Se escucharon en
esta jornada las declaraciones de dos sobrevivientes de La Cacha
y tres familiares de personas secuestradas allí.
El viernes 7 de
marzo de 2014 la audiencia comenzó, como en otras oportunidades, con los
planteos del defensor de Claudio Grande, el abogado Juan José Losinno. Una vez
más éste se refirió a cuestiones relacionadas con la identificación por medio
de fotografías de su defendido. Por otra parte, admitió que Grande se desempeñó
en la perrera de Ensenada que podría alojar restos de personas desaparecidas.
Losinno además aportó en el curso de la audiencia el nombre de la asociación
que estaba a cargo del predio, APADA, Asociación Pro Amparo y Defensa del
Animal.
A continuación Juan Alberto Bozza fue el primero en
declarar. Fue secuestrado el 19 de abril de 1977 cuando salía de franco del
Batallón de Comunicaciones 601 de City Bell en donde estaba cumpliendo con el
servicio militar obligatorio. El Capitán Santiago Silvestre Badías retuvo al
resto de sus compañeros y dejó que él saliera solo del predio. Mientras
aguardaba el colectivo fue secuestrado por un grupo de hombres quienes lo
trasladaron a La Cacha.
Juan Alberto Bozza durante su declaración
En su extensa y
detallada declaración, Juan Alberto describió el campo de concentración y la
rutina de las guardias. También se refirió a los tres interrogatorios a los que
fue sometido. Como otros sobrevivientes, indicó que los interrogatorios
mediante torturas eran realizados en una construcción aledaña al lugar en el
que las personas secuestradas permanecían esposadas y encapuchadas.
Contó que su
militancia en el PTS se había visto interrumpida en abril de 1976, cuando se
incorporó al servicio militar obligatorio. Entonces perdió contacto con sus
compañeros y la vida social.
Destacó además que
la visión política de sus interrogadores representaba una visión aplastada de
la realidad, de un discurso elemental, básico, que encuadraba todo en una macro
conspiración comunista. Indicó también que algunos de ellos tenían una especial
inclinación a la depravación. Por otra parte, había un grupo de guardias cuyo
vínculo con los secuestrados no estaba mediado por la coerción.
Refirió que en una
oportunidad un grupo de secuestradores ingresó en La Cacha
entonando un himno falangista; Juan Alberto recordó las estrofas que ilustraban
la formación ideológica de aquellos: Calzame
las alpargatas, / dame la boina, carga el fusil. / Me voy a matar más rojos, /
que flores tiene mayo y abril.
Este himno le era
conocido, ya que los grupos de ultraderecha como la CNU solían entonarlo en la Facultad de Humanidades
de la Universidad
de La Plata en
la época. También recordó que la facultad había sido ocupada por el BIM 3 a partir del golpe de marzo
de 1976.
Entre los guardias
y torturadores mencionó a Amarillo, El Francés, El Inglés, El Oso, Pollo o Pollito, Palito, Jota, Gallego, Pablo, Santos, Mr. X o Tarzán, El Griego, Carlitos el Bueno, Carlitos
el Cordobés, Carlitos Puente Roto,
Pájaro Loco o Pájaro, Julio, Willy.
Entre las personas
secuestradas en La Cacha mencionó a
Juan José Torres, Carlos Enrique Rolli, Nora Patricia Rolli, Antonio Bautista
Bettini, Rubén Oscar Contardi, Elba Leonor Ramírez Abella, Rodolfo Jorge Axat,
Ana Inés Della Croce de Axat, Patricia Mária Pérez Catán, Guillermo Marcos
García Cano, Alejandro Horacio García Martegani, Claudio José Fortunato.
Entre las mujeres
embarazadas mencionó a Cristina Lucía Marroco y su esposo, Félix Eduardo
Picardi; también a María Elena Isabel Corvalán. De ella recordó que podía
caminar un poco y que a veces podía comer un poco de carne.
Cerca del mediodía
del 28 de junio de 1977 le dijeron que sería liberado. Por la noche fue llevado
en el suelo de un auto hasta un descampado. Se encontraba cerca de su casa y
volvió hasta allí corriendo, después de más de dos meses de desaparición.
Al día siguiente se
reincorporó al batallón. Allí fue castigado con un año más de servicio militar
por haber sido calificado como desertor. Al momento del secuestro sólo le
faltaban 20 días para que le dieran la baja.
Indicó que durante
1976 supo de algunos conscriptos que participaron como apoyo en operativos; en
este sentido, recordó un ataque a unos edificios ubicados en Villa Elisa.
Tiempo después de
terminar el servicio militar obligatorio se reincorporó a la carrera de
Historia y pudo terminar el profesorado.
Juan Alberto pudo
comprobar en el año 2000 que las tareas de inteligencia sobre él y sus
compañeros de militancia habían comenzado ya en febrero de 1974; información
sobre reuniones políticas de la época había sido recopilada por la DIPPBA desde entonces.
