Mayo se ocupaba de averiguar qué había sucedido con los hijos de María
Rosa.
Abuelas
de Plaza de Mayo había recibido denuncias sobre dos niños que se encontraban en
poder de un comisario de la Policía Federal y su esposa, Samuel Miara y Beatriz
Castillo. Se tenía la sospecha de que los niños podían ser los hijos de
Adalberto Rosetti y Liliana Ross. Una vez iniciada una causa judicial para
averiguar el origen de los niños, Miara y Castillo se fugaron a Paraguay con
ellos. Después de mucho tiempo y gestiones, se logró su extradición y, una vez
en Argentina, se realizaron los análisis inmunogenéticos correspondientes para
confirmar el vínculo de los niños con aquellas familias. Pero el resultado fue
negativo. Meses después se confirmó que eran los hijos de Juan Enrique y María
Rosa.
A
partir de entonces comenzó una nueva etapa. Eduardo recordó el primer encuentro
con sus sobrinos en el año 1993 en Tribunales. En esa oportunidad llevó una
foto de María Rosa para que los niños, ya adolescentes, pudieran ver por
primera vez el rostro de su madre.
De
esa etapa de larga pelea judicial por recuperar a sus sobrinos, Eduardo recordó
a quienes defendieron a Miara en su lucha por evitar la restitución: Edgardo
Frola y Jaime Lamont Smart, otro imputado en esta causa.
Después
de que el juez Ballesteros decidiera otorgarle la tutela de sus sobrinos, ambos
vivieron con él y su familia en La Plata. Recordó que vivieron una situación de
hostigamiento por parte del matrimonio Miara-Castillo, que revivía
permanentemente sus vínculos con Gonzalo y Matías. Destacó que, a pesar de esta
situación, se sintió sorprendido por cómo lograron aceptar la pertenencia a la
familia.
Sobre
el nacimiento de sus sobrinos, sabe que sucedió a fines de abril y no en la
fecha que figuraba en sus falsas inscripciones. Recién hace poco tiempo tanto
él como Gonzalo y Matías obtuvieron un nuevo dato sobre la forma en que
llegaron a estar en poder de Miara y Castillo: a través del padrino de los
niños, Ricardo Armando Fernández, personal de inteligencia del Ejército
imputado en esta causa.
Eduardo
también hizo referencia al encuentro de los restos de Juan Enrique Reggiardo y
Antonia Oldani de Reggiardo. Sólo falta encontrar los de María Rosa, que
permanece desaparecida.
En
tercer lugar declaró Matías Ángel
Reggiardo Tolosa, hijo de María Rosa Tolosa y Juan Enrique Reggiardo.
En
su declaración se refirió a lo que pudo averiguar sobre lo sucedido con sus
padres, a su nacimiento, su apropiación y restitución.
Supo
que Juan y María Rosa fueron secuestrados y torturados en La Cacha. El secuestro de su madre habría tenido lugar en algún
sitio del Partido de Lanús y el de su padre en la imprenta en la que trabajaba;
su abuela paterna fue secuestrada del negocio familiar.
Refirió
que su nacimiento tuvo lugar en la Cárcel de Olmos y algunos detalles de lo que
vivió su madre secuestrada antes de dar a luz los conoció a través de Patricia
Pérez Catán. Supone que nació el 27 de abril de 1977 según los datos que surgen
del libro de enfermería de la cárcel, pero es una incógnita que aún no pudo
aclarar.
Indicó
que recién en el año 1992 supo quiénes eran sus padres, cuando hubo un
resultado para el análisis inmunogenético que se les había realizado a él y a su
hermano.
También
hizo referencia a la fuga de Samuel Miara y Beatriz Castillo, cómo los llevaron
a Paraguay para evadir la justicia. Recordó que allí Miara se relacionaba con
otros apropiadores, Norberto Atilio Bianco, Luis Antonio Falco y Omar Alonso.
Contó
que en aquel entonces les dijeron que no eran sus hijos, ocultando gran parte
de la verdad, ya que les aseguraron que José Fioravanti –antes superior de
Miara en la Policía Federal- se los había entregado siendo ellos huérfanos.
Matías
indicó que siempre creyó esa historia falsa y recién en 2012 pudo obtener algún
dato cierto sobre su llegada al matrimonio Miara-Castillo, una vez que fueron
identificados los restos de su padre. En el juzgado a cargo le indicaron que es
un hecho repetido en los casos de apropiación que la persona que entregó a un
niño o niña sea nombrado padrino de bautismo. Recordó entonces que Ricardo
Armando Fernández, imputado en esta causa, fue su padrino; frecuentaba la casa
y además de reuniones familiares compartió con él unas vacaciones en enero de
1984. Señaló además que Miara lo acusaba de no haberlo protegido lo suficiente.
Matías lo reconoció en las fotos que le fueron exhibidas en la audiencia.