En segundo lugar
declaró Mariano Carlos Slutzky, hijo
de Samuel Leonardo Slutzky. Describió cómo fue secuestrado su padre el 22 de
junio de 1977 y cómo se desarrolló el operativo en su casa mientras toda la
familia era despertada en la noche.
Mariano Carlos Slutzky
Luego se refirió a
la larga trayectoria política de su padre, sus relaciones familiares, sus
ideas, la carrera como médico que desarrolló durante años, dedicándose en el
último tiempo a sus tareas como coordinador de unidades sanitarias de La Plata.
Supo que las tareas
de inteligencia sobre su padre databan, por lo menos, desde el año 1962,
después de su primer arresto por razones políticas.
Su tío paterno,
Daniel Slutzky, fue secuestrado en julio de 1976 durante 15 días. Su tío
materno, Ricardo Svenson, fue asesinado en enero de 1977. Pocas semanas antes
del secuestro de su padre, la revista Somos publicó un artículo sobre Taco Ralo
en el que se difundían los nombres de Samuel y sus compañeros. Mariano indicó
entonces que por todo esto el secuestro de su padre no fue sorpresivo; pero sí
lo fue para él el nivel de violencia.
Poco después su
familia recibió un llamado telefónico; un liberado indicaba que su padre se
encontraba con vida. Un amigo policía de la familia les confirmó que estaba
detenido en un “aguantadero”.
En esa época muchas
personas del entorno fueron secuestradas; otras se alejaron; pero también
contaron con la solidaridad de vecinos y amigos y algunos miembros de la
familia que los ayudaron a sobrellevar las circunstancias.
Se hicieron múltiples
diligencias para averiguar el paradero de Samuel, tanto en el país como en el
exterior. Ninguna tuvo resultados positivos. No encontraron apoyo tampoco en
las instituciones judías.
En 1978 Mariano se
exilió en Holanda. Allí continuó estudiando y se hizo periodista. En 1995 en un
viaje a Argentina supo en dónde había permanecido secuestrado su padre. A
partir de entonces se acercó a los sobrevivientes de La Cacha
que sabían algo de Sami, Silvia Bucci, Héctor Javier Quinterno, Rubén Gustavo
Jaquenod, María Elvira Luis. Le contaron que permaneció en la parte superior de
La Cacha y que fue muy torturado.
Indicó además que El Oso, el imputado Acuña, conocía a su
padre desde la detención en la
Unidad 9 antes de 1973. Ya entonces Acuña tenía fama de ser
una persona brutal, antisemita, con un odio feroz hacia los presos políticos.
En 2013 Mariano
regresó a Argentina. Expresó que los homenajes que se le hicieron a su padre
representaron una instancia terapéutica y manifestó su profundo agradecimiento
a los organismos de derechos humanos, que son los que han logrado que la
justicia siga adelante. También contó que como periodista pudo cubrir el avance
de los juicios en distintos países y encontró que la Argentina ocupa una
posición destacada en esto, aunque sea tardía.
Antes del final de
su declaración, pidió que los jueces dicten una sentencia condenatoria no sólo
por la privación ilegal de la libertad y los tormentos que padeció su padre,
sino que condenen a los responsables por su muerte.
Mariano finalizó
leyendo dos cartas que su padre les envió a su hermana y a él desde la Unidad 9, evocando así sus
más delicados sentimientos y el amor que tuvo por sus hijos.
Después de un
cuarto intermedio, fue el turno de otra hija, Julia Pizá. Su madre, Liliana Pizá, fue secuestrada el 26 de abril
de 1977 y llevada a La Cacha junto a Elba
Leonor Ramírez Abella.
Julia Pizá
Julia expuso
detalladamente las circunstancias en las que se desarrolló el operativo de
secuestro de Liliana. En esa oportunidad su padre, Alberto Paira, y Arturo
Baibiene fueron asesinados. Ella y los hijos de Arturo, Leticia y Ramón,
permanecieron bajo la custodia de desconocidos. Julia tenía entonces 5 meses.
Su abuelo materno
había sido encarcelado en Rawson como rehén hasta que secuestraron a su madre.
Su tía Diana Pizá y su marido, Víctor Tomaselli, también fueron encarcelados.
Su tío paterno, Daniel Paira, fue secuestrado y alojado en El Banco y El Olimpo.
Julia refirió
también la larga historia de militancia que tenían en su familia y la
persecución que sufrieron desde 1974. En este contexto, su madre debió
inscribirla con su apellido de soltera cuando nació el 1° de noviembre de 1976.
A lo largo de su
declaración, Julia pudo exponer la investigación que durante años llevó adelante
para conocer cuáles fueron las circunstancias en las que desapareció su madre y
poder encontrar a los responsables. Evocó los encuentros con vecinos de
Berisso, cuyo testimonio fue fundamental para saber cómo fue asesinado su
padre. Supo que el BIM 3 saqueó la casa y se ocupó del traslado de los cuerpos
sin vida de Alberto Paira y Arturo Baibiene; que un tal Comisario Taborda se
jactaba de haberlos denunciado y que ella y los otros niños pasaron la noche
del operativo en casa de un tal Espina de la Vucetich.
Julia también
proporcionó documentación que avalaba la reconstrucción que hizo verbalmente.
Citó artículos de prensa de la época publicados por El Día, La Razón, La Nación,
La Gaceta, La
Nueva Provincia, en el que daban cuenta del operativo.
También aportó copias de los certificados que avalan las irregularidades
cometidas en la documentación relativa a la muerte de su padre. Intervinieron
en estos trámites el Dr. Dalbon, el médico Ciafardo, Héctor F. Rodríguez,
Héctor Luccetti y la empresa funeraria Beti.
El cuerpo de su
padre les fue entregado con la condición de ser enterrado como NN. Julia inició
los trámites correspondientes para poder rectificar esta injusticia, además de
tramitar la rectificación de su identidad para poder llevar el apellido de su
padre.
Su abuelo materno
realizó innumerables gestiones para encontrar a su hija desde el primer momento
de su desaparición. Todas fueron infructuosas. A través de los sobrevivientes
supieron sobre la detención de Liliana y las torturas que padeció. También que
recordaba a su hija recién nacida permanentemente.
Julia habló también
sobre el sufrimiento que toda su familia padeció esperando a Liliana, sin saber
nunca qué pasó con ella. Sus abuelos murieron esperando saber. El dolor de la
familia fue revivido permanentemente con la incógnita. Pero siempre
persistieron en la búsqueda de justicia, apostando a la política como forma de
cambiar las cosas. Señaló que algo de justicia encontrarían al condenarse a los
responsables no sólo por las torturas sino por los asesinatos cometidos.
Hay que recordar
que los crímenes cometidos en perjuicio de Alberto Paira no son contemplados en
este juicio.
A continuación se
escuchó a Diana Pizá, hermana de
Liliana Pizá. Ya su sobrina había narrado parte de la persecución de la que fue
objeto su familia. Diana se refirió en primera persona al seguimiento del que
fueron blanco desde 1974 como estudiantes. Fue secuestrada y torturada en
Trelew durante tres días. Luego fue trasladada como presa política a la Cárcel de Devoto, en donde
permaneció hasta agosto de 1980.
Diana Pizá declarando ante el TOF 1
Allí supo sobre las
condiciones del secuestro de su hermana Liliana a través de Patricia Rolli en
1978, quien la había visto en La Cacha. Años después
también supo de ella a través de María Elvira Luis, Raúl Guillermo Elizalde,
Patricia Pérez Catán, Ana María Caracoche.
Diana destacó el
dolor permanente en la familia por la desaparición de Liliana. También lo importante
que resulta para ella el dar testimonio de lo sucedido y el poder manifestar su
expectativa por que los responsables paguen su culpa.
Finalmente, declaró
Claudio José Fortunato, quien había
ingresado en el ejército en enero de 1977. El 25 de marzo de 1977 salió de
franco en el Regimiento II de Córdoba. En una estación de servicio de YPF fue
secuestrado por un grupo de hombres, quienes lo condujeron a La
Perla. Allí fue torturado y permaneció secuestrado cerca
de dos semanas.
Claudio José Fortunato
Claudio había
militado en la UES
y en la Juventud
Peronista en La Plata. Desde Córdoba fue trasladado en avión con
otros muchachos y una chica hasta Buenos Aires.
Desde allí lo
llevaron a un lugar que no identificó, en donde permaneció esposado durante un
día. El día de su llegada se llevaron a muchas personas de ese lugar.
A la noche
siguiente lo llevaron en auto a La Cacha, en donde
permaneció encapuchado durante tres meses. Supo entonces que por allí habían
pasado sus compañeros de secundario.
Claudio se refirió
a las condiciones en las que estaban detenidos allí y las torturas que
sufrieron.
Entre los
secuestrados que permanecieron en La Cacha mencionó a
Patricia Milanta, Daniel Talerico, Silvia Inés Cavecchia, Patricia Rolli, Héctor
Javier Quinterno.
Mencionó a una
embarazada que había sido secuestrada en 7 y 90, con un embarazo avanzado. Los
guardias le permitían caminar un poco y le habían dicho que le dejarían tener
el bebé.
Claudio fue
trasladado nuevamente a Córdoba en avión. Allí volvió a permanecer secuestrado
en La Perla y luego en La
Ribera. En noviembre de 1977 lo liberaron; ese día lo
llevaron hasta la terminal de ómnibus de Córdoba en donde lo obligaron a
regresar a Buenos Aires.
Claudio destacó la
situación de terror que se vivía en todos esos lugares, el miedo que sintió en
cada traslado de avión, la visión desgarradora al ver las condiciones en las
que estaban secuestrados. Al finalizar, pidió disculpas por los compañeros que
no pudo recordar después de tantos años; a ellos les dedicó un poema que recitó
en el cierre de una larga jornada de testimonios.
Para el miércoles
la audiencia fue convocada a las 10.00 hs. Se prevé la declaración de Patricia
María Pérez Catán, Oscar Horacio Molino, Raúl Guillermo Elizalde y Pedro Luis
Tagliavini.