En
cuanto a su restitución, recordó que a fines de 1993 fueron a vivir con su tío
Eduardo Tolosa, después de haber permanecido un tiempo con una familia de
guarda. Ya en mayo de aquel año habían obtenido la documentación con los datos
filiatorios verdaderos. Recordó que quien ahora sabe que participó en su apropiación
fue quien le entregó sus documentos, pues Ricardo Armando Fernández era en esa
época el responsable del Registro Nacional de las Personas.
En
cuanto al proceso de restitución, indicó que le llevó años reconciliarse con su
historia. La relación con sus apropiadores se enfrió y poco a poco, en años
recientes, pudo paulatinamente tener una relación fluida con su familia y
reencontrarse con su identidad.
En
cuarto lugar declaró Gonzalo Javier
Reggiardo Tolosa, hijo de María Rosa Tolosa y Juan Enrique Reggiardo.
Se
refirió, como su hermano, a lo que pudo conocer sobre el secuestro de sus
padres, su militancia, su nacimiento. Rememoró también la versión que el
matrimonio Miara-Castillo le contó sobre cómo él y su hermano llegaron a su
poder y recordó que fueron juzgados por inscribirlos falsamente como sus hijos.
También
hizo referencia a la relación existente entre Ricardo Armando Fernández y
Samuel Miara y el vínculo de aquel con su entrega. Luego lo reconoció en las
fotos que le fueron exhibidas. Aportó además su certificado de bautismo y
aclaró que el acta original de la Parroquia San Roque cuenta con una corrección
informal, ya que tacharon los datos filiatorios falsos con los que había sido
bautizado y los reemplazaron con los verdaderos después de verificar los mismos
con la sentencia correspondiente.
Recordó
también los contactos de Miara en Paraguay con otros apropiadores y la relación
con otros niños apropiados. En cuanto al proceso de restitución, señaló que fue
algo traumático en medio de la adolescencia y que sentía apego hacía quienes lo
habían criado. Se refirió además a la guarda transitoria que tuvo una familia,
antes de que le fuera otorgada la misma a su tío Eduardo Tolosa. Comentó que su
tío Eduardo se ocupó de conseguir un hogar acorde para continuar con su crianza
en aquellos años pero, indicó que entonces sentía un gran descontento porque
quería ver a Miara y Castillo y por ese motivo recurrieron a los medios para
ser escuchados.
Hay
que recordar que en este juicio no se sancionará a nadie por su responsabilidad
en la apropiación de los mellizos Reggiardo Tolosa. Alejandro Agustín Arias
Duval, Jefe del Destacamento 101 de Inteligencia del Ejército, era el único
imputado por la sustracción de Gonzalo y Matías. El militar falleció el 25 de
febrero de 2012, por lo que éste y otros crímenes cometidos por él quedarán
impunes.
Por
su parte, Ricardo Armando Fernández, Jefe del Grupo de Actividades Especiales
del Destacamento 101 de Inteligencia del Ejército, no fue procesado por su
vínculo con la apropiación de los hijos de Juan Enrique y María Rosa. En este
juicio sólo se le imputa la privación ilegal de la libertad y la aplicación de
tormentos en 127 casos como coautor mediato.
Finalmente,
se escuchó la declaración de Hugo Alejandro
Chávez, quien refirió lo que supo sobre la vinculación entre La Cacha y el Regimiento 7.
Mientras
cumplía el servicio militar obligatorio escuchó a un soldado viejo hablar de La Cacha. Se solía comentar que si no
hacían las cosas bien, serían enviados allí, lo que era interpretado como una
amenaza de muerte.
Indicó
que el taller de electrónica del Regimiento se ubicaba en la cuadra, sobre la
Calle 53. Este se encontraba separado por un pasillo del Comando de Operaciones
Tácticas, COT, en donde vio y escuchó cosas que no entendía en aquel momento.
Sirvió allí entre 1977 y comienzos de 1978, antes del mundial de fútbol.
Se
refirió a una pizarra con datos sobre raciones de comida, con muchos nombres,
que supone serían nombres o alias de personas secuestradas. Indicó que es
probable que el regimiento haya abastecido a dos lugares clandestinos
distintos, uno denominado La Cueva y La Cacha. Creyó entender que eran
distintos lugares por actitudes de los suboficiales, aunque no tiene la certeza
de que sea así. Recordó además que un Suboficial de apellido Medina mencionó
que llevaba jabón a las guerrilleras de La
Cueva; un tal Brobarone habría ido con dos soldados de confianza a La Cacha.
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